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COLUMNAS

Acrilamida: las claves de una vieja sustancia “bajo sospecha”

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Adela López de Cerain Salsamendi, Catedrática de Toxicología de la Universidad de Navarra

El pasado 11 de abril entró en vigor un nuevo reglamento de la Unión Europea por el que se establecen medidas para reducir la presencia de acrilamida en los alimentos. Las alertas sobre esta sustancia -presente en gran cantidad de productos como patatas fritas, panes horneados o café- han llegado a los medios de comunicación al conocerse que posee un probable efecto carcinogénico (aumenta la probabilidad de sufrir cáncer) y genotóxico (es capaz de modificar nuestro ADN).

No obstante, las sospechas de la comunidad científica sobre este compuesto vienen de tiempo atrás. Al comienzo de los años 80, la mayor preocupación con la acrilamida se centraba en proteger a los trabajadores de las empresas que la producían, ya que este componente se utilizaba en la industria desde mediados de los años 50 en áreas tan distintas como el tratamiento de aguas residuales, la fabricación de papel o en los laboratorios de biología molecular, como geles de poliacrilamida. En la década de los 80 se dieron a conocer estudios sobre los efectos neurotóxicos de esta sustancia y se alertó de su efecto cancerígeno en animales de experimentación. Posteriormente, en 1994, se publicaron los primeros estudios epidemiológicos en población de trabajadores expuestos a acrilamida durante una serie de años, así como otros relativos en toxicidad. Entonces, la Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer (IARC), dependiente de la OMS, realizó una re-evaluación y concluyó que la acrilamida se podía clasificar como “posible carcinógeno humano”. Además, a la vista de los estudios realizados, la agencia consideraba demostrado que este compuesto era genotóxico -es decir, que podía dañar el ADN.

Con todo ello se establecieron límites legales de acrilamida en alimentos. Pero estos límites eran extraordinariamente bajos -de 10 microgramos por kilo de alimento- y se habían fijado para proteger al consumidor de la posibilidad de que este contaminante pasase a los alimentos desde los envases plásticos o de papel en cuya fabricación se hubiera empleado acrilamida.

2002 marcó un antes y un después. Ese año, la Autoridad Alimentaria Nacional Sueca publicó un trabajo que exponía cómo la acrilamida -que ya era un conocido carcinógeno en animales de experimentación- se encontraba en grandes cantidades en algunos alimentos ricos en almidón. Estas moléculas se generaban cuando ciertos alimentos se cocinaban a altas temperaturas (por encima de 120ºC), en fritura u horneado. A partir de este estudio, las agencias alimentarias del Reino Unido y Noruega acometieron estudios similares para verificar los hallazgos suecos. Y los resultados que obtuvieron fueron parecidos.

El estudio sueco -y estudios posteriores- fueron muy relevantes porque encontraron niveles de acrilamida muy elevados -desde 300 hasta incluso 12 mil microgramos por kilo- en muestras de los propios alimentos sobrecocinados.Todo ello derivó en una alerta alimentaria de primer orden que empujó la investigación para determinar en qué alimentos se podía producir acrilamida, mediante qué mecanismos, bajo qué condiciones y como se podría reducir su producción. Con las conclusiones que se fueron obteniendo, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) publicó en 2015 una opinión científica en la cual concluía que la acrilamida se forma a partir de asparagina y azúcares. Ambos componentes aparecen de forma natural en algunos alimentos cuando se elaboran a temperaturas generalmente superiores a 120ºC y con bajo nivel de humedad. También aseguraba que los alimentos que tienen mayores niveles son, de nuevo, las patatas fritas (excluyendo crips y snacks) y el café (soluble). No obstante, y a falta de evidencia científica sobre la asociación entre exposición a acrilamida y cáncer en humanos, este informe aseguraba que las estimaciones de exposición humana se podían considerar seguras para efectos tóxicos no cancerígenos, aunque existe una cierta preocupación respecto de sus efectos cancerígenos.

