Lic. Francisco Leal
Asesor de Gerencia
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El enfoque territorial es una manera de comprender y promover el desarrollo regional o departamental que destaca la importancia del territorio, entendido como el entorno sociocultural y geográfico en el cual interactúan las personas para satisfacer sus necesidades y desarrollar sus actividades productivas.
El territorio, tomando la definición clásica para los estudios de desarrollo rural de Schejtman y Berdegué (2004, pág. 5), “es un conjunto de relaciones sociales que dan origen y a la vez expresan una identidad y un sentido de propósito compartidos” sobre el que se ejerce algún tipo de autoridad (Agnew, 2005). La clave aquí es la comprensión del territorio como una construcción social, donde las instituciones públicas y los ciudadanos, son quienes configuran con sus relaciones el significado y la apropiación de un determinado espacio físico y social.
Estas relaciones son tanto de colaboración como de conflicto y el territorio se convierte para las instituciones públicas en un medio de afirmación y articulación entre ellas.
La clave aquí es la comprensión del territorio como una construcción social.
En este marco, para efectos de la gestión institucional, el enfoque territorial es una noción conceptual e instrumental que reconoce al territorio como factor de desarrollo y como unidad para la actuación interinstitucional en forma planificada y articulada. Debe quedar claro que el enfoque territorial se diferencia claramente de la mirada sectorial sobre la realidad, utilizada en nivel central, pues este dota a las instituciones públicas del nivel desconcentrado de una visión sistémica, esto es, de una visión que integra las diferentes dimensiones del desarrollo en un determinado ámbito territorial para lograr mayores niveles de articulación en torno a objetivos comunes del desarrollo departamental o regional.
Es evidente dificultad que enfrentan las entidades públicas en el nivel desconcentrado para superar el sesgo sectorial que juega en contra del desarrollo territorial de dos maneras: en primer lugar, por la persistente ceguera de las políticas sectoriales respecto de las condiciones territoriales en las que se implementan (Fernández y otros, 2013); en segundo lugar, por la dificultad que evidencian las delegaciones institucionales de pasar de un enfoque sectorial a un enfoque territorial (Berdegué y Favareto, 2019).
Sin embargo, pasar de un enfoque sectorial a uno territorial no significa eliminar las políticas sectoriales ni dejar de valorar el papel estratégico que estas pueden jugar en la promoción de procesos de desarrollo territorial.
