COLUMNAS
Do ut des
“Te doy, porque me das”, tal, en síntesis, la otra sentencia latina que nos ilustra en cuanto al reclamo de los derechos territoriales, insulares y marítimos en torno a Belice que Guatemala nunca transmitió o si quiere verse desde otro ángulo, los límites de una detentación que jamás tuvo un título legítimo –título legítimo, al menos parcial, que pudo haber tenido sobre lo detentado el Estado que transmitió a Belice si hubiera cumplido con su obligación de dar– única razón para que hubiera dado algo Guatemala o hubiera reconocido algo. El tratado de 1859 celebrado entre la República de Guatemala –recién constituida en 1847– y el Estado que más de un siglo después, en 1981, transmitió a Belice sus derechos (aquellos derechos que pudiera haber tenido puesto que nadie puede transmitir lo que tiene, ni transmitir más derecho que el que pueda tener) contenía siete cláusulas, las seis primeras, un reconocimiento de límites entre nosotros y el establecimiento (que no colonia, para entonces, ni parte integrante suya) de quien fue la contraparte en el tratado y una séptima que es impropia de un tratado de límites, la contraprestación establecida, única razón de ser de nuestra aceptación de las primeras.
La cláusula séptima del tratado establecía para nuestra contraparte la obligación de poner todo su esfuerzo –también nosotros comprometidos a hacerlo– para establecer una vía terrestre, carretera, ríos, o combinación de estos, para comunicar la ciudad de Guatemala con el Atlántico, cercana al establecimiento de Belice. Los tratados no son más que contratos entre Estados o –ahora– entre Estados y otros sujeto de Derecho Internacional o viene entre estos, y el Tratado de 1859 es en efecto eso, un contrato, contrato sinalagmático, contratos estos, los sinalagmáticos, en que las prestaciones de las partes se establecen en función de lo que una recibe de la otra de tal forma que si una falta en el cumplimiento de su obligación, ninguna obligación tiene la otra de cumplir la suya. Clásico contrato sinalagmático del Derecho Civil, la compraventa, que bien nos sirve para ilustrar el caso, si así simplificada; el vendedor, a cambio del pago del precio convenido, pago que debe hacer el comprador le transmite algo suyo.
Obligación del vendedor, transmitir el bien de que se trate, del comprador, pagar el precio. Si el comprador no paga el precio convenido, nada adquiere, puesto que la transmisión a su favor solamente podría producirse con el pago, la razón de ser de la transmisión a hacerse. De igual forma, no podría el vendedor hacer suyo el pago si no transmite lo convenido puesto que la única razón de ese pago es la citada transmisión. Pues bien, en este caso, el contrato –el tratado– el tratado de 1859 establecía o reconocía derechos de nuestra contraparte, seis primeras cláusulas(nuestra obligación) a cambio de la obligación establecida para esta en la cláusula séptima: poner todo su esfuerzo para realizar la vía de comunicación citada. Incumplida la cláusula séptima, de su parte, contraprestación de las seis primeras, nada podría haber adquirido en estas ni nada se le pudo haber reconocido.
Existe discusión entre los tratadistas en el sentido que un tratado que reconozca fronteras (en este caso se reconocían límites) conservan valides en cuanto a estas, aunque se incumplan otras de sus cláusulas tema muy discutible en un tratado sinalagmático pero que menciono para simple conocimiento, no siendo lo tratado en esta columna. El tema es el incumplimiento por nuestra contraparte de la obligación contenida en la cláusula séptima del tratado, obligación que, de haberla cumplido, le hubiera dado el título legítimo, si bien parcial, que nunca tuvo,(el tratado no hace mención de isla alguna). Incumplida su obligación quiso cumplirla en forma distinta, haciéndonos pago de la cantidad de cincuenta mil libras esterlinas, cantidad importante entonces y que en la actualidad, contemplado su poder adquisitivo en aquel momento y los intereses compuestos a sumar, sería de importancia, pero el pago nunca pudo concretarse porque no lo autorizó su Parlamento.
En lo territorial, insular y marítimo el único título legítimo, si bien parcial, que podría oponérsenos es el tratado de 1859, siempre y cuando hubiera cumplido nuestra contraparte la obligación que le correspondía, tal como fue establecida o novada, pero habiéndola incumplido, no pudo haber adquirido ni transmitido título legítimo alguno pues nunca lo tuvo y perdió la oportunidad de tenerlo –NADIE DA LO QUE NO TIENE– ni haber transmitido más derecho que el que haya podido tener: la sola detentación, que no es derecho. NADIE PUEDE TRANSMITIR A OTRO MÁS DERECHO QUE EL QUE TIENE, título legítimo, si bien parcial que, reitero, pudo haber tendido si hubiera cumplido con su obligación; DOY PARA QUE ME DES; RECIBO, PORQUE TE DOY.
