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COLUMNAS

¡Cuidado!

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Se anunció que está a punto de iniciar, finalmente, el juicio en el que habrán de ser juzgados varios oficiales del Ejército de Guatemala a quienes se les imputa la perpetración de delitos que habrían sido cometidos hace más de veinte años, plazo establecido por la Constitución Política de la República para que opere la prescripción en el caso de funcionarios o empleados públicos. Algunos de los delitos que se imputan a los procesados habrían sido perpetrados en la zona militar de Quetzaltenango y otros en la Ciudad de Guatemala, encontrándose dentro de estos últimos el de desaparición forzosa, delito de tracto sucesivo que se sigue perpetrando –la prescripción en este caso no opera– en tanto no aparezca la víctima o se tenga la certeza de su muerte.

Una colega columnista comentaba que en la justicia transicional se busca el ejemplo y que lleve a la no repetición de lo ocurrido (loable propósito) y señalaba que este caso concreto es uno de esos casos en los que la justicia transicional se impone: “Se busca” –afirma– “que la condena de los encausados sirva de ejemplo y disuasivo para evitar que se repitan delitos semejantes” extremo este que podría cierto por cuanto que esta justicia –la transicional– es lo que persigue y representa, pero incurre la colega columnista –consciente o inconscientemente– en un lapsus más que lamentable que descalifica lo afirmado ya que no se trata la Justicia Transicional –ni mucho menos– de la instrumentalización de seres humanos –como cosas– para lograr el objetivo.

En otras palabras, no consiste la justicia transicional en que se condene a seres humanos “escogidos” sin que se pruebe su participación en los hechos y con atropello de las leyes. La columnista incita a los jueces a condenar sin más, como que si de eso se tratase la justicia transicional: ¿Inocentes? ¿Culpables? tal pareciera el criterio que se esgrime ¡Qué más da! Lo importante –tal el concepto esgrimido– es condenar y, así, si se condena, héroes los jueces –aplaudidos–y la “justicia”, satisfecha. ¿Y los seres humanos condenados? Bien, gracias, puesto que ¿Qué importancia podría tener que los seres humanos sean culpables o inocentes ¡Qué más da! si se alcanza el objetivo? Tal es la justicia transicional- prostituida que de esta forma y con todo tipo de presiones, se propone.

Ya en artículo anterior me referí a que no tiene sentido alguno sustentar una acusación y menos aún pretender la sentencia condenatoria de un ser humano –los seres humanos no son instrumentos ni cosas– teniéndose como sólo fundamento como prueba –como única prueba en su contra– lo que debería constituir la línea militar de mando, línea de mando que, en un conflicto irregular –lo que hubo en Guatemala fue un conflicto irregular –se sabe franqueada, sobrepasada, burlada e, incluso, hasta inexistente. Pretender la condena de las autoridades militares por línea de mando sería como pretender la condena de todos y cada uno de los insurgentes, carentes estos de una línea de mando tradicional y conocida, responsables todos, entonces, de todos y cada uno de los actos por la insurgencia perpetrados.

¿No hubo, acaso, fuerzas paramilitares en la lucha acaecida? ¿Respondían estas fuerzas irregulares a lo que constituye la línea militar de mando? ¿Al tanto de todo el Comandante y partícipe de todo, haya o no participado? ¿Personalmente responsable –no hablamos de responsabilidad institucional sino personal–aunque ajeno a lo ocurrido? Si hubo violación y tortura en la zona ¿Autor –necesariamente– el Comandante? ¿Autor necesariamente el Comandante de todo lo ocurrido en su Zona en una lucha irregular, inexistente como era la línea regular de mando? ¡Por favor! Si dramática la soledad de los jueces, también la del soldado, máxime en el caso de estos últimos que cuando, obtenido el triunfo, se convierten en simples piezas de desecho.

¿Se quiere hacer recaer sobre estos oficiales –inocentes o culpables– todo lo ocurrido y expiar con su condena –justicia transicional mal entendida– todas y cada una de las culpas? La noticia, claro está, sería extraordinaria: “Exjefe del Estado de Guatemala (triunviro) y otros altos oficiales del Ejército condenados por tortura, violación y desaparición forzosa”: la justicia transicional –prostituida– así se habría satisfecho.

