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Revista Viernes

El patrimonio en La Antigua Guatemala no se estanca, evoluciona

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Fotos: Cortesía Hairo Castellanos y Omar Soto

El restaurado monumento de Santa Teresa, en La Antigua Guatemala, es un edificio que ha tenido diversos usos durante tres siglos. “Ha sido reciclado en el buen sentido de la palabra”, explicó el conservador de esa ciudad Javier Quinóñez. Prosigue que después del desalojo del terremoto de 1773, el lugar ha servido como patio de secado de café, fábrica de vino, Cárcel preventiva para varones en el siglo XX y, ahora, el recién inaugurado Centro de Conservación de Bienes Muebles e Investigaciones Arqueológicas, del Consejo Nacional para la Protección de La Antigua Guatemala (CNPAG), entidad de la cual Quiñónez es el encargado.

Durante el discurso inaugural, el conservador manifestó: “Queremos resaltar la labor que tanto los restauradores de bienes muebles como los arqueólogos realizan para conservar los valores excepcionales y auténticos de nuestro Patrimonio de La Humanidad. Qué mejor uso para estos espacios del Conjunto Monumental de Santa Teresa que ponerlos a disposición de los procesos de conservación y restauración de los bienes muebles y del material arqueológico, así como de los análisis y estudios científicos que puedan desarrollarse en función de estas dos materias tan importantes para el resguardo y la documentación de la Ciudad Patrimonio de La Humanidad”.

Y es que este lugar será la nueva sede de estas dos ramas, de las varias que el CNPAG tiene a su cargo. Previamente se encontraban en el Convento de Capuchinas.

“Con la apertura de este nuevo centro, con la ampliación de los espacios, también tendremos nuevos desafíos en función de aumentar el número del personal técnico que pueda prestar el servicio dentro de estos, para lograr cubrir más territorio, más demanda de piezas de restauración o de análisis, arqueológico o la atención a procesos y mantenimiento de nuestras piezas tan representativas principalmente del barroco colonial antigüeño de los siglos XVI, XVII y XVIII, así como de los bienes muebles más recientes o dentro de las ocupaciones históricas posteriores a la hispánica o incluso a la prehispánica; entonces, es importante hacer ver eso, no solo imaginería o pintura religiosa, sino todo el rescate del material arqueológico y los bienes de toda la ciudad”, finalizó.

Un centro de preservación

Jesús Castillo es el encargado de la sección de conservación del CNPAG. Respecto del nuevo recinto de trabajo expresó: “Desde 2016, vine con la visión de algunas cosas. Primero, enriquecer la calidad técnica de los trabajadores por medio de capacitaciones. Segundo, era mejorar el espacio de trabajo y ampliar la cantidad de técnicos restauradores. Podemos decir que se progresó la calidad especialista y tenemos ya incluso capacitaciones en el ámbito internacional; logramos aumentar el equipo y después de ocho años de estar luchando, llegó la creación del centro de conservación. La verdad, estamos felices, satisfechos y emocionados porque ahora tenemos casi cuatro veces el espacio que teníamos anteriormente”.

En el área nueva pueden ejecutar las diferentes técnicas en un recinto adecuado para cada una; por ejemplo, hay un taller de cerámica, otro de pintura y uno más de escultura, además de uno específico para consolidación estructural. “Esto nos va a permitir mantener mucho más limpia las áreas de intervención, para cada uno de los procesos que tenemos. Adjunto a esto, el área de jefatura donde va a haber un sitio para registros fotográficos y para atención al público”, puntualizó Castillo.

Investigaciones arqueológicas

Gabriela Luna es la directora de la Unidad de Investigaciones Históricas, Arqueológicas y Estudios de Apoyo, del CNPAG. Al referirse a las nuevas instalaciones declaró que es un “proyecto bastante ambicioso, que busca abrir una parte para los investigadores, para que se puedan acercar al área de arqueología y aprendan sobre todo de la cerámica que tiene La Antigua Guatemala, y por supuesto que puedan analizar dichos artefactos en ambientes con atención de primera y consultar de igual forma documentos históricos”.

“Considero que lo más importante es tener instalaciones para el resguardo del material de una manera más digna, un mejor espacio para almacenar todo el patrimonio arqueológico que se ha recuperado en La Antigua Guatemala durante más de 50 años que ha estado el CNPAG dirigiéndolos”, añadió.

