miércoles , 27 noviembre 2024
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Carlos Mencos, diputado por Escuintla

Si bien es cierto que los listados distritales no responden a lo que constituye el sistema de los distritos pequeños (sistema que se trata de ignorar y que, incluso, se rechaza por ser el único que cambiaría –para bien– nuestra realidad política y, con el cambio de esta realidad (determinante) la realidad de Guatemala) pero que, siendo para bien, “machuca muchos callos”, los de aquellos que, zánganos, se saben incapaces de ganar una lección en un distrito pequeño (160 distritos pequeños, tal el sistema, en el que cada uno de estos elegiría un solo diputado y ganaría la única diputación de ese distrito –sin fórmulas raras– el candidato que obtuviera el mayor número de votos; sistema en el que podría ser candidato, quien quisiera, sin necesidad de que lo postulase un partido), callos, también, en quienes temen al pueblo en el Congreso. Si bien –decíamos– los listados distritales no se acercan –ni remotamente a lo que sería la elección por distritos pequeños–, al menos son un tanto mejores que el listado nacional de candidatos, diputados, los electos por listado nacional que, por representar a todos, a nadie representan. Uno de esos listados distritales, no tan largo, es el de Escuintla, lejos de que pueda saber el elector, sin embargo, quién es SU diputado, algo que solamente se logra con el sistema de distritos pequeños. Carlos Mencos, quien fue dos veces Contralor General de Cuentas, será candidato, ocupando la segunda posición del listado distrital del partido Unión Nacional de la Esperanza (UNE) por el departamento de Escuintla, siendo este un partido que goza en este departamento de muy amplio reconocimiento, extremo que se ha evidenciado con los votos.

La primera posición del listado la ocupará –tal lo proclamado– el actual diputado Francisco Vitelio Lam Ruano, quien busca su reelección en el cargo. Grave defecto de este sistema es que si usted quiere votar por uno de los candidatos, Carlos Mencos, por ejemplo, tiene que votar por todos, algo que podríamos afirmar, igualmente, si lo que quisiera fuese hacerlo por Viteliio Lam. Más dramático aún, en el sistema de listados, es que si lo que inspira al votante es hacerlo por el último de la lista, las posibilidades de que este candidato pueda alcanzar el cargo –el candidato que habría inspirado y determinado el voto del elector– serían prácticamente nulas. Indígenas y mujeres, salvo las muy escasas excepciones que confirman la regla, se encuentran siempre al final de los listados (en la mismísima cola). Pero, volviendo al tema central de esta columna, se ha dado la candidatura de Carlos Mencos, dos veces Contralor General de Cuentas, ocupando la segunda posición en el listado distrital de la UNE por el departamento de Escuintla. La Contraloría General de Cuentas, la institución que Carlos Mencos dirigiera ya dos veces, es una de las cuatro instituciones de control no jurisdiccional y apolítico del ejercicio del poder, correspondiéndole, en su caso, el control de que todos los ingresos y los gastos del Estado se produzcan tal y como la ley lo establece, función que resulta clave para su buen funcionamiento. Las otras tres instituciones con este carácter, todas de notable importancia, son el Ministerio Público, la Procuraduría General de la Nación y el Procurador de los Derechos Humanos, teniendo a su cargo el Congreso, lo que es el control político. En los Estados Unidos de América es tal la importancia que se da a la función contralora de los ingresos y de los gastos públicos, y a la protección que se le debe dar a quien la ejerce, que llegó a determinarse que el mandato del contralor fuera de doce años, no existiendo reelección y que quien ejerciese el cargo, al dejarlo, siguiera recibiendo –de por vida– los mismos emolumentos que en su ejercicio, fórmula buscada para poner al ser humano que ocupe el cargo –tan sujeto a tentaciones– y hasta el límite de lo posible, un tanto más allá del bien y del mal. Nuestro sistema político se limita a proteger la función del Contralor General, dotándole de un periodo constitucional –inamovible del cargo, salvo delito– pero sin ninguna protección ulterior, concluido su mandato. “Enfréntese pues a la fieras, hágase de cuánto enemigo sea necesario y, después… Después ¡faltaba más! defiéndase por sí mismo. Tal el absurdo de la “protección” que brindamos entre nosotros a quienes lleguen al desempeño de función tan importante. En otras geografías, Carlos Mencos hubiera podido brillar sin cortapisas, buen profesional y hombre correcto pero, en la nuestra, para lograrlo, hubo de vencer graves escollos y superar múltiples peligros, habiéndolo conseguido hasta el límite de lo que nuestra realidad hace posible.De cuna humilde, Carlos Mencos –sacrificio, esfuerzo, dedicación– ha sabido triunfar en lo que emprende y –servidor público, con afán de servicio se enfrentará ahora– al máximo de los retos, el escrutinio electoral. Su llegada al Congreso reviste importancia especial, por cuanto que este alto Organismo, incumpliendo sus funciones, viene omitiendo, año con año, la importantísima y determinante función de aprobar la ejecución presupuestaria: importante, sin duda, la aprobación del presupuesto, pero ¿de qué sirve tal aprobación si no se ejecuta o mal se ejecuta lo aprobado? ¿De qué sirve presupuestar, si no se evalúa y se aprueba –o imprueba–, confrontándolo con lo que se haya ejecutado? Carlos Mencos conoce la materia y conoce de la violación constitucional en que incurre el Congreso y –lo más importante– conoce los mecanismos para que esa omisión –grave– gravísima y determinante omisión pueda superarse. Alentadora, pues, con gran sentido, su posible llegada al Congreso: la aprobación del presupuesto y la aprobación o no (tan importante o más) que la ejecución presupuestaria, el origen y la razón de ser del Parlamento. Nuevamente debo preguntarme, ¿campaña anticipada por hablar de los posibles candidatos? ¡Por favor! ¿Malas las leyes y pésima la ejecución de las mismas, un proceso electoral conducido para que no se hagan planteamientos ni existan debates y para que –el narcotráfico– se pueda apropiar del mismo, perseguido el dinero limpio por la acusación penal, en tanto que el proveniente del delito, tan campante? ¿Esto es lo que se quiso y se quiere? ¿Coartada la libertad de expresión del pensamiento, fomentada la arbitrariedad para la inscripción de candidatos y proscrita la divulgación de las encuestas electorales, a partir del momento en que al legislador le vino en gana? ¿Eso, lo querido? Resulta imperativo que la Corte de Constitucionalidad resuelva las acciones interpuestas y que lo haga YA, los plazos para hacerlo ya vencidos. Justicia tardía, no es justicia. Poco a poco, pese a la mordaza, se van perfilando los proyectos y resulta importante comprender que la llegada de Carlos Mencos al Congreso puede redundar en beneficio de un buen presupuesto y de una buena ejecución parlamentaria: los ojos de los electores en lo que deba ser el presupuesto y en la no menos y quizá, incluso más, ejecución presupuestaria, a travéz de sus ojos y –en su voz– la voz de aquellos. Tal –y no otra la olvidada– la esencia de todo parlamento y la esencia de toda función parlamentaria.

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