En su infancia, Alexey Marroquín (Guatemala, 1974) tuvo sus primeros acercamientos con los pinceles y el óleo. Esa semilla geminó y fue en el metal, y la técnica abstracto-matérica, que encontró su camino creativo. Con no menos de dos décadas en las artes plásticas, sus piezas han estado expuestas en espacios locales como Fundación Rozas Botrán, El Túnel y Rocío Quiroa; y en las galerías neoyorquinas Nase y Agora. Para conocer más detalles de su inspiración y su obra, visitamos al artista en su taller.
Estilo
Fue durante su paso por las aulas universitarias que Alexey Marroquín decidió dedicarse al arte formalmente. Su propósito inicial era encontrar un estilo propio y lograr que “con solo ver mis obras el público las reconociera”, recuerda. Influenciado por las tendencias internacionales, comenzó a integrar distintos materiales a sus cuadros, hasta que su gusto por la tecnología industrial lo llevó al metal, específicamente al aluminio.
Sólido
En el aluminio, dice Marroquín, halló bases más sólidas que las de un lienzo. El guatemalteco explica que la característica principal de sus piezas es la presencia de grafismos industriales, realizados con máquinas pulidoras. En su taller alberga láminas metálicas y herramientas de desbaste y pulido, que utiliza para dar forma a sus figuras y también para crear esos “arañazos” en el material. A su trabajo, además, aporta mayor diversidad de texturas al integrar arena y remaches.
Inspiración
Como autodidacta, confiesa, su gran reto fue dominar la técnica, controlar la intensidad de las máquinas y lidiar con los intentos fallidos de impregnar la pintura sobre las planchas. El Cosmos, las constelaciones y la madre naturaleza han inspirado su creación, pero a eso suma ahora su interés por la psicología. En este aspecto, Marroquín visualiza las piezas como patrones que representan la forma en que funciona la mente en planos más abstractos, de los que nace la creatividad y las ideas.