Josefina Santa Cruz
Facultad de Educación
Recientemente, el artículo Measuring human capital using global learning data, publicado en la revista científica Nature, entregó sólida evidencia que permite concluir que el progreso en el aprendizaje ha tenido un crecimiento limitado a pesar del aumento en la escolarización de las personas.
Estos datos, recogidos entre 2000 y 2017, tienen un impacto directo en el desarrollo de capital humano, puesto que, de acuerdo con la premisa de este artículo, el crecimiento de los países no dependería de la escolaridad de las personas, sino de lo que logran aprender en la escuela; ambos índices, desgraciadamente, no van de la mano. Este es el caso de Brasil, país con un promedio de 11.7 años de escolaridad (12 es el máximo) y un índice de aprendizaje apenas sobre la media; Ghana, por su parte, tiene la misma escolaridad de Brasil y un puntaje de aprendizaje que lo aleja de la media en 190 puntos.
A pesar de que Chile tuvo un puntaje por sobre la media global (449 sobre 420), aún está lejos de tener un rendimiento destacable si nos comparamos con Estados Unidos (521) o Japón (553), y la pregunta que asoma es global, no solo para Chile: ¿Por qué la escuela no logra generar los aprendizajes que la sociedad espera? La respuesta a esta pregunta es compleja, en tanto refiere a un conjunto de variables.
A pesar de que Chile tuvo un puntaje por sobre la media global aún está lejos de tener un rendimiento destacable.
Pero hay un factor que puede ser más sencillo de controlar: entregar a la escuela aquello que es su principal responsabilidad, que los niños aprendan el currículum, esa parte o “recorte” cultural que la sociedad ha determinado que las generaciones jóvenes deben aprender para convertirse en personas plenas que puedan integrarse a la sociedad, aportar, participar y decidir.
Actualmente, las escuelas y quienes trabajan en ellas se hacen cargo de innumerables responsabilidades, como campañas de vacunación, entrega de alimentación, programas de prevención de la obesidad, programas de nutrición sana, prevención de drogas, entre tantas otras iniciativas; todas importantes, pero que requieren tiempo por parte de los docentes, restándoles dedicación a su principal tarea: que los niños y jóvenes aprendan el currículum, tanto el 70% obligatorio como el 30% de libre disposición, que cada escuela decide de acuerdo a su proyecto educativo.
Hoy enfrentamos una situación crítica a propósito de la pandemia y será aún más urgente focalizar las tareas de la escuela en recuperar aprendizajes. Es importante que esto ocurra y permanezca. Los profesores son expertos en enseñar sus materias y hay que dejarlos que se dediquen a esta tarea, porque a juzgar por la evidencia, nuestro capital humano se juega en cuánto aprenden los niños en la escuela.