miércoles , 27 noviembre 2024
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¿Cómo reactivar la economía argentina?

Sebastian Alvarez

Académico Facultad de Artes Liberales

Con altas tasas de interés en Estados Unidos y Europa, el flujo de liquidez hacia economías en desarrollo como la Argentina se dificulta y encarece. En cualquier caso, el recurso a la deuda externa puede ser un arma de doble filo, como su historia lo demuestra.

No es novedad que la economía argentina atraviesa una recesión muy severa. Mientras algunos debaten sobre las formas que tomará la recuperación, otros se preguntan qué se necesita para reactivar el crédito, el consumo y la inversión.

En un país con un historial de crisis económicas, explorar episodios pasados puede revelar pistas. Las crisis del 2001-02, y 1989-90, y la del Rodrigazo de 1975-76, ofrecen ejemplos de contracción y recuperación.

Esta asistencia financiera fue principalmente en forma de donaciones.

En los dos primeros casos, luego de caídas del PBI mayores al 10 por ciento, el nivel de actividad rebotó fuertemente. La economía creció a tasas promedios superiores a 9 por ciento anual durante 1991-92 y 2003-04. En 1977, tras de dos años de recesión más moderada, el PBI creció un 6.4 por ciento y continuó expandiéndose, aunque con algunas caídas, hasta principios de los años 1980.

Estas recuperaciones comparten un denominador común: el enorme flujo de liquidez externa. El boom del campo a principio del nuevo siglo trajo consigo recursos que se expandieron por toda la economía. Durante los 90, el ingreso de capitales que siguió a la Ley de Convertibilidad y al Plan Brady fue considerable.

Los años de la dictadura fueron los de la “Plata Dulce”, cuando el país accedió a grandes cantidades de financiamiento de la banca internacional, los famosos “petrodólares”. En estos dos casos, a diferencia del auge del campo, se trató principalmente de deuda externa.

Entre 1948 y 1951, el Plan Marshall transfirió cantidades masivas de dólares a Europa Occidental, financiando inversiones que representaron entre un 3 y un 25 por ciento del PIB de los países receptores.

Esta asistencia financiera fue principalmente en forma de donaciones, lo que facilitó una recuperación rápida de los países afectados por la guerra, especialmente en Alemania, sin generar problemas significativos de endeudamiento externo.

Esta discusión nos lleva a preguntarnos de dónde provendrá la liquidez necesaria para reactivar el nivel de actividad y sacar a la economía argentina de su crisis actual. El campo es el único sector que crece, expandiéndose fuerte y posiblemente aún más en el segundo semestre.

La comparación con 2001 es tentadora, pero hay matices importantes. En contraste con la depreciación del 200 por ciento que siguió al fin de la convertibilidad, gran parte de la devaluación de diciembre de 2023 está siendo rápidamente absorbida por la inflación.

Esto no solo desincentiva la liquidación de cosechas por parte del campo, sino que reduce también el poder adquisitivo de esa potencial liquidez. La tendencia a la baja en los precios de los commodities no ayuda. La situación mundial no favorece.

Con altas tasas de interés en Estados Unidos y Europa, el flujo de liquidez hacia economías en desarrollo se dificulta y encarece. 

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No es novedad que la economía argentina atraviesa una recesión muy severa. Mientras algunos debaten sobre las formas que tomará la recuperación, otros se preguntan qué se necesita para reactivar el crédito, el consumo y la inversión.

En un país con un historial de crisis económicas, explorar episodios pasados puede revelar pistas. Las crisis del 2001-02, y 1989-90, y la del Rodrigazo de 1975-76, ofrecen ejemplos de contracción y recuperación.

Esta asistencia financiera fue principalmente en forma de donaciones.

En los dos primeros casos, luego de caídas del PBI mayores al 10 por ciento, el nivel de actividad rebotó fuertemente. La economía creció a tasas promedios superiores a 9 por ciento anual durante 1991-92 y 2003-04. En 1977, tras de dos años de recesión más moderada, el PBI creció un 6.4 por ciento y continuó expandiéndose, aunque con algunas caídas, hasta principios de los años 1980.

Estas recuperaciones comparten un denominador común: el enorme flujo de liquidez externa. El boom del campo a principio del nuevo siglo trajo consigo recursos que se expandieron por toda la economía. Durante los 90, el ingreso de capitales que siguió a la Ley de Convertibilidad y al Plan Brady fue considerable.

Los años de la dictadura fueron los de la “Plata Dulce”, cuando el país accedió a grandes cantidades de financiamiento de la banca internacional, los famosos “petrodólares”. En estos dos casos, a diferencia del auge del campo, se trató principalmente de deuda externa.

Entre 1948 y 1951, el Plan Marshall transfirió cantidades masivas de dólares a Europa Occidental, financiando inversiones que representaron entre un 3 y un 25 por ciento del PIB de los países receptores.

Esta asistencia financiera fue principalmente en forma de donaciones, lo que facilitó una recuperación rápida de los países afectados por la guerra, especialmente en Alemania, sin generar problemas significativos de endeudamiento externo.

Esta discusión nos lleva a preguntarnos de dónde provendrá la liquidez necesaria para reactivar el nivel de actividad y sacar a la economía argentina de su crisis actual. El campo es el único sector que crece, expandiéndose fuerte y posiblemente aún más en el segundo semestre.

La comparación con 2001 es tentadora, pero hay matices importantes. En contraste con la depreciación del 200 por ciento que siguió al fin de la convertibilidad, gran parte de la devaluación de diciembre de 2023 está siendo rápidamente absorbida por la inflación.

Esto no solo desincentiva la liquidación de cosechas por parte del campo, sino que reduce también el poder adquisitivo de esa potencial liquidez. La tendencia a la baja en los precios de los commodities no ayuda. La situación mundial no favorece.

Con altas tasas de interés en Estados Unidos y Europa, el flujo de liquidez hacia economías en desarrollo se dificulta y encarece. 

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