Al consultarle acerca de su tarea, describió que en la Ciudad Colonial se gestionan muchos proyectos con arquitectos e ingenieros, los que deben contar muchas veces con un acompañamiento arqueológico, además de las restauraciones y excavaciones de monumentos históricos que se siguen haciendo y en donde es necesaria su experiencia.

Y es que estas secciones tienen una faena conjunta, ya que al momento de restaurar piezas, como por ejemplo, cerámica o estuco, se necesita el acompañamiento de un arqueólogo para que prevalezcan los criterios profesionales y no se altere una pieza con valor histórico.

El CNPAG, como parte de sus proyectos futuros, tiene la habilitación del Museo de San Agustín y le sigue “Santa Teresa, que tiene un patrimonio cerámico increíble y superior; vamos a empezar a trabajar, va a ser un proyecto de varios años, pero sí se está empezando a ver la colección para tener las piezas oportunamente restauradas para su exhibición”, puntualizó Castillo.

Katheryn Ibarra
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Los grafitis coloniales: lo que nos dicen los muros

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Fotos: Katheryn Ibarra y cortesía de Gabriela Luna

Es importante conocer que los grafitis eran vistos “como una expresión artística de lo que estaba pasando, no solo en las sociedades prehispánicas y coloniales, sino en todo el bagaje cultural que lleva un país con más de 3 mil años de historia como Guatemala”, indica Gabriela Luna, al consultarle acerca de su investigación.

Luna es maestra en Restauración de Monumentos con especialidad en bienes inmuebles y centros históricos, por la Facultad de Arquitectura, licenciada en Arqueología por la Escuela de Historia, ambas de la Universidad de San Carlos de Guatemala. Ha laborado en diversos sitios arqueológicos como Tikal, La Joyanca, San Bartolo, Salinas de los Nueve Cerros, entre otros. Su compañero de fórmula es Hairo Castellanos, arquitecto egresado de la Universidad Mariano Gálvez que cuenta con 15 años de experiencia en la restauración de bienes inmuebles. Ambos han estado documentando desde hace cuatro años lo que denominan grafitis coloniales, que son marcas que han encontrado en las paredes de ciertos monumentos históricos de La Antigua Guatemala.

Según el Diccionario de términos de arte y elementos de arqueología, heráldica y numismática, de Guillermo Fatas y Gonzalo M. Borras, grafitos o graffitti, son inscripciones, letreros, etcétera, en las paredes de los edificios y que expresan sentimientos, ofensas, invocaciones, escenas o fechas, hechas por los visitantes, especialmente en lugares de veneración, prestigio o visita frecuente.

En la historia se han encontrado grafitis rupestres que datan de hace más de 40 mil años y en Guatemala desde el prehispánico, cuando se documentaron unos en Tikal en el Templo II y de la Estructura 5D-65. Sin embargo, en la Ciudad Colonial no habían sido registrados, hasta ahora que se han dado a la tarea de investigar y clasificarlos.

¿Cómo se inició la búsqueda?

La arqueóloga comentó que en 2020 participó en una ponencia vía Zoom en donde explicaban que en muchos conventos en México habían ubicado estas figuras. “En cuanto más los veía, me decía: si hay en México tiene que haber en Guatemala; era casi seguro que los iba a encontrar y, entonces, empecé a aplicar la técnica de barrido de muro, que yo llamo barrido ocular”.

“Empecé a analizar las paredes de espacios que no eran tan transitados para el público en general, porque yo sabía que tenían que estar en lugares bastante privados. Y se lo comenté a la arquitecto Hairo Castellanos y le inyecté la emoción por este tema, para buscarlos y documentar, porque son parte del legado histórico visual que tiene el país”, indica.

Ambos empezaron la investigación de campo y, en efecto, en conventos como San Agustín, Capuchinas y Santa Teresa fueron apareciendo diversidad de trazos. Para poder clasificarlos, crearon una ficha técnica y determinaron el proceso para catalogarlos y conocer el estado en el que se encontraban, “porque a partir de ahí se podrán conservar para un largo tiempo”.