Ningún título legítimo podía adquirirse, incumplida la obligación a satisfacer para adquirirlo. Belice, el Estado de Belice, su población, –lo fáctico llevó a que esto ocurriera– tiene el derecho de determinarse por sí mismo derecho de autodeterminación reconocido por nosotros mismos y tal derecho, su verdadero título (no lo que no pudo transmitírsele) título, el de la autodeterminación, cuyo alcance territorial, insular y marítimo, tomamos nosotros en cuenta, cara a cualquier reclamo que pudiéramos hacer, y que tomará en cuenta el Tribunal, derecho de autodeterminación que también nosotros tenemos, con todos sus alcances.
El tema indemnizatorio es un tema distinto a tratar con el Estado que detentó, en su momento y que transmitió, lo detentado, tema en que la buena fe y la imaginación, a la altura de los tiempos, puede desembocar, esperemos que así sea, en beneficio para todos.
COLUMNAS
Política Cultural Municipal: un impulso para el desarrollo local
Lic. Ernesto Salvador Flores Jerez
Dirección General de Desarrollo Cultural
La Política Cultural Municipal (PCM) es un instrumento clave que integra un plan de acción y organización a nivel municipal con un enfoque a mediano y largo plazo. Su objetivo es impulsar el desarrollo cultural, posicionando a la cultura como un motor de crecimiento para las comunidades locales. Desde su inicio en 2016, se han formulado 130 PCM, que han sido aprobadas por sus respectivos consejos municipales, alcanzando un hito importante en 2024.
Este proyecto, impulsado por el Ministerio de Cultura y Deportes, a través de la Dirección General de Desarrollo Cultural, se centra en la descentralización de los procesos culturales, asegurando la salvaguarda y promoción de las expresiones culturales, tradiciones y patrimonio local.
Este proyecto se centra en la descentralización de los procesos culturales, asegurando la salvaguarda y promoción de las expresiones, tradiciones y patrimonio.
A lo largo de cinco fases, el proyecto busca involucrar a las autoridades edilicias, organizaciones de la sociedad civil y actores culturales locales, en un proceso colaborativo que refuerza la identidad y riqueza cultural de cada municipio.
La primera fase se enfoca en la vinculación entre el Ministerio de Cultura y Deportes con las autoridades municipales, asegurando el compromiso y aprobación del Concejo Municipal para formular la PCM.
En la segunda fase, se realizan encuentros presenciales en los municipios con la participación de actores culturales clave, en donde se discuten temas esenciales como las artes, patrimonio cultural y deporte, identificando problemáticas y soluciones para su desarrollo.
La tercera fase comprende la redacción de la propuesta de PCM, basada en la información recopilada durante los encuentros. Seguidamente, en la cuarta fase, se lleva a cabo un taller final para validar y corregir la propuesta antes de su presentación oficial al Concejo Municipal para su aprobación.
Finalmente, la quinta fase culmina con la entrega pública de las PCM a nivel nacional, un acto que formaliza el compromiso de las autoridades y actores culturales para la implementación de estas políticas. Este esfuerzo conjunto tiene como meta principal el rescate, la promoción y la preservación de la diversidad cultural y deportiva en cada municipio, fomentando el buen vivir y fortaleciendo el tejido social a través de la cultura.
Con estas acciones, la Política Cultural Municipal se consolida como una herramienta fundamental para el desarrollo sostenible de las comunidades locales, garantizando que las futuras generaciones puedan disfrutar y participar en la rica herencia cultural de sus municipios. Este 2024 se logra un éxito al acumular ya 130 PCM a nivel nacional.
COLUMNAS
Pueblos de mujeres y niños
Patricia Letona
Innovación y Relacionamiento Estratégico
¿Qué futuro le espera a un pueblo cuyo tejido social se ha roto, donde la mayor aspiración de sus jóvenes es encontrar los recursos necesarios para migrar?
¿Cómo hemos fallado como país para que la migración se haya convertido en la principal opción para garantizar el sustento económico?
Tan solo en el 2021, cerca de 300 mil guatemaltecos llegaron de manera irregular a la frontera sur con Estados Unidos, no todos lograron pasar. Muchos de ellos comprometieron todo su patrimonio familiar.
Conozco a guatemaltecos migrantes que desean regresar, pero no saben qué hacer al volver.
