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COLUMNAS

El 11-S y el renacer de la mirada crítica en Hollywood (I)

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Pablo Castrillo 

Profesor del Departamento de Cultura y Comunicación Audiovisual

En una mañana de septiembre, hace veintidós años, cuando dos aviones de pasajeros se estrellaron contra las Torres Gemelas de Manhattan y cuando, poco tiempo después, los edificios se desmoronaron en una nube de escombros y hormigón que inundó las calles, las mentes de millones de espectadores se apresuraron a establecer una conexión aparentemente trivial: “Parece sacado de una película”.

El cáustico director Robert Altman afirmó con amargura: “Hemos creado esta atmósfera y les hemos enseñado [a los terroristas] cómo hacerlo”. Verdaderamente, el cine de Hollywood había mostrado durante años una afición entusiasta por el espectáculo de la destrucción. Pero el 11-S, en su dimensión de tragedia humana y, al mismo tiempo, de trauma visual, causó inicialmente el efecto contrario.

Es conocida la anecdótica retirada de un tráiler de Spider Man (2002) en el que un grupo de atracadores que escapa en helicóptero se ve atrapado por una gigantesca telaraña tejida entre los rascacielos mellizos del World Trade Center (la escena se puede ver en YouTube). Esta cautelosa autocensura afectó a muchas otras películas, que fueron editadas o aplazadas, e incluso canceladas en fase de proyecto.

Eran películas oscuras, con protagonistas desorientados, envueltos en conspiraciones escurridizas, y amenazados por una maquinaria política aparentemente inexorable. 

Películas predictoras. Fue menos frecuente, en cambio, la referencia a Domingo Negro, un thriller de 1977 en el que el grupo terrorista palestino Septiembre Negro orquesta un escalofriante atentado durante la final de la Super Bowl, estrellando contra las gradas el emblemático dirigible de la marca Goodyear cargado de explosivos.

El director de la película, John Frankenheimer, fue precisamente quien había inaugurado quince años antes el género del thriller político estadounidense con El mensajero del miedo (1962), en el que un candidato presidencial era asesinado por un veterano de guerra psicológicamente condicionado por sus captores.

Los espectadores de aquella película paranoide y desquiciada que culminaba con un disparo de rifle en un mitin electoral pudieron ser testigos y sentir cierta familiaridad, tan solo unos meses después, del asesinato del presidente Kennedy.

Precisamente, cuando El mensajero del miedo terminó su recorrido –no muy exitoso– en taquilla, se corrió el rumor de que había sido retirada por razones de sensibilidad, rumor que fue desmentido incluso por el propio Frank Sinatra, protagonista y productor de la película. Y de esa encrucijada nace una corriente cinematográfica que alcanzará su apogeo en los años setenta.

El cine político de los 70. La oposición a la guerra de Vietnam –que venía escalando desde 1965–, el movimiento por los derechos civiles, los asesinatos de Martin Luther King y Bobby Kennedy en el 68, y la sucesión de escándalos políticos que culminaría en el caso Watergate, todas estas fuerzas convulsas confluyeron en un período de efervescencia contracultural y agitación política que también se hizo sentir en Hollywood.

Aquellos años alumbraron joyas fílmicas como La conversación (1974), El último testigo (1974), Los tres días del cóndor (1975), Todos los hombres del presidente, Marathon Man (1976) y El síndrome de China (1979).

Eran películas oscuras, con protagonistas desorientados, envueltos en conspiraciones escurridizas, y amenazados por una maquinaria política aparentemente inexorable. Con cierta frecuencia, sus finales eran insatisfactorios o amargamente ambiguos. Y casi siempre ofrecían una imagen de la clase política profundamente marcada por la corrupción, el engaño y una mentalidad en la que fines espurios justificaban medios inmorales.

El regreso del ‘thriller’ político. Es significativo que, tras los trágicos ataques del 11 de septiembre de 2001, y tras un breve período de respetuoso (o temeroso) silencio creativo, Hollywood diera luz verde al remake, precisamente, de El mensajero del miedo (2004).

