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El Ángel de nuestra cultura

Sentir orgullo de ser guatemaltecos principia por honrar a nuestros héroes.

Hace 117 años nació el más universal de los guatemaltecos. Miguel Ángel Asturias vino al mundo el 18 de octubre de 1899, a las 10 de la noche. Según la tradición familiar, su natalicio ocurrió un día después. Sus padres fueron Ernesto Asturias y María Rosales de Asturias. Germinó en la casa número 11 de la Avenida de Caballería de la Nueva Guatemala de la Asunción. En la nomenclatura posterior se identificó como 14 avenida 5-54 zona 1, frente al Parque Colón. El nombre Miguel Ángel le fue dado por admiración al célebre pintor, escultor y arquitecto florentino Miguel Ángel Buonarrotti. Lo bautizaron en la parroquia de El Sagrario, integrada a la Catedral Metropolitana. En otra de las capillas de la misma iglesia, la de Nuestra Señora del Socorro, Miguel Ángel contrajo matrimonio con Clemencia Amado el 2 de abril de 1939, en momentos de gran apremio, pues su padre se encontraba en una condición crítica provocada por un cáncer en la garganta.

Ernesto Asturias Girón era abogado y notario. En la época del nacimiento de su hijo Miguel Ángel se desempeñaba como magistrado de la Corte de Apelaciones. Era “delgado, alto, reservado y autoritario”. En cambio, María Rosales era extrovertida y de mirada dulce. La madre de Miguel Ángel fue un importante soporte emocional y económico en su constante descubrimiento del mundo y la literatura. En 1946, Miguel Ángel radicaba en México y no encontraba una editorial dispuesta a publicar El señor Presidente. Decidió darla a la estampa por su cuenta en los talleres del catalán Bartolomé Costa Amic. Los doscientos dólares para la impresión los suministró su pariente Jorge Asturias quien, años después, confesaría al escritor que esa suma fue aportada por María.

Miguel Angel Asturias es la cumbre del expresionario guatemalteco y el más universal de nuestros paisanos. Es un autor extraviado, “clásico”, ya que su nombre se menciona mucho, pero sus obras no son leídas.

Los especialistas insisten en abordar los títulos asturianos más conocidos o consagrados, con el propósito de justificar el otorgamiento del Premio Nobel de Literatura en 1967. Más allá de ese afán canonizador está la necesidad de que Guatemala se reencuentre con un autor primordial, quien nos heredó una serie de claves para comprender la doble raíz que alienta nuestra cultura.

En esta fecha emblemática, solicito reencontrarnos con nosotros mismos, por medio de la reconstrucción de la senda creativa de este escritor fundamental. Es la invitación para iniciar el mejor homenaje de la lectura de las labores asturianas, con la retina limpia y el corazón en la mano.


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