Las conclusiones de los trabajos de investigación han servido para diseñar un reglamento de aplicación en toda la Unión Europea (Reglamento UE 2017/2158 de la Comisión, que ha entrado en vigor este mes de abril) y que establece una serie de buenas prácticas para reducir la presencia de acrilamida. Estas medidas no afectan a la calidad, ni a la seguridad microbiana del producto, sino que obligan a las empresas a adoptar estas prácticas, a tomar sus propias muestras y a ejercer un control para comprobar que no se superan los niveles máximos para cada tipo de alimento.

Al final, el caso de la acrilamida nos sirve para confirmar, una vez más, el buen funcionamiento de las alertas alimentarias en la UE. También evidencia la importancia de invertir en investigación, ya que sin el conocimiento adecuado no se pueden desarrollar evaluaciones de riesgo basadas en datos objetivos. El reto ahora recae en las empresas, quienes son las primeras interesadas en mejorar la seguridad de los productos alimenticios sin que suponga una merma de la calidad, sino una garantía de protección y salud para los consumidores.

 

Universidad de Navarra
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COLUMNAS

Zolic, el rediseño de una marca de 51 años

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Ing. Byron Gaitán, Gerente General Zolic

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Con más de medio siglo de trayectoria la Zona Libre de Industria y Comercio Santo Tomás de Castilla (Zolic), ha experimentado una evolución sólida en la consecución de sus objetivos.

En la etapa más reciente, el compromiso de su Junta Directiva, Gerencia y Sub-Gerencia ha sido fundamental para impulsar estratégicamente la atracción de nuevas inversiones y el crecimiento económico del país. 

La institución ha sido un pilar en la historia de Guatemala, contribuyendo al desarrollo del empleo y la economía nacional. Es así como desde 2021, se estableció una estrategia de reposicionamiento de marca, destacando entre sus acciones el rediseño del logotipo, que otorga un espacio para la innovación y la evolución de la institución desde su imagen visual.

La esencia y el propósito primordial de Zolic desde su fundación en 1973 han sido la promoción de la inversión nacional y extranjera para impulsar el desarrollo, la productividad y el empleo, en línea con su Ley Constitutiva el Decreto 22-73 del Congreso de la República y sus reformas posteriores en el Decreto 30-2008.

El logotipo anterior fue utilizado como sello distintivo de la institución desde el 2012.

La historia de la institución se entrelaza con la identidad arraigada de la Zona Libre de Industria y Comercio “Santo Tomás de Castilla”, conocida generalmente como Zolic por usuarios, público en general y trabajadores, quienes han sido testigos de su evolución a lo largo de los años.

Desde sus inicios, situada junto al principal puerto en el Atlántico guatemalteco, en Puerto Barrios, Izabal; los primeros logotipos de Zolic evocaban el sol, el mar e incluso una gaviota, reflejando su ubicación privilegiada y buscando hacer referencia de su conexión con el comercio
marítimo.

Sin embargo, en la historia de Zolic su Ley Orgánica ha tenido varias reformas, siendo una de las más significativas la de 2008. Con la cual la institución se ampliaría en capacidades, convirtiéndose en la fuerza impulsora detrás de lo que ahora conocemos como Zonas de Desarrollo Económico Especiales Públicas (ZDEEP), autorizando y habilitando nuevas Zonas Libres para el crecimiento económico, en todas las regiones del país.

El logotipo anterior fue utilizado como sello distintivo de la institución desde 2012, y si bien era reconocible por su nombre solo aprovechaba un 7 por ciento el potencial de la marca, en el nuevo rediseño Zolic ocupa el lugar central y dominante representando el 100 por ciento de la composición gráfica.

Esta decisión refuerza el posicionamiento de la marca y la hace más memorable para el público, la marca tiene colores corporativos que reflejan confianza y estabilidad y aseguran una consistencia visual, con tipografías legibles y modernas que reflejan profesionalidad y seriedad.

