ARTES
Citas con Medem y Almodóvar
Era 1998. Mi amigo Sergio dejó su trabajo de años en el que atendía turnos de fin de semana, y yo era medio vago. Así que dos jóvenes cinéfilos teníamos libres los sábados por la tarde, pero nuestras billeteras no daban para visitar las salas de cine convencionales.
Encontramos en el periódico (sí, buscábamos en los diarios impresos funciones y horarios de películas) una publicación acerca de proyecciones de filmes españoles, todos los sábados por la tarde, en el Centro Cultural de España (CCE), en ese entonces ubicado en la Plaza España. Y lo mejor de todo: entrada gratuita.
Así que durante ese año, todos los sábados después de almorzar, un viaje en bus urbano de casi 30 minutos de duración era el único requerimiento para llegar al pequeño, pero fraternal lugar.
Esa fue mi introducción en el cine español. Era de lo más gratificante sentarme sin saber qué vería y, de la nada, encontrarme con filmes como Carne trémula, El milagro de P. Tinto, Barrio, Te doy mis ojos, Camino, Tesis y Torrente 1: el brazo tonto de la ley, entre otros. Era como tener una cita semanal con Julio Medem, Pedro Almodóvar y Santiago Segura. Así de sublime la experiencia.
De mis momentos favoritos en esa improvisada (y un poco húmeda) sala de proyecciones, fue haber visto por primera vez Los amantes del círculo polar y, además, haber conocido a Najwa Nimri, quien actuaba casi en una de cada cuatro películas que se presentaban.
Me encantaría escribir que socializamos con otros cinéfilos en el CCE, sin importar edades (aunque a los 21 años, dos patojas bonitas cinéfilas no nos hubieran caído mal), y que después de las proyecciones nos íbamos a tomar un café y a conversar de cine. Pero no. Todos llegábamos, hablábamos poco y con volumen bajito, y después nos retirábamos.
Para la calidad de cintas que se exhibían y que era gratis la entrada (¿ya lo había mencionado?), siempre creí que llegaban pocos espectadores. Si era un filme conocido, como uno de Almodóvar, algunos se quedaban hasta sin silla y pasaban de pie las dos horas que duraba la película. En otras ocasiones éramos solo Sergio, yo y dos personas más.
Esas tardes de finales del siglo pasado siempre regresamos a nuestras casas con una sonrisa. Con el tiempo, el CCE dejó solamente las proyecciones de los viernes por la noche y se nos hizo imposible asistir.
Confieso, siento que todo esto sucedió hace mucho tiempo, y no estoy seguro de haber compartido hoy los hechos exactos (como fechas o nombres de películas), pero así lo recuerdo. Por algo será. Como dice Fele Martínez en Los amantes del círculo polar: “Es bueno que las vidas tengan varios círculos”.
- Por David Lepe.
ARTES
Agenda navideña
En el Christmas Village de Spazio se enciende la magia de esta Navidad. Hasta el 24 de diciembre, se organizan diversas actividades en Spazio zona 15, en el segundo nivel.
Ask Santa: es una actividad interactiva diseñada para que los niños le pregunten a Santa Claus todo lo que deseen saber. Los sábados y domingos, de 10:00 a 19:00, y del 18 al 23 de diciembre, de 12:00 a 20:00 horas.
The Shop: la tienda de artículos navideños atiende de lunes a viernes, de 10:00 a 20:00; sábados y domingos, de 9:00 a 22:00. Del 18 al 23, de 9:00 a 23:00, y el 24, de 8:00 a 15:00 horas.
Elf Wrapping Station: el lugar ideal para empacar obsequios de Navidad de manera creativa. Abre los viernes, de 14:00 a 19:00, sábados, de 10:00 a 19:00, y domingos, de 10:00 a 18:00 horas.
Santa’s Workshop: creatividad y diversión para los pequeños artistas. Es un espacio para que los niños disfruten realizar manualidades de la temporada.
Están los viernes, de 14:00 a 19:00; sábados, de 10:00 a 19:00, y domingos, de 10:00 a 18:00
horas.
Jingle Bell Market by Lady Multitask Guatemala: un mercadito que ofrece amplia variedad de artículos para presentes de la época. Vende de miércoles a sábado, de 11:00 a 19:00, y domingos, de 10:00 a 18:00 horas.
Para más información, consulte las redes sociales @spazioguate.
ARTES
LIBROS DE OTRAS PERSONAS
Guillermo Monsanto
El pasado verano tuve la oportunidad de estar en Madrid durante los meses de junio y julio. Aquella es una ciudad donde se pueden adquirir libros a precios razonables y, en las tiendas de segunda mano, casi regalados. A veces, aunque no siempre, pasa lo mismo en las ferias del libro de Guatemala.
