Un Atlético de Madrid, agigantado ante un desafío enorme, anuló y devoró ayer a la Juventus en el partido de ida de los octavos de final de la Liga de Campeones, disparado hacia el duelo de vuelta en Turín por los goles de los uruguayos José María Giménez y Diego Godín y un sensacional 2-0.
Ganó con indiscutible merecimiento, no recibió ningún tanto en contra y llegará al Juventus Stadium con dos goles de ventaja. Un plan y un desenlace perfecto para un equipo que quiere la Liga de Campeones, que no entiende de favoritos, que fue capaz de dejar en prácticamente nada a un rival de tal talla y con Cristiano Ronaldo en sus filas.
Pese al VAR
De estreno en los octavos de final del torneo de los torneos, sin el videoarbitraje la ventaja habría sido incluso mayor para el conjunto rojiblanco, frustrado por un tanto anulado a Álvaro Morata, concedido primero por el árbitro, antes de ver de nuevo la jugada. Ni siquiera eso lo hizo decaer. Luego logró los dos goles.
Cada nuevo estadio necesita sus historias, momentos imborrables que transcienden el tiempo. En ello está el Wanda Metropolitano, que ya disfrutó con las semifinales de la Liga Europa contra el Arsenal y que ahora quiere más, mucho más. Ya tiene una noche de Champions vibrante, pero aún queda completarla el 12 de marzo en Turín.
No hay matices en la competitividad del Atlético. Tampoco en Diego Costa. Un “guerrero”, como lo calificó Simeone, pero también mucho más. El sábado reapareció 2 meses y 10 días después de una lesión; ayer irrumpió en el 11 con la voracidad, la fuerza y la pasión que le hacen temible para
cualquier oponente.
El 19 rojiblanco fue el elegido para un partido de alto voltaje por Morata. También fue el faro sobre el que entendió el Atlético el origen de su duelo; primero para desprenderse de la presión de la Juventus, al ritmo ofensivo de la movilidad de Cristiano Ronaldo, que exigió de inmediato una parada de Oblak.