El registro

“Llegamos a la conclusión de que había que extraer los dibujos de forma técnica sin alterar la morfología, ni las dimensiones. Vimos el proceso de conservación y la única forma de extraerlos era de manera digital o reproduciéndolos sobre un papel translúcido. En este caso, utilizamos papel calco para las piezas donde difícilmente se podía llegar, además de un registro fotográfico donde no se podía calcar. Posteriormente, se pasó de forma digital a la plataforma de AutoCAD (programa de diseño utilizado para realizar planos y dibujos en 2D y 3D), y se generaron con polilíneas y, luego de eso, se comparó el dibujo original a escala con el que está colocado en los muros”, explica Castellanos, quien es el encargado de ejecutar gran parte de esta fase.

Agrega que se utilizó luz ultravioleta, ya que esta sirve para dar a conocer lo que el ojo humano no puede ver, y hace un contraste de colores en donde los pigmentos relucen con mayor intensidad.

Al consultar por los trazos que son poco visibles, Castellanos comenta que depende mucho del área. “Los monumentos a veces tienen varias capas de pintura dentro de las cuales borran algunas áreas. En este caso, hay que hacer una exploración arqueológica por medio de escalpelo: quitar las capas y definirlo bien, y si no, se dibuja únicamente lo que visualmente se puede apreciar y es un trabajo de mucho tiempo, muy técnico y de mucha paciencia”.

Al concluir con este proceso, Luna revela que se inicia el estudio para “empezar a entender y a dar un análisis iconográfico de qué eran, qué representaban, cómo estaban vestidos. Los grafitis no son solo una muestra de arte, sino que son señal del sentimiento de algo que estaba pasando y nos permite ver qué hacía la gente en ese momento. Hay uno en donde están percutiendo un arma, vemos estas guerras que se estaban dando en el momento de la conquista, entonces todo eso es un legado gráfico e histórico de nuestro patrimonio y es importante conservarlo sobre todo porque están en muros expuestos que cualquier restauración los puede borrar, alguna persona los puede tachar y estamos perdiendo años de historia”.

La unión de estas dos ciencias (arquitectura y arqueología) es importante porque al implementar la estratigrafía muraria “leemos los muros, por ejemplo, cuál es el primer revestimiento, el segundo; entonces, es una mezcla bastante importante. La parte técnica de la arquitectura y científica de la arqueología trabajan juntas. Yo creo que por eso logramos hacer esta investigación, porque había cosas que yo no podía interpretar de una iglesia arquitectónica; pero el arquitecto sí podía darme ese conocimiento”, menciona la experta.

Esta averiguación les ha servido para conocer las diferentes ocupaciones que han tenido las edificaciones; por ejemplo, en el convento de Capuchinas se encontraron unas manos impresas en carbón, ya que ese lugar después del traslado a la Nueva Guatemala de la Asunción funcionó como una fábrica de pólvora. En el convento de Santa Teresa se ubicó un grabado de 1905, aproximadamente, de unas vacas, ya que funcionó como un establo, y de esta forma también se puede tener información cronológica de los edificios.

De este tema únicamente se tiene un registro previo con las excavaciones arqueológicas en el templo del Monasterio de Santa Catalina, Virgen y Mártir (Arco de Santa Catalina), efectuadas en 1997 por el doctor Mario Ubico, en los que “es posible apreciar en los paramentos de la cripta objetos de atención, tanto en los muros como de la bóveda misma inscripciones y dibujos que parecen corresponder a los siglos XVIII o XIX”.

“Espero que esto sea más público para que más investigadores se puedan seguir interesando porque sé que hay muchos que han documentado algunos, pero se han quedado en informes. Porque en la medida en que la gente conozca su patrimonio lo va a proteger; si no lo conoce, no puede protegerlo, tampoco amarlo”, finalizó Luna.

Katheryn Ibarra
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Esparciendo la semilla literaria de Asturias

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“Nuestro Premio Nobel va a ser feliz hasta que su pueblo lo lea”, es una frase que utiliza la Fundación Miguel Ángel Asturias, explica Ernesto Flores, director general de Desarrollo Cultural del Ministerio de Cultura y Deportes (MCD), quien indica cómo fue el procedimiento para traducir dos obras de Asturias al kaqchikel y cómo se están preparando para las ediciones en k’iche’.

Leyendas de Guatemala y El Señor Presidente, “son los dos libros que se trabajaron este 2024 como una reimpresión. También tendremos, primeramente Dios para septiembre, el lanzamiento en k’iche’; hoy sí lo van a leer y en su propio idioma”, comenta Flores, al referirse al deseo del literato.