En lo profundo de Guatemala encontramos pueblos habitados casi en su totalidad por mujeres, niños y ancianos porque sus hombres y jóvenes ya han migrado. Estamos comprometiendo seriamente las posibilidades de nuestro país si no hacemos un alto e invertimos en la educación tanto de niñas como niños, de los jóvenes. No solo educación formal que de por sí es tan precaria, sino también en habilidades blandas y de desarrollo personal que les permitan encontrar oportunidades para desarrollar negocios en sus propias comunidades.
El impacto de esta fractura en el tejido social tiene dimensiones profundas. La migración no solo ha separado familias, sino que ha debilitado los lazos comunitarios que solían ser el pilar de la cohesión social en muchas aldeas guatemaltecas. La ausencia de los hombres ha reconfigurado la estructura familiar y ha impuesto mayores cargas sobre las mujeres, quienes, además de cuidar de sus hijos y del hogar, deben manejar la incertidumbre de si sus parejas lograrán enviar remesas regularmente y de si los volverán a ver.
Aunque las remesas son una fuente significativa de ingresos para muchas familias, no se traducen siempre en desarrollo económico sostenible ya que a menudo se destinan únicamente a cubrir necesidades básicas y consumo inmediato, en lugar de invertirse de manera productiva en negocios o ahorro a largo plazo. Sin conocimientos sobre cómo gestionar esos recursos de manera eficiente, las oportunidades para generar riqueza sostenible se ven reducidas. Esto perpetúa la dependencia económica y evita que las remesas se conviertan en un motor de desarrollo económico y social en las comunidades receptoras.
La dependencia económica de las remesas es otro factor preocupante. Si bien estas contribuyen a la economía familiar, no reemplazan la presencia emocional y física del padre o del joven migrante. A largo plazo, la migración de hombres podría transformar no solo la dinámica familiar, sino también la identidad misma de las comunidades.
Los niños crecen en un entorno donde la figura paterna o masculina está ausente, lo que afecta su desarrollo emocional y la transmisión de valores culturales y sociales.
Desde un punto de vista económico, ya se siente con intensidad la falta de mano de obra en sectores como la construcción, la agricultura o el transporte, donde muchos trabajadores han optado por migrar.
Conozco a guatemaltecos migrantes que desean regresar, pero no saben qué hacer al volver. Preguntan: ¿Cómo puedo tener una vida digna en Guatemala? ¿Cómo puedo poner un negocio o encontrar un buen trabajo? Muchos han logrado regresar y salir adelante, pero no es tarea fácil. La falta de oportunidades sigue siendo un reto para aquellos que desean volver y construir una vida en su propio país.
Es momento de que enfrentemos este fenómeno, no solo desde una perspectiva económica, sino desde una visión social y humana. La migración toca el corazón de nuestras comunidades. Sin hombres, sin jóvenes, los pueblos corren el riesgo de perder su esencia, y con ello, una parte fundamental de nuestra identidad como nación.
Comunicación y Relaciones Públicas – CONADI
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la salud mental como “el bienestar que una persona experimenta como resultado de su buen funcionamiento en los aspectos cognoscitivos, afectivos y conductuales; en última instancia, el despliegue óptimo de sus potencialidades individuales para la convivencia, el trabajo y la recreación”. Este concepto nos recuerda que la salud mental no es solo la ausencia de trastornos, sino un estado integral de bienestar que abarca nuestras dimensiones emocional, psicológica y social.
Para el 2024, la celebración del Día Mundial de la Salud Mental será el 10 de octubre.
No podemos concebir la salud física sin cuidar la mental, ya que ambas están profundamente interrelacionadas. El bienestar mental influye directamente en el desarrollo personal, comunitario y socioeconómico, y es un factor clave en la calidad de vida. Por ello, debemos entender que cultivar la salud mental va más allá de evitar enfermedades, implica construir un equilibrio que nos permita desarrollarnos plenamente en todos los ámbitos de nuestra vida.
El autocuidado de la salud mental es importante, desde la niñez hasta la vejez. A lo largo de nuestra vida, enfrentamos desafíos y factores que pueden fortalecer o debilitar nuestra salud mental: desde la estructura social y el entorno en el que vivimos, hasta las circunstancias personales que nos afectan. Estos determinantes influyen directamente en nuestra capacidad para manejar el estrés, las emociones y las relaciones, por lo que debemos incluir en nuestra rutina diaria prácticas de autocuidado orientadas a mejorar tanto la salud física como la mental.
Es preocupante que el gasto destinado a los servicios de salud mental a nivel mundial representa solo un 2.8 por ciento del gasto total en salud. Esta insuficiencia ha contribuido al aumento de problemas de salud mental como la depresión y la ansiedad, que a su vez impactan negativamente en la salud física. Esto refleja una falta de atención hacia un problema que afecta a millones de personas.