                                           Continuará… 

Universidad de Navarra
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COLUMNAS

Desafíos de la formación artística en Guatemala (I)

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Ethel Marina Batres Moreno

Dirección de Formación Artística

Ministerio de Cultura y Deportes

[email protected]

La Revolución de 1944 contribuyó a la promoción de la formación artística en Guatemala; para algunos, la época actual tiene semejanzas con aquella. Pero el país no florecerá mágicamente. Lograr cambios básicos requerirá planes viables y esfuerzos colectivos. ¿Juega algún papel la ciudadanía para mover engranajes transformadores? En cuanto a la formación artística, los retos son enormes. Una revisión de contexto puede ayudar a orientar el trayecto. 

Las primeras referencias a la formación de artistas en Guatemala se encuentran en el Pop Vuh: “Y eran pintores, músicos, artistas”, y se suman a toda una iconografía previa que las muestra. El libro sagrado k’iche’ al nombrar con propiedad a los artistas, implícitamente reconoce un proceso previo: el formativo. Éste se constata con la transmisión efectiva de saberes hasta nuestros días. 

En cuanto a formación artística los retos son enormes.

Hay manifestaciones ancestrales en los procesos de aprendizaje comunitario, en los repertorios, en el imaginario mostrado en textiles y bordados, en la cosmovisión expuesta en textos y otras representaciones, en las expresiones teatrales y danzarias, en la escultura, cerámica y otras. Esto refleja un legado cultural, artístico y pedagógico-artístico que principia a ser considerado con equidad bajo la divisa contemporánea de que “no hay saberes superiores a otros, únicamente diferentes”.

El reto a nivel formativo dentro de las comunidades actuales consiste en mantener viva la tradición, en resguardar elementos, en adaptarlos, refuncionalizándolos sincréticamente, en convertirlos en un reservorio vital capaz de dinamizarse constantemente y en propiciar la creación. Este es uno de los componentes a considerarse dentro de la
formulación de directrices pedagógicas para el país pluricultural que principia a reconocer la riqueza de su diversidad. 

Por otra parte, la invasión española añade otros elementos. La condición de Capitanía General favoreció las visitas y el asentamiento de artistas en Guatemala. La pionera escuela de primeras letras ya incluía la formación de “acólitos y cantantes de ceremonias y alabados”. Los centros de artes y oficios formaban orfebres, artesanos, pintores y escultores.

El obispo Francisco Marroquín en 1548 solicitó al rey de España la presencia de “un buen artistaque fomentara la enseñanza. En 1802, el compositor Rafael de Castellanos tenía en su escuela un claustro de 16 profesores de música Los saberes llegados de Europa tomaban prestigio y se extendían.

Este legado perdura y se ha desarrollado extraordinariamente. Toda tradición artística implica una tradición formativa, y la suma de esfuerzos repercute en el momento actual, cuyos desafíos son mayúsculos, pero prometedores. 

                             (Continuará) 

Colaborador DCA
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COLUMNAS

SVET: violencia sexual y su abordaje psicológico

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Secretaría contra la Violencia Sexual, Explotación y Trata de Personas

La violencia sexual es una problemática social que comprende conductas sexuales contrarias a la dignidad de quien la experimenta, lo cual repercute gravemente en el desarrollo integral de las personas víctimas de este delito, no solo en su salud física, sino en su bienestar psicológico, el de sus familias y comunidades.

Por ello, es fundamental su abordaje desde un enfoque multidisciplinario, que incluya, el psicológico, como consecuencia de los daños que este flagelo ocasiona en la salud física y emocional de las víctimas.

 ”El abordaje de la violencia sexual es fundamental desde el ámbito de la psicología“.

En ese contexto, la Secretaría contra la Violencia Sexual, Explotación y Trata de Personas (SVET), adscrita a la Vicepresidencia de la República, en cumplimiento de su mandato legal, impulsa acciones de formación y de sensibilización con una perspectiva amplia, que incluye el ámbito académico, especialmente el fortalecimiento de las capacidades de quienes de forma directa o indirecta, están involucrados en acciones de prevención, atención, acceso a justicia y reparación de las víctimas, con énfasis en los modelos de abordaje psicoterapéuticos. 

En ese sentido, la SVET realizó recientemente el seminario Prevención y atención integral en casos de violencia sexual. Aspectos legales, criminológicos y psicológicos, con el objetivo de fortalecer los conocimientos de docentes, estudiantes y profesionales del área científico-asistencial, involucrados en la prevención y atención de casos de violencia sexual. Esto para favorecer la identificación de casos, tomando como referencia el ámbito de la psicología. 