Al consultarle acerca del proceso en estas reediciones, aclara que el tiempo de trabajo fue de alrededor de tres meses. “Vale decir que se hacen de la manera más pertinente, en el sentido de que incluso se hacen empatar la impresión al español con el formato del idioma propio, para que sea un poco más fácil leerlo; incluso, si uno es autodidacta con los idiomas, y poder llevar esta logística, asimismo la numerología que viene en kaqchikel para poderlos ir trabajando y e ir entendiéndolo”. De igual forma, se realizó un proceso de cambio de portadas en ambas ediciones.

Cecilio Tuyúc Sucúc es un lingüista que trabaja idiomas nacionales y es especialista en kaqchikel, ya que es uno que domina y habla de origen.

“Cada uno de los ejemplares trae un disco donde viene leído en el idioma originario. La idea de la Fundación Miguel Ángel Asturias que dirige Sandino Asturias, aquí en Guatemala, es poder tener libre la entrega de los mismos. No son comercializados ni vendidos, son para la libre distribución”, expresó Flores.

Dos escritos, dos razones

Las obras traducidas fueron elegidas, primero El Señor Presidente, por ser la obra insigne del literato “ya que fue con la que ganó el Premio de Literatura; entonces, era indispensable poderlo presentar, sabiendo que es un libro bastante complejo en su lectura”; este fue
escrito en 1946.

Por su parte, Leyendas de Guatemala, “porque es un texto que nos lleva a conocer el origen de las tradiciones orales de Guatemala, pero que ya Asturias se toma el tiempo para plasmarlas. Cuentos que nos presentan como La Tatuana u otros especiales que cada uno de niños creo que nos erizaba la piel, pero que ahora se nos eriza a la hora de saber quién es el autor de una obra de este estilo”, comparte el director de Desarrollo Cultural.

Letras en k’iche’

Las publicaciones en este idioma se están haciendo con traductores especiales en las que también colabora la Academia de Lenguas Mayas de Guatemala para dar acompañamiento al proceso. El traductor es Marco Marroquín, en el tema de Leyendas de Guatemala y El Señor Presidente por María Beatriz Par Sapón, describen los encargados.

“Sabemos que Guatemala tiene muchos talentos. Así como Miguel Ángel (Asturias), puede haber muchos más guatemaltecos en muchas disciplinas y materias capaces de hacerlo. Esperamos sembrar esa semilla de maíz donde va a fertilizar y crecer en los corazones y las mentes de jóvenes guatemaltecos, donde vamos a, primeramente Dios, tener nuevos premios Nobel inspirados por uno que surgió hace tanto tiempo”, finaliza.

Katheryn Ibarra Fotógrafo: Mariano Macz
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Cautiva a los conductores con las notas de su violín

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En medio del bullicio citadino, de las calles abarrotadas por automotores y la volátil cotidianidad, emerge un sonido melodioso, armónico y poco usual para peatones y conductores, pues proviene de un violín que es ejecutado por Jazmín Bocaletti, una artista urbana que ha convertido las intersecciones viales en su escenario.

Jazmín rompió el miedo escénico hace siete años, cuando comenzó a hacer malabares con clavas, a pedalear un monociclo y a hacer telas aéreas. Todo fue gracias a un amigo quien “hacía semáforo” y mostraba sus destrezas cuando los vehículos se detenían por la luz roja.

Primero fue por expresar su arte, pero luego se dio cuenta de que al depurar sus técnicas y organizar su tiempo podía agenciarse de dinero para alcanzar su meta académica.

Su encuentro con el violín ocurrió en la búsqueda por experimentar y aprender nuevas habilidades artísticas, pero su talento facilitó todo. Recibió clases con un maestro guatemalteco; luego, un con hondureño y, por último, con Miss Rossini, su maestra venezolana, quien le ayudó a perfeccionar el
instrumento.

“A mí me gusta tocar el violín en las calles, porque con las melodías que interpreto siento que despierto y transmito sentimientos que llegan directo al corazón de las personas; es una forma de ayudar a bajar el estrés de la gente que espera el cambio de luces para continuar su camino”, comentó.

El dinero que Jazmín obtiene con el arte le sirve para costear sus estudios de inglés, pues su objetivo es emplear ese idioma como una herramienta laboral, para viajar y seguir con la música. La esquina de la Ruta 6 y 7ª avenida de la zona 4, es el lugar que Jazmín escogió para difundir su música y hacer placentera la vida de los automovilistas, mientras se enciende la luz verde del semáforo.

Tatiana Valenzuela
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