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COLUMNAS

Entre el caos y la eternidad (I)

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Malena Cortizo Álvarez

Revista Nuestro Tiempo 

Para vivir en Roma se necesita paciencia más que cualquier otra cosa. Cuando no llega el autobús que tendría que haber pasado hace veinte minutos. Cuando hay que cruzar la calle y ningún coche se detiene. Cuando es imposible entrar en un museo, una iglesia, un restaurante o una heladería sin hacer cola detrás de 25 alemanes, 10 franceses, 15 asiáticos y 30 españoles.

Cuesta creer que se trata de una de las cunas de nuestra civilización. Los antiguos romanos inventaron las alcantarillas, las carreteras, los acueductos, la cerámica, el doble acristalamiento, la calefacción, la encuadernación. En esas calles eclosionó la cultura occidental tal como la conocemos hoy.

En esas calles eclosionó la cultura occidental, tal como la conocemos hoy.

A los romanos a secas, los de ahora, les gusta pitar fuerte si alguien ha aparcado en doble fila, llevar pantalones muy blancos y muy ajustados, pelearse por las desventuras del AS Roma o el SS Lazio, beber cafés muy pequeños y comer pizza muy fina vendida al peso en porciones cuadradas. .

Si al pisar Roma pensaba sumergirse en el idílico escenario de una película con Audrey Hepburn y Gregory Peck, no se engañe. Las gaviotas acuden hasta la ciudad para alimentarse en los cubos de basura al borde de la explosión. Y le reto a que suba a un autobús en un día caluroso sin desmayarse o descubrir perfumes que nunca creyó químicamente posibles.

¿Qué es una pelea de gaviotas por un trozo de pizza cuando tienes delante el Coliseo? Roma está llena de mugre, pero también de monumentos y lugares de interés que visitar. Si se atreve. Para entrar en la basílica de San Pedro, la cola da dos vueltas a la plaza.

Al pasear por el parque Villa Borghese, los vendedores de pulseras podrían atarle una a la muñeca de improviso y obligarle a pagar dos euros. Idéntico peaje que deberá desembolsar en algunas iglesias para que los focos iluminen los majestuosos plafones o cuadros de Caravaggio. Dos euros por minuto. De lo contrario, las obras quedan sumidas en la oscuridad.

Vi Roma por primera vez de noche. La tarde de febrero en la que llegué, mi amiga italiana Angelica me llevó al Jardín de los Naranjos, un famoso mirador. 

La penumbra no nos impidió observar el Castel Sant’Angelo y la cúpula de San Pedro. «Para mí, Roma es de este color», me dijo, señalando las luces naranjas que realzaban los numerosos monumentos.

Naranja como la fruta regordeta que se asoma en febrero. Como un vaso de Aperol Spritz. Como un supplì, una bolita de arroz y mozzarella empanada y frita (la versión romana de la croqueta). Como los ponchos de plástico que compran desesperadamente los viajeros sorprendidos por la lluvia de abril. Como el antiguo hormigón del Coliseo al reflejarse en él los últimos minutos de sol.

No es fácil describir cómo pasa el tiempo en Roma. Los días parecen largos, pero anochece antes de que uno se dé cuenta. Coches y motocicletas circulan a toda velocidad por calles estrechas. Cuando el tráfico abandona la carretera principal, los autobuses aceleran. Los turistas corren detrás de la banderita de su guía, que les ruega que se apuren. 

De repente, el tiempo se paraliza. Uno se equivoca de camino y se topa con ruinas y monumentos bimilenarios. Donde antes se levantaban acueductos, el agua mana de las fuentes esperando a que alguien se acerque a beber o a sumergir los brazos. Los gatos deambulan entre los vestigios de termas y templos hasta quedarse dormidos a la sombra de columnas ancestrales.

Roma ya no es la gloriosa capital de un imperio, ni la fabulosa metrópoli de las películas de Hollywood. Puede que no luzca tan elegante como uno se la imagina al bajar del avión, pero posee una belleza propia, fuerte, de casi tres mil años. En medio del caos, uno alza la vista hacia la ciudad y no puede evitar admirarla. Roma tiene infinitas facetas. Por eso brilla. Por eso es eterna. 