La Dirección contra la Violencia Sexual de SVET fue la encargada de desarrollar el seminario, impartido en la Escuela de Ciencias Psicológicas del Centro Universitario Metropolitano (CUM), tras evaluar la necesidad de fortalecer a quienes brindan atención psicológica desde el ejercicio de la profesión, a través de diferentes centros de Práctica Profesional Supervisada y del Ejercicio Profesional Supervisado, en los que tienen contacto con población en situación de vulnerabilidad como niñez, adolescencia, personas sobrevivientes de violencia sexual, con discapacidad y adultos mayores, entre otras. Sumado a esto, brindarles insumos acerca del marco legal nacional e internacional en materia de violencia sexual, así como de las responsabilidades legales y éticas que adquieren en el ejercicio de su profesión.

Asimismo, los participantes reforzaron sus conocimientos sobre psicología forense, pautas de atención, criminología de la violencia sexual y ubicación de rutas de atención interinstitucional a seguir, para garantizar la protección, asistencia, restablecimiento de derechos y acceso a la justicia de las víctimas, así como el funcionamiento y competencias de algunas de las instituciones públicas vinculadas al abordaje de la violencia sexual. 

La SVET también trabaja en impulsar análisis de factores sociales, psicológicos y criminológicos, relacionados con la comisión de delitos de violencia sexual, por medio de alianzas estratégicas con diferentes instituciones a nivel nacional, como es el caso de la Universidad de San Carlos (USAC). 

Colaborador DCA
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COLUMNAS

A vueltas con la “lanza en astillero”de Alonso Quijano / don Quijote (II)

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Carlos Mata 

Grupo de Investigación Siglo de Oro (GRISO)

Así que alguien sabe qué es un astillero. Y siendo este un adorno —es decir, un exhibido símbolo de calidad social— de la casa de un hidalgo, no es verosímil que la lanza estuviera en olvido: era, eso sí, una lanza antigua, arma de los antepasados de don Quijote, mucho tiempo inactiva, pero la colocación en el astillero revela precisamente que su dueño quiere dejar clara su hidalguía y su vocación militar.

Era, no se olvide, aficionado a la caza, ejercicio sustitutorio de la guerra. Una lanza olvidada se coloca en un desván, en el establo, en el vano de una escalera, con otros objetos inservibles. Pero no es esto lo que sucede con la de don Quijote.

Cada día, al salir de su casa o al entrar en ella, el ingenioso hidalgo vería su lanza en astillero, su adarga antigua —tampoco olvidada—, dándole voces silenciosas, y algo en su interior iría acumulando la energía suficiente para que por fin embrazara su escudo, empuñara esa lanza que todos los días atraía su mirada, y saliera a correr sus aventuras por el antiguo campo de Montiel y por todo el universo mundo. No, la lanza de don Quijote no estaba en el olvido. Estaba exactamente en el astillero”.

Y no olvidemos el dato que aporta de que eran adorno.

En sentido semejante se expresaba Enrique Suárez Figaredo en un artículo publicado en Lanza Digital, diario de la Mancha el 1 de mayo de 2019, “La interpretación pertinente de ‘lanza en astillero’”: “¿Por qué leer en sentido figurado lo que tiene una lectura recta? El astillero (no de ‘astilla’, sino de ‘asta’) para una lanza es algo similar a lo que se emplea para los rifles de caza. […] ¿Acaso había de tenerlo en el fondo de un armario sepultado por los abrigos? Que un hijo-de-algo aldeano tenga una vieja lanza en su astillero, no ‘detrás de la puerta’, evidencia el melancólico y orgulloso recuerdo de los hechos de sus antecesores”.

Queda claro, pues, a tenor de la definición que brinda el Tesoro de Covarrubias (recordemos su fecha: 1611), que los astilleros ‘estantes para colocar las lanzas’ existían en la realidad; y no olvidemos el dato que aporta de que eran “adorno de la casa de un hidalgo”, como lo era Alonso Quijano, un hidalgo —eso sí— que soñaba con ser caballero andante.

Tampoco estará de más recordar —aunque sea una obviedad— que una palabra o una expresión pueden tener distintos significados, dependiendo del contexto y de la situación en que se empleen.
     

(Continuará)

Colaborador DCA
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