miércoles , 27 noviembre 2024
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ANLEU DÍAZ (II)

Guillermo Monsanto
[email protected]

Foto: Cortesía Guillermo Monsanto

Este artista, junto a otros de su promoción, son considerados como posmodernistas debido a los intencionales rompimientos con los preceptos académicos presentes en la Generación del 40. Poca gente conoce, sin embargo, los paisajes realizados por él a lo largo de su carrera. Trabajos que poseen el encanto de ser íntimos, ya que jamás los exhibió hasta 1999.

Las nuevas corrientes plásticas de los años sesenta surgieron a la par de la inauguración de la Galería DS y Juannio, ambas en 1964. Con ellas y una serie de gestores culturales aparece un pequeño, pero sólido, grupo de coleccionistas que también le apuestan al arte emergente de Guatemala. Entendidos, que bien asesorados, conformaron muchas de las colecciones más importantes de los últimos cuarenta años del siglo XX.

Un momento singular porque, como corolario, hacen presencia en el medio agresivos críticos y analistas de arte. Sujetos que crean mucho material en contra o a favor de las nuevas corrientes y que va a producir incontable material tanto en rotativos como en revistas especializadas.

Paulatinamente se desvinculó de las subastas y los centros de difusión.

La técnica que más exploró Anleu requería volúmenes, los cuales lograba al conjugar diversos materiales y soportes: cemento, colas, polvo de mármol expuestos a diversas intemperies (para dar acabados no necesariamente controlados), óleo, arena, masilla para vehículos y objetos encontrados.

Una mezcla que en algunos casos coqueteó con el arte povera, el ready made, collage y otras corrientes informalistas. Conforme su expresión madura, ya la altura del fin del conflicto armado, Anleu va abandonando el referente prehispánico encontrando una figuración más crítica todavía. Algunas veces acentuada por un color más vibrante, ya por los enérgicos grafismos (sinónimos de grabados), personajes con yelmo y fusiles al hombro.

Así desarrolló una ironía que satirizaba las normas que consideraba discriminantes y opresoras. Llegó, incluso, por sus retratos sociales a arriesgar la vida. Él contaba que una vez allanaron su casa buscando propaganda subversiva.

Que sus trabajos volaron por los aires pero que los que efectuaron el registro no consiguieron interpretar los contenidos de sus dibujos que sí eran subversivos. En otra ocasión, en un retén antes de llegar a la Universidad de San Carlos con su trabajo y el de otros compañeros le pasó exactamente lo mismo.

Anleu, en una entrevista de 1999, indicó que el panorama fue cambiando. El terremoto de 1976, la guerra, la pobreza, la falta de educación y un sinnúmero de sucesos sumergieron a la plástica en un silencioso actuar. La apertura y el cierre de galerías, la desaparición de los gestores y los pasquines de la alta sociedad se mimetizaban en los medios de comunicación más inclinados a los deportes que a la cultura. Paulatinamente se alejó de las subastas y los centros de difusión un poco cansado de la superficialidad… 

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Este artista, junto a otros de su promoción, son considerados como posmodernistas debido a los intencionales rompimientos con los preceptos académicos presentes en la Generación del 40. Poca gente conoce, sin embargo, los paisajes realizados por él a lo largo de su carrera. Trabajos que poseen el encanto de ser íntimos, ya que jamás los exhibió hasta 1999.

Las nuevas corrientes plásticas de los años sesenta surgieron a la par de la inauguración de la Galería DS y Juannio, ambas en 1964. Con ellas y una serie de gestores culturales aparece un pequeño, pero sólido, grupo de coleccionistas que también le apuestan al arte emergente de Guatemala. Entendidos, que bien asesorados, conformaron muchas de las colecciones más importantes de los últimos cuarenta años del siglo XX.

Un momento singular porque, como corolario, hacen presencia en el medio agresivos críticos y analistas de arte. Sujetos que crean mucho material en contra o a favor de las nuevas corrientes y que va a producir incontable material tanto en rotativos como en revistas especializadas.

Paulatinamente se desvinculó de las subastas y los centros de difusión.

La técnica que más exploró Anleu requería volúmenes, los cuales lograba al conjugar diversos materiales y soportes: cemento, colas, polvo de mármol expuestos a diversas intemperies (para dar acabados no necesariamente controlados), óleo, arena, masilla para vehículos y objetos encontrados.

Una mezcla que en algunos casos coqueteó con el arte povera, el ready made, collage y otras corrientes informalistas. Conforme su expresión madura, ya la altura del fin del conflicto armado, Anleu va abandonando el referente prehispánico encontrando una figuración más crítica todavía. Algunas veces acentuada por un color más vibrante, ya por los enérgicos grafismos (sinónimos de grabados), personajes con yelmo y fusiles al hombro.

Así desarrolló una ironía que satirizaba las normas que consideraba discriminantes y opresoras. Llegó, incluso, por sus retratos sociales a arriesgar la vida. Él contaba que una vez allanaron su casa buscando propaganda subversiva.

Que sus trabajos volaron por los aires pero que los que efectuaron el registro no consiguieron interpretar los contenidos de sus dibujos que sí eran subversivos. En otra ocasión, en un retén antes de llegar a la Universidad de San Carlos con su trabajo y el de otros compañeros le pasó exactamente lo mismo.

Anleu, en una entrevista de 1999, indicó que el panorama fue cambiando. El terremoto de 1976, la guerra, la pobreza, la falta de educación y un sinnúmero de sucesos sumergieron a la plástica en un silencioso actuar. La apertura y el cierre de galerías, la desaparición de los gestores y los pasquines de la alta sociedad se mimetizaban en los medios de comunicación más inclinados a los deportes que a la cultura. Paulatinamente se alejó de las subastas y los centros de difusión un poco cansado de la superficialidad… 

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