El despertar de la ciudadanía en relación con la conciencia ambientalista permanece dormida.
L os gritos de auxilio de nuestro planeta Tierra son cada vez más agudos, desgarrantes e insistentes, pues los ecosistemas alrededor del mundo agonizan ante los severos cambios climáticos que deterioran cada día más el medioambiente, siendo la principal responsable de su caótica situación la actividad humana.
En ese contexto, el 22 de abril de este año se celebró el Día Internacional de la Madre Tierra, declarado por la Organización de las Naciones Unidas en 2009, y cuya preocupación ha sido la protección y conservación de los ecosistemas.
Prueba de ello, la firma del histórico Acuerdo de París COP21, celebrado el diciembre de 2015, contra el cambio climático, en el cual participaron 195 países con el propósito de limitar el aumento de las temperaturas a 1.5 grados centígrados en comparación con la era preindustrial, busca a toda marcha disminuir el calentamiento global derivado de la emisión de gases de efecto invernadero que producimos.
Sin embargo, en nuestro país pareciera que el despertar de la ciudadanía en relación con la conciencia ambientalista permanece dormida o quizá inmersa en la indiferencia de lo que pueda enfrentar la humanidad a corto plazo. Toda vez que continúan las malas prácticas de la deforestación de nuestros bosques, la tala inmoderada de árboles, la caza ilegal de especies animales y el mal uso y desperdicio del recurso hídrico. Aunado a eso, la inexistencia de plantas de tratamiento para los desechos sólidos, propios de los hacinamientos urbanos de las cabeceras municipales.
A propósito, ese mismo 22 de abril llegó a la ciudad capital la Marcha por el Agua, tras once días de caminata en protesta porque ese bien público no llega a todos por igual, ni de igual manera. En ese sentido, debe ponerse más atención a las demandas poblacionales por la escasez del vital líquido en las comunidades del territorio nacional, pues una polémica adicional se refiere a la desviación de ríos por agroindustrias que imposibilitan su acceso, además de la contaminación (río arriba) que impide su consumo. Por ello, es urgente que las autoridades propongan acciones contundentes que incluyan a todos los sectores del país, para establecer acuerdos que permitan preservar adecuadamente los recursos hídricos de la nación.
La ausencia de controles eficaces de una política socioambiental que coadyuve a confrontar los embates de la naturaleza y minimizar sus estragos, es más que obvia. También se debe contar con una ley de aguas (propuesta por más de 30 años para ser emitida por el Legislativo) que castigue con todo rigor su mala utilización, la contaminación, la canalización y la desviación de ríos para usos particulares. Para eso, las y los ciudadanos debemos educarnos e involucrarnos en el tema ambiental, para estar prevenidos ante los desastres causados por los fenómenos meteorológicos o por personas que buscan su bienestar personal a costa de los recursos naturales. El futuro de las generaciones venideras está en nuestras manos, el buen manejo del agua y el oxígeno de la Tierra para preservar la vida, también.
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