Las canciones entre padres e hijos son difíciles de entender. Hay una dicotomía entre el grito y la caricia. En muchas abunda la incondicionalidad humana o el dolor provocado por el desgaste físico. Sobre todo en temas como Mi viejo (1975), del cantante argentino Piero, o Algo le pasa a mi héroe (2015), del puertorriqueño Víctor Manuelle.
Si bien estos temas andan por el imaginario cursi de estas fechas, no abordan mucho del conflicto creado por la edad humana y la experiencia. Caen en una contemplación sentidísima de un cuerpo que se gasta y fuera del drama no hay más. Pero ¿qué es ser una figura paterna por estos días? Los seres ejemplares escasean, y lo que se quiere es mejorar la humanidad, pero esto sucede muy poco.
Las experiencias que se trasladan de una generación a otra empiezan mal cuando se pide consejo. Primero es el golpe y luego el reproche. Hay poco tiempo para la caricia y la enseñanza. No nos entendemos. Es difícil ver a nuestros padres como infantes. Es decir, ellos parecen adultos y cuesta mirarlos como niños.
En Father and Son, de Cat Stevens o Yusuf Islam, la crisis existencial es fuerte y dolorosa. Las dagas son fuertes: “Eres joven, es tu culpa, hay mucho que tienes que aprender”. Cat sabe que, luego de mucha experiencia, la reflexión es el primer paso para encontrar la respuesta, y eso no ayuda a un niño a resolver un problema inmediatamente.
No sirve tampoco decir: “Soy viejo, pero feliz”. En voz alta y con mayor sobresalto la conciencia de Yusuf dice: “Cómo puedo explicarle, es siempre la misma historia, llega y se va”. Después hay un espejo lírico: “Desde el momento en que pude hablar se me ordenó escuchar (todos pasamos por esta fase), y la única manera que entiendas es que me vaya, sé que tengo que irme”, afirma como padre. Sin embargo, le gana el sentimiento al insistir. Esto le ha costado muchas lágrimas, pero el dolor será más grande si lo ignora.
Después nos topamos con un tema como: Esos locos bajitos, de Joan Manuel Serrat, en el que el rol paternal es más natural y menos tormentoso. Los hijos son niños que corren siempre tras la pelota, y joden y joden. Les transmitimos nuestras frustraciones con leche templada. Nada puede impedir que se equivoquen o que sufran, que decidan y se tropiecen, que crezcan y digan adiós. Es la ley natural. Serrat sabe que la alegría de ser padre viene con un precio, por momentos barato, mientras que Yusuf sufre con el dolor del mundo.
Están esas composiciones ingratas y malditas como A boy named Sue, de Johnny Cash. El personaje de la canción es un hombre con nombre de mujer, que gracias a eso tuvo que volverse macho alfa y defenderse. En un duelo a muerte con un hombre descubre que es su papá y por qué lo llamó así. Es un hilarante y crudo tema de la relación entre ambos.
Ser padre ciertamente resulta en una crisis existencial. Sobre todo porque deseamos hacerlo bien y no queremos el reproche. Duele porque los papás se van, los consejos que nos dan se quedan y porque los sueños cambian.
Al final queremos lo mejor para nuestros vástagos, pero todo viene con un precio. El cuero duro no detiene las balas y la vida no te recibirá con una herencia. Crecer es difícil, y la vida es fácil de odiar y de vivir. Escuchar música sana y que consuela, eso no cambiará.