¿Los nombres de los condenados? ¿Y qué importancia podrían tener los nombres? ¿Qué importancia los seres humanos condenados –inocentes o culpables– si alcanzado el objetivo? ¿Qué importancia, los soldados? ¿Qué importancia el soldado, Francisco Luis Gordillo Martínez, por ejemplo? Sobrarían estos, en todo caso, los soldados –materiales de desecho– en los hoteles cinco estrellas y en los cada vez más recurrentes –y cada vez más insospechados– remozamientos de pureza –politizadas– y mediatizadas la acusación penal y la justicia. “El conflicto terminó y ya no sirven para nada…” ¡Cuidado! La frase es de quien fuera Su Santidad, el Papa, San Juan Pablo II “No puede haber paz, si no hay justicia, ni justicia, sin perdón”. La justicia –sin adjetivos– por su soledad son también soldados, los jueces en la intimidad de su conciencia.

Acisclo Valladares Molina
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COLUMNAS

Política Cultural Municipal: un impulso para el desarrollo local

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Lic. Ernesto Salvador Flores Jerez 

Dirección General de Desarrollo Cultural 

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La Política Cultural Municipal (PCM) es un instrumento clave que integra un plan de acción y organización a nivel municipal con un enfoque a mediano y largo plazo. Su objetivo es impulsar el desarrollo cultural, posicionando a la cultura como un motor de crecimiento para las comunidades locales. Desde su inicio en 2016, se han formulado 130 PCM, que han sido aprobadas por sus respectivos consejos municipales, alcanzando un hito importante en 2024.

Este proyecto, impulsado por el Ministerio de Cultura y Deportes, a través de la Dirección General de Desarrollo Cultural, se centra en la descentralización de los procesos culturales, asegurando la salvaguarda y promoción de las expresiones culturales, tradiciones y patrimonio local.

Este proyecto se centra en la descentralización de los procesos culturales, asegurando la salvaguarda y promoción de las expresiones, tradiciones y patrimonio.

A lo largo de cinco fases, el proyecto busca involucrar a las autoridades edilicias, organizaciones de la sociedad civil y actores culturales locales, en un proceso colaborativo que refuerza la identidad y riqueza cultural de cada municipio.

La primera fase se enfoca en la vinculación entre el Ministerio de Cultura y Deportes con las autoridades municipales, asegurando el compromiso y aprobación del Concejo Municipal para formular la PCM.

En la segunda fase, se realizan encuentros presenciales en los municipios con la participación de actores culturales clave, en donde se discuten temas esenciales como las artes, patrimonio cultural y deporte, identificando problemáticas y soluciones para su desarrollo.

La tercera fase comprende la redacción de la propuesta de PCM, basada en la información recopilada durante los encuentros. Seguidamente, en la cuarta fase, se lleva a cabo un taller final para validar y corregir la propuesta antes de su presentación oficial al Concejo Municipal para su aprobación.

Finalmente, la quinta fase culmina con la entrega pública de las PCM a nivel nacional, un acto que formaliza el compromiso de las autoridades y actores culturales para la implementación de estas políticas. Este esfuerzo conjunto tiene como meta principal el rescate, la promoción y la preservación de la diversidad cultural y deportiva en cada municipio, fomentando el buen vivir y fortaleciendo el tejido social a través de la cultura.

Con estas acciones, la Política Cultural Municipal se consolida como una herramienta fundamental para el desarrollo sostenible de las comunidades locales, garantizando que las futuras generaciones puedan disfrutar y participar en la rica herencia cultural de sus municipios. Este 2024 se logra un éxito al acumular ya 130 PCM a nivel nacional. 

Colaborador DCA
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COLUMNAS

Pueblos de mujeres y niños

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Patricia Letona
Innovación y Relacionamiento Estratégico

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¿Qué futuro le espera a un pueblo cuyo tejido social se ha roto, donde la mayor aspiración de sus jóvenes es encontrar los recursos necesarios para migrar?  

¿Cómo hemos fallado como país para que la migración se haya convertido en la principal opción para garantizar el sustento económico?  

Tan solo en el 2021, cerca de 300 mil guatemaltecos llegaron de manera irregular a la frontera sur con Estados Unidos, no todos lograron pasar. Muchos de ellos comprometieron todo su patrimonio familiar. 

Conozco a guatemaltecos migrantes  que desean regresar, pero no saben qué hacer al volver.

En lo profundo de Guatemala encontramos pueblos habitados casi en su totalidad por mujeres, niños y ancianos porque sus hombres y jóvenes ya han migrado. Estamos comprometiendo seriamente las posibilidades de nuestro país si no hacemos un alto e invertimos en la educación tanto de niñas como niños, de los jóvenes. No solo educación formal que de por sí es tan precaria, sino también en habilidades blandas y de desarrollo personal que les permitan encontrar oportunidades para desarrollar negocios en sus propias comunidades.