La cosa es que en una de las plazas del barrio Malasaña, sobre una banca de piedra, me encontré unos cincuenta libros para llevar. Con tristeza, por el peso, tuve que entresacar algunos ejemplares de los cuales he leído dos y medio porque postergué su lectura ya que en aquel momento estaba embebido con Dolores Redondo y tenía en espera otros de Stephen King.
El primero al que le entré y, curiosamente, el primero que tomé de la pila de libros, fue La isla de las tormentas (1978) de Ken Follett. Reconozco que me dejé llevar por el apellido del escritor y el buen sabor de boca que me han dejado otras de sus novelas, entre ellas, Los pilares de la tierra.
La sustancia a partir de la ficción histórica.
Desde que empecé el libro empezaron a fluir claramente las imágenes y percibí que la trama me recordaba a algo. Por lo visto vi la película, aunque no recuerdo cuándo, pero sin duda mi memoria me llevó visualmente a los parajes descritos en el texto. Lo mismo me ha pasado cada vez que leo Lo que el viento se llevó.
La Segunda Guerra Mundial, un despiadado espía y un final inesperado. No le di tanta importancia al hecho histórico hasta que leí el segundo y caí en cuenta de que ambos eran complementarios en cierto modo. Allí comencé a apreciar el gusto de mi anónimo benefactor.
Aunque El cofre de Constantina (1986), de Robert Ludlum, no corría al mismo ritmo que La isla de las tormentas, probablemente por culpa del traductor, los contenidos poseen el valor de mutar para que el lector no logre dar algo por sentado. De nuevo los espías, los estrategas y las circunstancias se confabulan para conseguir una atmósfera particular.
Estoy ya en el tercero. Este sin duda lo terminaré mucho antes que los otros dos, ya que está fundamentado desde la perspectiva investigativa de Marcelo Simonetta. El enigma de Montefeltro (2019) se desarrolla durante el bajo renacimiento italiano y arranca con un hecho histórico: el asesinato de Galeano María Sforza, duque de Milán, nacido en 1444 y muerto en 1476.
De nuevo, la intriga política es el eje que nos conduce a diversos personajes registrados por la historia. Entre ellos, Lorenzo el Magnífico, Ferrante de Aragón, Giuliano de Medici, Sandro Botticelli o Elisabetta Visconti, solo para mencionar algunos de los nombres involucrados en la intrigante ficción. Me faltan cuatro libros más, a ver qué tal.
No deja de ser peculiar cuando un lector se enfoca en determinado tipo de novelas. En este caso, la sustancia de sus intereses redundó en una serie de trabajos que navegan por los vericuetos de la historia y sus protagonistas.
ARTES
Fito Molina musicaliza para los niños y apoya a migrantes
Carlos Rodolfo Molina Monzón, más conocido como Fito Molina, es un compositor y arreglista guatemalteco, que lleva la influencia musical en las venas, ya que su abuelo trabajó en la banda militar de Quetzaltenango y su papá fue director de la Marimba Orquesta Clave de Oro.
Desde 1989 reside con su familia en Estados Unidos, en donde se desempeña como ministro evangélico, pero no deja de lado su vocación por el ritmo, que combina con el trabajo social. Hace un mes, aproximadamente, visitó Guatemala para promocionar su más reciente canción, Mi plegaria, dedicada a los migrantes.
“Todo lo echamos en una maleta para irnos a otra nación y buscar el sostén para los seres queridos que se quedan. Y es que comprendo el dolor del connacional por la falta de oportunidades, comida, trabajo, etc.”, expresó el cantautor.
Molina ha experimentado en carne propia esa vivencia, ya que su hijo mayor fue deportado, con quien espera reunirse en un corto plazo. Por ello, él pasa de las canciones a la acción, porque apoya a sus paisanos en asesorías, trabajos y otros asuntos.
De la banda militar a melodías para los infantes
Se graduó de la Escuela Militar de Música Maestro Rafael Álvarez Ovalle, en donde se especializó en el clarinete y un poco de piano. Luego, aprendió a tocar más de 40 instrumentos.
No se considera cantante, su énfasis es más como autor y arreglista, pero con el tiempo se convenció de cantar y en la actualidad se dedica a los cantos cristianos infantiles. “Tengo unas 75 grabaciones para niños y todas se han publicado”, relató.
Hace dos años terminó su más reciente álbum llamado Benjamín. “Sin embargo, uno no tiene todo bajo control porque en enero sufrí un derrame cerebral y he tenido problemas con el habla y las
manos”, dijo. Agregó que ha mejorado poco a poco de su salud.
Trabaja en el que considera será su último gran proyecto de vida, traducir diez de sus melodías a los 22 idiomas mayas. “Ya traduje una en k’echi’, estoy viejito, pero lo que no muere es el entusiasmo”, mencionó entre risas.
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