miércoles , 27 noviembre 2024
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AYÚDAME A REGRESAR A CASA

Guillermo Monsanto 

[email protected]

La sociedad contemporánea está pasando por una etapa llena de debilidades relativas a las relaciones sociales. No hay un canon como no sea el de ir en contra la razón lógica y las convenciones de cortesía y educación.

En este marco tan explosivo de las relaciones humanas, en el que no se puede asumir nada sin tocar judicialmente los derechos de alguien, destaca un tema que suele ser controvertido. Aunque usted no lo crea, se trata de las mascotas cuya existencia pareciera tocar todas las sensibilidades, a favor o en contra, habidas y por haber.  

Por ejemplo, el grupo de los que les gusta celebrar con juegos pirotécnicos y los que se quejan por el daño que les hace a los gatos y perros suele generar encarnizadas discusiones que incluyen hasta aspectos en los que sienten atacada su fe. Por el otro lado, en los portales de animales extraviados relucen como negativas las celebraciones en las que se queman cohetillos y cocteles con los más variados zumbidos. Esto, porque son los días en los que más se pierden estos indefensos seres que tratan de huir de lo que no entienden.  

Saben amar y ser fieles más allá de la razón.    

Pero también a diario se extravía un buen número de mamíferos por culpa de un tío que le restó importancia a su resguardo, una visita desconsiderada, un trabajador que dejó mal cerrada la puerta o por un simple e imperdonable descuido de quien se quedó a cargo de su protección. Hay un buen número de perros vagando con la pañoleta de la casa veterinaria que lo bañó.    

Hace 16 años llegó a mí, completamente destruida física y mentalmente, La Pirata. Una perrita de mediano tamaño que casi no lo logra y que la calle trató como a la peor sabandija. Lo más impresionante era su ojo seco salido de su cuenca, la piel acartonada pegada a las costillas y la sangre seca en su hocico ¿Podría imaginarse usted el destino de un chihuahua a merced del tráfico del Periférico, la carretera a El Salvador o el bulevar Los Próceres?

Lo más terrible es que existe un buen número de homúnculos que abandonan perros de todas las edades. Esto, cuando no los torturan de diferentes modos. Esta dramática situación inunda las redes sociales y los que apoyamos los movimientos pro vida animal estamos con las manos atadas. Casi no podemos hacer nada más que cotejar en las plataformas la información disponible.  

Entre las ideas que se me ocurren está que, cuando se pierda un perro, un gato o un ave, sería bueno abrir un perfil de estos, con su nombre y el cómo localizar a su familia (tema que también genera discusión). Otra idea podría ser definir, en los centros urbanos, lugares, días y horas para llevar a los animales encontrados y así, sus respectivos dueños, puedan volverse a reunir con ellos.  

No caería mal una ayudadita de las autoridades cuyas cámaras podrían orientar la búsqueda. Las mascotas no son niños pequeños, pero saben amar y ser fieles más allá de la razón. Nada cuesta ser empático con las familias que protegen a estos seres tan frágiles.

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En este marco tan explosivo de las relaciones humanas, en el que no se puede asumir nada sin tocar judicialmente los derechos de alguien, destaca un tema que suele ser controvertido. Aunque usted no lo crea, se trata de las mascotas cuya existencia pareciera tocar todas las sensibilidades, a favor o en contra, habidas y por haber.  

Por ejemplo, el grupo de los que les gusta celebrar con juegos pirotécnicos y los que se quejan por el daño que les hace a los gatos y perros suele generar encarnizadas discusiones que incluyen hasta aspectos en los que sienten atacada su fe. Por el otro lado, en los portales de animales extraviados relucen como negativas las celebraciones en las que se queman cohetillos y cocteles con los más variados zumbidos. Esto, porque son los días en los que más se pierden estos indefensos seres que tratan de huir de lo que no entienden.  

Saben amar y ser fieles más allá de la razón.    

Pero también a diario se extravía un buen número de mamíferos por culpa de un tío que le restó importancia a su resguardo, una visita desconsiderada, un trabajador que dejó mal cerrada la puerta o por un simple e imperdonable descuido de quien se quedó a cargo de su protección. Hay un buen número de perros vagando con la pañoleta de la casa veterinaria que lo bañó.    

Hace 16 años llegó a mí, completamente destruida física y mentalmente, La Pirata. Una perrita de mediano tamaño que casi no lo logra y que la calle trató como a la peor sabandija. Lo más impresionante era su ojo seco salido de su cuenca, la piel acartonada pegada a las costillas y la sangre seca en su hocico ¿Podría imaginarse usted el destino de un chihuahua a merced del tráfico del Periférico, la carretera a El Salvador o el bulevar Los Próceres?

Lo más terrible es que existe un buen número de homúnculos que abandonan perros de todas las edades. Esto, cuando no los torturan de diferentes modos. Esta dramática situación inunda las redes sociales y los que apoyamos los movimientos pro vida animal estamos con las manos atadas. Casi no podemos hacer nada más que cotejar en las plataformas la información disponible.  

Entre las ideas que se me ocurren está que, cuando se pierda un perro, un gato o un ave, sería bueno abrir un perfil de estos, con su nombre y el cómo localizar a su familia (tema que también genera discusión). Otra idea podría ser definir, en los centros urbanos, lugares, días y horas para llevar a los animales encontrados y así, sus respectivos dueños, puedan volverse a reunir con ellos.  

No caería mal una ayudadita de las autoridades cuyas cámaras podrían orientar la búsqueda. Las mascotas no son niños pequeños, pero saben amar y ser fieles más allá de la razón. Nada cuesta ser empático con las familias que protegen a estos seres tan frágiles.

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