El impacto de esta fractura en el tejido social tiene dimensiones profundas. La migración no solo ha separado familias, sino que ha debilitado los lazos comunitarios que solían ser el pilar de la cohesión social en muchas aldeas guatemaltecas. La ausencia de los hombres ha reconfigurado la estructura familiar y ha impuesto mayores cargas sobre las mujeres, quienes, además de cuidar de sus hijos y del hogar, deben manejar la incertidumbre de si sus parejas lograrán enviar remesas regularmente y de si los volverán a ver.

Aunque las remesas son una fuente significativa de ingresos para muchas familias, no se traducen siempre en desarrollo económico sostenible ya que a menudo se destinan únicamente a cubrir necesidades básicas y consumo inmediato, en lugar de invertirse de manera productiva en negocios o ahorro a largo plazo. Sin conocimientos sobre cómo gestionar esos recursos de manera eficiente, las oportunidades para generar riqueza sostenible se ven reducidas. Esto perpetúa la dependencia económica y evita que las remesas se conviertan en un motor de desarrollo económico y social en las comunidades receptoras.

La dependencia económica de las remesas es otro factor preocupante. Si bien estas contribuyen a la economía familiar, no reemplazan la presencia emocional y física del padre o del joven migrante. A largo plazo, la migración de hombres podría transformar no solo la dinámica familiar, sino también la identidad misma de las comunidades.

Los niños crecen en un entorno donde la figura paterna o masculina está ausente, lo que afecta su desarrollo emocional y la transmisión de valores culturales y sociales.  

Desde un punto de vista económico, ya se siente con intensidad la falta de mano de obra en sectores como la construcción, la agricultura o el transporte, donde muchos trabajadores han optado por migrar.

Conozco a guatemaltecos migrantes que desean regresar, pero no saben qué hacer al volver. Preguntan: ¿Cómo puedo tener una vida digna en Guatemala? ¿Cómo puedo poner un negocio o encontrar un buen trabajo? Muchos han logrado regresar y salir adelante, pero no es tarea fácil. La falta de oportunidades sigue siendo un reto para aquellos que desean volver y construir una vida en su propio país. 

Es momento de que enfrentemos este fenómeno, no solo desde una perspectiva económica, sino desde una visión social y humana. La migración toca el corazón de nuestras comunidades. Sin hombres, sin jóvenes, los pueblos corren el riesgo de perder su esencia, y con ello, una parte fundamental de nuestra identidad como nación.

Colaborador DCA
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COLUMNAS

Por una salud mental plena: un llamado a la acción

Coyuntura y discapacidad

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Comunicación y Relaciones Públicas – CONADI

La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la salud mental como “el bienestar que una persona experimenta como resultado de su buen funcionamiento en los aspectos cognoscitivos, afectivos y conductuales; en última instancia, el despliegue óptimo de sus potencialidades individuales para la convivencia, el trabajo y la recreación”. Este concepto nos recuerda que la salud mental no es solo la ausencia de trastornos, sino un estado integral de bienestar que abarca nuestras dimensiones emocional, psicológica y social.

Para el 2024, la celebración del Día Mundial de la Salud Mental será el 10 de octubre.

No podemos concebir la salud física sin cuidar la mental, ya que ambas están profundamente interrelacionadas. El bienestar mental influye directamente en el desarrollo personal, comunitario y socioeconómico, y es un factor clave en la calidad de vida. Por ello, debemos entender que cultivar la salud mental va más allá de evitar enfermedades, implica construir un equilibrio que nos permita desarrollarnos plenamente en todos los ámbitos de nuestra vida.

El autocuidado de la salud mental es importante, desde la niñez hasta la vejez. A lo largo de nuestra vida, enfrentamos desafíos y factores que pueden fortalecer o debilitar nuestra salud mental: desde la estructura social y el entorno en el que vivimos, hasta las circunstancias personales que nos afectan. Estos determinantes influyen directamente en nuestra capacidad para manejar el estrés, las emociones y las relaciones, por lo que debemos incluir en nuestra rutina diaria prácticas de autocuidado orientadas a mejorar tanto la salud física como la mental.

Es preocupante que el gasto destinado a los servicios de salud mental a nivel mundial representa solo un 2.8 por ciento del gasto total en salud. Esta insuficiencia ha contribuido al aumento de problemas de salud mental como la depresión y la ansiedad, que a su vez impactan negativamente en la salud física. Esto refleja una falta de atención hacia un problema que afecta a millones de personas.

Colaborador DCA
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