Pablo Paniagua Prieto
Investigador de Faro UDD
Estos dos pensadores ofrecieron enfoques contrastantes sobre cómo entendemos y justificamos el derecho de propiedad en la sociedad. Por una parte, John Locke (2014), en su obra Two Treatises of Government desarrolló una teoría del derecho de propiedad que se ha convertido en un pilar fundamental de la filosofía política moderna. Según Locke, el derecho de propiedad surge de forma natural a través del trabajo y de la mezcla del trabajo con la naturaleza.
Este argumentaba que cuando un individuo trabaja en algo y lo mejora, adquiere ipso facto un derecho de propiedad sobre ese objeto. El argumento de Locke busca demostrar que los individuos que poseen o crean propiedad tienen luego derechos morales sobre esta, por lo que, a pesar de las desigualdades que se podrían generar, bien podríamos defender que dicha sociedad es justa.
Locke creía que la propiedad privada era fundamental para la preservación de la libertad individual y la prosperidad de la sociedad en su conjunto.
En el Segundo tratado, Locke dedica un capítulo entero a la propiedad en donde enarbola varios argumentos distintos para justificar la propiedad y las adquisiciones iniciales. Pero no cabe duda de que para Locke el trabajo que nace de la acción del hombre es un elemento crucial en la creación de valor y para llegar a adquirir propiedad.
Según el célebre filósofo americano Robert Nozick, una teoría de los derechos de propiedad necesita elaborar tres principios clave: i) un principio de “justicia en la adquisición inicial” de la propiedad, o cómo justificamos a los primeros individuos que dijeron, como diría Rousseau, “esto es mío”; ii) un principio de “justicia en la transferencia”; y iii) un principio de “justicia en la rectificación”.
En sus escritos sobre la propiedad, John Locke se concentra principalmente en la primera de estas cuestiones: ¿Cómo llegan los individuos a establecer derechos de propiedad sobre tierra y cosas que se hallan en estado natural? Y, ¿por qué están justificados a hacerlo? Dicho de otra forma ¿cómo podemos justificar la apropiación inicial y el derecho a excluir a otros del uso de cosas y objetos que eran de propiedad común en el estado de naturaleza? ¿Cómo podemos justificar a aquellos que Rousseau llamaba ‘impostores’? Con todo, y contra Rousseau, Locke da cuatro argumentos para la justificación inicial de la propiedad: i) el argumento de la supervivencia, ii) el argumento de la “labor mezclada”, iii) el argumento del “valor añadido” del trabajo y iv) el argumento de que Dios nos ha dado la propiedad para poder hacer un uso racional del mundo y para incentivar al hombre a trabajar (el argumento del mérito). Sin duda la argumentación más celebre de estos cuatro puntos es su idea de la “labor mezclada” y el “valor añadido”. En palabras de Locke:
“Aunque la tierra y todas las criaturas inferiores pertenecen en común a todos los hombres, cada hombre tiene, sin embargo, una propiedad que pertenece a su propia persona; y a esa propiedad nadie tiene derecho, excepto él mismo.
El trabajo de su cuerpo y la labor producida por sus manos, podemos decir que son suyos. Cualquier cosa que él saca del estado en que la naturaleza lo produjo y la dejó, y a la que mezcla su labor y añade a ella algo que es de sí mismo, es, por consiguiente, propiedad suya.
Pues al sacarla del estado común en el que la naturaleza la había puesto, agrega a ella algo con su trabajo, y ello hace que no tengan ya derecho a ella los demás hombres. Porque este trabajo, al ser indudablemente propiedad del trabajador, da como resultado el que ningún hombre, excepto el, tenga derecho a lo que ha sido añadido a la cosa en cuestión” (Locke, 2012. pp. 56-57).
De esta manera, Locke creía que la propiedad privada era fundamental para la preservación de la libertad individual y la prosperidad de la sociedad en su conjunto, ideas que luego recogería Robert Nozick en su famoso libro Anarquía, Estado y Utopía.
Continuará…