Adiós tradición

Una tradición enterrada por la codicia.

Hace unos días tuve la oportunidad de visitar un lugar muy concurrido por los guatemaltecos residentes en la capital, y cientos de personas corrían y caminaban junto a sus seres queridos incluidas sus mascotas.

Otros, utilizando bicicletas o patines, se desplazaban por las avenidas La Reforma y Las Américas, siendo una sana actividad que permite a muchos compartir momentos felices como una tradición semi moderna en una querida urbe.

Pero lamentablemente no todo es bello, pues con la intención de recordar aquellos años de infancia, pude ver con cierta nostalgia cómo una empresa de juegos mecánicos que en los ochenta tenía atracciones modernas para la época, ahora solo es la sombra de aquella compañía que me dio muchas horas de alegría junto a mis hermanos y primos.

Con esta intención continúe junto a mi familia el recorrido, buscando aquellos animalitos que nos permiten a los citadinos creernos finqueros; me refiero a los caballitos que por Q5 nos permitían considerarnos como el llanero solitario, y qué decir de la emoción de los menores al ver por primera vez un animal tan grande como un caballo o incluso una cabra.

Sí, aquellas que tirando un carrito daban una vuelta por el arreate central de la avenida Las Américas. Esta actividad, incluso más antigua que pasos y pedales. Pero si prestó atención al inicio de este bloque de palabras, hablé en pasado y a continuación le explico.

Según averigüé lamentablemente esta tradición quedó clausurada por el incremento de Q150 a los Q8 mil mensuales para los propietarios de aquellos animalitos; claro, la comuna tiene todo el derecho de cobrar por el uso de las vías públicas para así continuar con su mantenimiento, pero tampoco hay que abusar.

Aclaro: no conozco a nadie de los propietarios de los animalitos que dicho se a de paso, también pueden incurrir en abuso contra estas especies, pero eso queda para otro espacio, pues hoy esta columna está dedicada a recordar  la tradición enterrada por la codicia de algún funcionario edil.

Y es lamentable que las nuevas generaciones no tengamos acceso a conocer otras especies de animales, pues los que no conocemos a algún terrateniente, no podremos llevar a nuestros hijos a experimentar cómo estos animales son seres vivos y que no son exclusivos de documentales. Pero ¿cómo vamos a enseñarles los valores del respeto a seres con menos capacidad intelectual que nosotros, si jamás podrán tocar uno de ellos? Pues recordemos que en el zoológico La Aurora, los animales se exhiben a decenas de metros de distancia.