Colaborador DCA
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COLUMNAS

Narrativa y dramaturgia alineadas

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Luis Rodrigo Carrillo Flores

Viceministro de Cultura

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La alineación de planetas o estrellas supone anuncios de acontecimientos en el planeta Tierra y sus habitantes: cambios climáticos, milagros, riqueza para algunos y pobreza para otros, malos humores, amores y odios también. Como el Universo es energía, puede que ese ordenamiento lineal de cosas celestes altere el yin y el yang de todo.

Este año, acontecimientos culturales y artísticos tomaron presencia en la agenda del país. En junio 9, los 50 años del fallecimiento de Miguel Ángel Asturias; en octubre 19, los 125 años del nacimiento del Gran Lengua y ese mismo día los 30 años del fallecimiento del dramaturgo Hugo Carrillo, ambos acontecimientos en el preludio de las celebraciones del aniversario de la Revolución de Octubre de 1944.

Como el Universo es energía, puede que ese ordenamiento lineal de cosas celestes altere el yin y yang de todo.

Estos dos escritores trabajaron alguna vez juntos: Asturias en la narrativa con su novela El señor Presidente, que dio lugar a que Carrillo escribiera la versión para teatro de esa novela. Además, ambos escritores, habitantes de otra dimensión, comparten terrenos en esta vida: en el Centro Cultural Miguel Ángel Asturias se ubica el Teatro de Cámara Hugo Carrillo; dos elementos que se suman a lo que podríamos decir una alineación, pero cabe mencionar uno más: el estreno mundial de la versión dramática de la novela de Asturias cumplió 50 años de haber sido estrenada en la sala de teatro de la Universidad Popular.

Estos acontecimientos han sido conmemorados; las efemérides dieron lugar a la declaratoria, por parte del Gobierno de Bernardo Arévalo, del año conmemorativo de Miguel Ángel Asturias que va del 9 de junio del 2024 al 9 de junio del 2025, lo cual sirvió para recordar su vida, obra e influencia.

Cantatas, conciertos, exposiciones, ediciones especiales, bailes alegóricos, carreras deportivas, certámenes y marimbas vibrando en salones, calles y teatros, han puesto al Gran Moyas en los sentidos de muchos guatemaltecos que leen y releen los escritos de Asturias.

El 19 de octubre se estrenó el montaje Homenaje a las dos grandes plumas, al narrador y al dramaturgo. Miguel Ángel Asturias y Hugo Carrillo pudieron ver, desde algún palco especial, a sus personajes contando la historia de un dictador al que el pueblo le sufrió hambre, frío, muerte y miedo, novela y drama tan universales, porque sus textos se vuelven espejo de lo que aconteció en países de este subcontinente y en otras partes del planeta donde un infame hombre ha hecho su
voluntad y antojo vanidoso.

La Gran Sala Efraín Recinos del Centro Cultural Miguel Ángel Asturias ha recibido a miles de personas para ver con ojos propios lo que se cuenta en las páginas de la más icónica novela asturiana, con una puesta en escena llena de talento actoral y direccional que lograron arrancar minutos de aplausos como reconocimiento a esa buena complicidad que tuvieron Asturias y Carrillo, para hacer que una gran historia se pueda leer y ver con pasión…

Colaborador DCA
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COLUMNAS

156 mil razones 

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Patricia Letona D.
[email protected]

Hoy tengo 156,638 razones para escribir: cada uno de los jóvenes que, según el Ministerio de Educación, se graduará este año de las 144 carreras de nivel medio autorizadas. Son 156 mil sueños, 156 mil historias, y 156 mil puertas que deberían abrirse al futuro, pero no siempre ocurre así.

Para muchos de estos jóvenes, haber completado la educación media fue un privilegio, un esfuerzo diario entre limitaciones y obstáculos. Sin embargo, ahora enfrentan la realidad de la vida adulta, donde el siguiente reto es, en muchos casos, conseguir un empleo formal que les permita alcanzar un ingreso estable.  

Para muchos de estos jóvenes, haber completado la educación media fue un privilegio.

En el mercado laboral, la competencia es feroz, las ofertas de empleo suelen no cumplir con las expectativas salariales y, con frecuencia, exigen una experiencia que los recién graduados aún no poseen.

Además, el sistema educativo guatemalteco, plagado de retos en cuanto a calidad, con frecuencia no brinda las competencias que necesitan para un mercado laboral cada vez más complejo. Al carecer de opciones formales, muchos jóvenes se ven obligados a buscar trabajo en el sector informal, enfrentando condiciones laborales precarias, salarios bajos y otros retos. Para muchos, en “emprendimiento” no es tanto una elección como una necesidad, un recurso de subsistencia.

