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El principal misterio sobre Castillo Armas

¿Por qué no hubo una rebelión militar tras el asesinato de Carlos Castillo Armas?

Hace 59 años, en la noche del 26 de julio de 1957, Carlos Castillo Armas se dirigía al comedor, en compañía de su esposa Odilia Palomo. No estaban en sus puestos, ni el primero, ni el segundo comandante de la guardia presidencial. Un solitario centinela presentó su arma al paso del matrimonio. El vigilante apuntó el fusil hacia la espalda del gobernante, a quien le propició un disparo que lo mató en el instante. Hizo un segundo disparo, cuando Castillo Armas ya había caído. El supuesto asesino, Romeo Vásquez Sánchez, corrió y disparó contra el coronel Miguel Mendoza, el tercero en la línea de mando en la guardia presidencial. Vásquez subió a la azotea de la casa de gobierno, bajó por otra escalera y al darse cuenta de que no podía salir a la calle, entró en una habitación o un corredor y se suicidó. La gente no aceptó la versión y corrió el rumor de que en realidad “lo habían suicidado”. Tampoco fue creíble que encontraron el “diario” del homicida, en que el registró la complicidad del “comunismo internacional”.

La primera hipótesis, de que el asesino fue Romeo Vásquez Sánchez, es inverosímil. La teoría de la conspiración del complot militar que haría presidente a Arnulfo Reyes y jefe de defensa a Julio César Anleu, tampoco fue creíble. Se descartó la tercera hipótesis de que el magnicidio lo planificó el coronel Manuel Castellanos, tercer jefe del Estado Mayor Presidencial.

Otra suposición es que fue una venganza del dictador dominicano Rafael Leonidas Trujillo, con la complicidad de Enrique Trinidad Oliva, en una trama novelada por Mario Vargas Llosa en La fiesta del chivo.

Pero el principal misterio se encuentra en que no se produjo una rebelión militar, similar a la que estalló con el asesinato del coronel Francisco Javier Arana, en tiempos del gobierno de Arévalo.

Carlos Sabino sostiene que en 1954 unas 150 mil personas recibieron “apoteósicamente” a Castillo Armas, o sea, la mitad de la población de la ciudad de Guatemala. Casi 60 años después, pregunto: ¿por qué no hubo repudio popular si una multitud aplaudió la invasión que derrocó a Árbenz y 3 años después no aceptó la versión oficial de la muerte de su caudillo? ¿Esos 3 años fueron suficientes para comprender que “la liberación” era un movimiento producto de la propaganda anticomunista y que solo protegía los intereses de Estados Unidos?


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