miércoles , 27 noviembre 2024
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Citas con Medem y Almodóvar

Era 1998. Mi amigo Sergio dejó su trabajo de años en el que atendía turnos de fin de semana, y yo era medio vago. Así que dos jóvenes cinéfilos teníamos libres los sábados por la tarde, pero nuestras billeteras no daban para visitar las salas de cine convencionales.

Encontramos en el periódico (sí, buscábamos en los diarios impresos funciones y horarios de películas) una publicación acerca de proyecciones de filmes españoles, todos los sábados por la tarde, en el Centro Cultural de España (CCE), en ese entonces ubicado en la Plaza España. Y lo mejor de todo: entrada gratuita.

Así que durante ese año, todos los sábados después de almorzar, un viaje en bus urbano de casi 30 minutos de duración era el único requerimiento para llegar al pequeño, pero fraternal lugar. 

Esa fue mi introducción en el cine español. Era de lo más gratificante sentarme sin saber qué vería y, de la nada, encontrarme con filmes como Carne trémula, El milagro de P. Tinto, Barrio, Te doy mis ojos, Camino, Tesis y Torrente 1: el brazo tonto de la ley, entre otros.  Era como tener una cita semanal con Julio Medem, Pedro Almodóvar y Santiago Segura. Así de sublime la experiencia.

De mis momentos favoritos en esa improvisada (y un poco húmeda) sala de proyecciones, fue haber visto por primera vez Los amantes del círculo polar y, además, haber conocido a Najwa Nimri, quien actuaba casi en una de cada cuatro películas que se presentaban.

Me encantaría escribir que socializamos con otros cinéfilos en el CCE, sin importar edades (aunque a los 21 años, dos patojas bonitas cinéfilas no nos hubieran caído mal), y que después de las proyecciones nos íbamos a tomar un café y a conversar de cine. Pero no. Todos llegábamos, hablábamos poco y con volumen bajito, y después nos retirábamos.

Para la calidad de cintas que se exhibían y que era gratis la entrada (¿ya lo había mencionado?), siempre creí que llegaban pocos espectadores. Si era un filme conocido, como uno de Almodóvar, algunos se quedaban hasta sin silla y pasaban de pie las dos horas que duraba la película. En otras ocasiones éramos solo Sergio, yo y dos personas más.

Esas tardes de finales del siglo pasado siempre regresamos a nuestras casas con una sonrisa. Con el tiempo, el CCE dejó solamente las proyecciones de los viernes por la noche y se nos hizo imposible asistir. 

Confieso, siento que todo esto sucedió hace mucho tiempo, y no estoy seguro de haber compartido hoy los hechos exactos (como fechas o nombres de películas), pero así lo recuerdo. Por algo será. Como dice Fele Martínez en Los amantes del círculo polar: “Es bueno que las vidas tengan varios círculos”.

  • Por David Lepe.

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