Después de ser dado por muerto y enterrado vivo por sus compañeros, se ve obligado a sobrevivir solo y desarmado en la naturaleza más hostil para llevar a cabo su única obsesión: vengarse.
Es el argumento de El Renacido, la cinta dirigida por el mexicano Alejandro González Iñárritu que está en la cima de las nominaciones a los premios Óscar.
Compromiso exitoso
El actor Leonardo DiCaprio es el protagonista del largometraje considerado por algunos expertos como un western, género cinematográfico que recrea el Viejo Oeste estadounidense. El artista de 41 años encarna a Hugh Glass, cazador canadiense que en 1820 se lanzó a la conquista de esa codiciada región en la que Estados Unidos había expandido su territorio.
“Es el triunfo del alma humana” personificada en un hombre “de una resiliencia increíble”, explicó DiCaprio en una entrevista con el programa Today.
El intérprete escaló montañas nevadas a 20 grados bajo cero vestido con pieles pesadas y pasó horas acostado sin moverse a la intemperie o dentro de ríos helados.
Una de las escenas que muestran el nivel de inmersión en el personaje, es cuando DiCaprio se come un hígado crudo de bisonte. “Quería que fuera real (…) Fue absolutamente asqueroso. Me dio náuseas, se ve en la pantalla”, relató el actor. El Renacido recibió 81 por ciento de las opiniones favorables de los críticos. Además, DiCaprio encabeza los pronósticos para coronarse como el mejor actor dramático de la temporada.
Técnica impecable
González Iñárritu, quien podría ingresar al exclusivo club de directores vencedores en dos ocasiones consecutivas, honor que solo tienen John Ford y Joseph L. Mankiewicz, reinventa el género, combinando escenas impactantes gracias al ojo del director de fotografía y su compatriota, Emmanuel Lubezki.
El espíritu del western había sido recuperado por Quentin Tarantino en 2012 con Django Unchained, que evoca al spaghetti western, un subgénero italiano con un toque de humor.
La lucha cuerpo a cuerpo de DiCaprio con un oso grizzli o la caída a caballo desde un precipicio, demuestran el gran manejo de efectos especiales para lograr un realismo increíble. La experiencia de Lubezki fue clave para materializar los deseos de González Iñárritu: paisajes gigantescos, naturaleza salvaje y crudeza en el relato.
Ambos compartieron, además, su pasión por filmar con luz natural para dar realismo a las escenas.
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