Si sabemos que nuestra sociedad no puede absorber a todos estos jóvenes que año tras año ingresan al mercado laboral, el sistema educativo debería al menos prepararlos mejor para enfrentar esta realidad. Dotarlos de herramientas como el pensamiento crítico, la creatividad y la capacidad de resolver problemas, habilidades necesarias en un mercado laboral que demanda adaptabilidad y flexibilidad, puede hacer una gran diferencia. La educación no puede limitarse a la transmisión de conocimientos; debe enfocarse en formar personas capaces de moverse en un mundo competitivo y globalizado.

Imaginemos un sistema educativo que enseñe a nuestros jóvenes innovación, habilidades tecnológicas, finanzas personales, inteligencia emocional y liderazgo. Imaginemos que les da las herramientas para enfrentar los desafíos de la vida adulta con seguridad y resiliencia. Un pequeño porcentaje logrará continuar sus estudios superiores, pero el costo de la educación universitaria en Guatemala, especialmente en instituciones privadas, es una barrera importante. Las opciones públicas, aunque más accesibles, son muy limitadas y no siempre están al alcance de quienes viven lejos de los centros urbanos.

No lo tienen nada fácil. Y para muchos, ante la falta de oportunidades en su tierra, la migración se convierte en la alternativa principal para aspirar a una vida digna, aun con los riesgos y desafíos que implica.

La mejor manera de frenar la migración es ofrecer esperanza y oportunidades aquí, en Guatemala. Es urgente que tanto el Gobierno como todos los sectores comprendan la importancia de invertir en nuestra juventud, en su educación y en su formación. No es solo un esfuerzo por el presente; es la base para un futuro donde nuestros jóvenes puedan vivir, crecer y prosperar en su propio país. Jóvenes que se gradúan este año, de corazón les deseo lo mejor. 

Colaborador DCA
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COLUMNAS

La importancia de la no infantilización de la discapacidad 

Coyuntura y discapacidad

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Unidad de Comunicación y Relaciones Públicas
CONADI, Guatemala.

El poder de una palabra es tan grande que contribuye a crear realidades. A menudo las personas con discapacidad enfrentan estereotipos  y estigmas que van desde ser llamados el especial, el angelito, el mudito u otros terminos incorrectos que los infantilizan o  angelizan; esto puede suceder por el simpre hecho del temor para hablar o al expresarse con una persona con discapacidad; como de las malas ideas que la sociedad ha creado alrededor de las diferentes condiciones de discapacidad.

Al referirnos al tema es importante derrumbar los ideales de prejuicios instalados en el contexto de las personas con discapacidad; con el tiempo se han formado dos tipos de violencias la infantilización y la angelización, pero, ¿qué son?: la infantilización de la discapacidad es cuando se considera a las personas con discapacidad como infantes, aún siendo adultos, se utilizan terminos condescendientes, hablandoles en diminutivo, como “el sordito”, “la cieguita”, “el tontito”, y “el enanito”. La angelización de la discapacidad es la creencia de que las personas con discapacidad son “ángeles”, “santos” o “buenos”, generando estereotipos sobre la discapacidad y eliminando la  individualidad de ser humano.

Como sociedad caemos en este tipo de acciones y vulneramos los derechos de personas con discapacidad.

Como sociedad caemos en este tipo de acciones y vulneramos todos sus derechos fundamentales.  Las personas con discapacidad pueden realizar actividades cotidianas, trabajar, estudiar, hacer deporte, vivir una vida política, participar activamente en la sociedad y ejercer otros derechos.

Es imposible que una persona logre una vida independiente si los demás deciden y hacen todo por ellas. Es importante que siempre tratemos a las personas con discapacidad como adultos; el término correcto siempre será decir “persona con discapacidad”.  

Si como comunidades les brindamos oportunidades,  medidas de accesibilidad, ajustes y apoyos necesarios; cambiamos las costumbres y percepciones; nos permitimos luchar por encaminarnos hacia una plena inclusión e igualdad de oportunidades; velar por promover la reflexión y acciones que permitan construir y avanzar hacia una sociedad inclusiva y accesible para todos y todas.

Colaborador DCA
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