El final de la hegemonía Católica aquí coincidió con el incremento mercantil.
La Semana Santa o Semana Mayor, durante muchas décadas fue un lapso absorto principalmente por la religión Católica. Con el final del siglo pasado se produjeron variantes en cuanto a formas tradicionales de vivir este período. Hasta hace poco más de treinta años, en un lunes como este, empezaba a reinar el silencio. El ciclo escolar, ayer como ahora, se suspendía momentáneamente. Los niños y adolescentes jugaban en sus casas. Sin ruidos (en la mayoría de los casos). Aún en los centros urbanos se podía escuchar el sonido del viento.
Las hojas de las jacarandas eran las primeras alfombras que la naturaleza nos obsequiaba con su colorido y aromática envoltura. A lo lejos se podían escuchar las marchas que suelen acompañar los cortejos procesionales. Una tradición de la vieja Roma adaptada en ese fenómeno llamado sincretismo religioso. Una solemnidad que impresionaba por el rigor del martirologio contagiado a partir de las expresiones de las imágenes veneradas. En las comunidades se empezaban los preparativos para acopiar alimentos, pues el miércoles al mediodía el comercio cerraba sus puertas.
Discurría el tiempo entre religiosidad y parsimonia. El concepto del verano empezó a introducirse en esa década que tanto nos marcó. Me refiero a los 80 del siglo pasado. En forma constante los hábitos religiosos o no que predominaron, fueron cediendo a la sonoridad de la fiesta en la playa, la visita a la montaña y el incremento por vivir el verano. El final de la hegemonía Católica aquí, coincidió con el incremento de la promoción mercantil. Ahora hay paquetes de recreación y ventas de ahorro de la época. El retiro de la Semana Mayor fue durante mucho tiempo el punto de interiorización. En efecto se producía un volver la vista hacia dentro de sí mismo para reflexionar y de ahí lanzarse a la renovación de fuerzas. El Viacrucis con sus catorce marcas señalaba las visitas que solían hacerse a templos de la capital y ver los altares elaborados para conmemorar la “Pasión de Jesús”. Y los 80 nos marcaron de múltiples maneras. Al inicio, se incrementaron las acciones en el conflicto armado interno. Se altera el proceso que mediante elecciones fraudulentas impuso a los militares al mando de la cosa pública. Comenzó y concluyó el debate en la Asamblea Nacional Constituyente y, se aprobó la hoy vigente Constitución Política. En esos años se produjo el advenimiento del poder civil a cargo del Estado. Las primeras elecciones con una autoridad electoral independiente de poderes fácticos.
Así las cosas de este mundo de modernidad. Hoy predominan las comunicaciones instantáneas y ya no es concebible que el comercio cierre. Vivir la vida es dejarse envolver por las olas que el mercado nos impone. La rutina que nos recuerda que esa es la única manera de vida aceptable. Así estamos. Es lo que tenemos. El resguardo de las tradiciones se conserva, pero indudablemente hay una transformación hacia nuevas formas de vivir en esta época del año, en la cual la religiosidad y el mercantilismo se dan la mano.
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