Hoy, el logotipo de Zolic, tiene un diseño conformado por un rectángulo vertical en color azul oscuro con cortes ondulares; en la parte inferior, en medio esta la palabra Zolic en letras especiales en color azul oscuro, sobre la palabra Zolic, figura una línea ondulada en color celeste con un punto rojo y debajo de la palabra Zolic, se encuentran las palabras zona libre de industria y comercio en letras especiales en color azul oscuro subrayado con línea en color rojo. Abajo del subrayado rojo se encuentran las palabras Santo Tomás de Castilla en letras especiales en color gris claro.

El nuevo diseño de marca de Zolic se da en un tiempo importante de cambio en su historia, consolidando su posición en el mercado guatemalteco y preparando a la institución para enfrentar los desafíos del comercio internacional y el nearshoring.

Con un logotipo limpio y claro, colores corporativos distintivos y tipografías cuidadosamente seleccionadas, Zolic se posiciona como el líder en su sector, rigiendo la autorización y habilitación de las Zonas de Desarrollo Económico Especiales Públicas (ZDEEP), lo que se traduce en contribución a la reactivación económica y social de un nuevo país para todos.  

Colaborador DCA
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COLUMNAS

Por una cultura laboral segura y saludable

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Consejo Editorial Conadi

Hace ya 21 años que el 28 de abril se marca en nuestros calendarios como el Día Mundial de la Seguridad y la Salud en el Trabajo. Esta fecha no solo nos recuerda la importancia vital de promover entornos laborales seguros, saludables y dignos, sino que también nos invita a rendir homenaje a todas aquellas personas que han sido víctimas de accidentes laborales y enfermedades profesionales.

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) define la Seguridad y Salud en el Trabajo (SST) como una disciplina dedicada a prevenir lesiones y enfermedades laborales, así como a proteger y promover la salud de los trabajadores.

Sin embargo, a pesar de los esfuerzos, las cifras son alarmantes: Según análisis de la OIT casi 3 millones de personas mueren por accidentes y enfermedades relacionadas con el trabajo; además, calcula que 395 millones de trabajadores en todo el mundo sufrieron lesiones laborales no mortales; entre estos, un porcentaje significativo termina con alguna discapacidad.

A pesar de los esfuerzos, las cifras son alarmantes.

Según el Banco Mundial, aproximadamente el 15 por ciento de la población mundial vive con algún tipo de discapacidad.

Además de los riesgos físicos, también debemos considerar los desafíos relacionados con la salud mental en el ámbito laboral.

La ansiedad, el estrés y otros problemas de salud mental no solo afectan al individuo, sino que también impactan negativamente en la productividad empresarial.

En Guatemala, el Ministerio de Trabajo y Previsión Social (Mintrab) y el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social (IGSS) tienen a su cargo, en forma coordinada, el control y vigilancia de la salud y seguridad; esto, para garantizar entornos laborales seguros y saludables.

Según el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social (IGSS), en nuestro país se registran 200 accidentes laborales diarios, siendo los sectores más peligrosos la agricultura, los servicios y la industria.

El Consejo Nacional para la Atención de las Personas con Discapacidad hace el llamado para que las empresas asuman su responsabilidad y prioricen la seguridad de sus trabajadores.

Invertir en la prevención de accidentes laborales y en la inclusión de personas con discapacidad en el lugar de trabajo no solo mejora la moral y la productividad, sino también fomenta la diversidad en la fuerza laboral. Además, es crucial garantizar el cumplimiento de las leyes y regulaciones que protegen a los trabajadores en la prevención de accidentes laborales en nuestro país.

En este Día Mundial de la Seguridad y la Salud en el Trabajo, hagamos un compromiso conjunto para crear una cultura laboral donde la seguridad y la salud de los trabajadores sean prioridades indiscutibles. Juntos, podemos construir un futuro laboral más seguro, saludable y equitativo para todos.

Colaborador DCA
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COLUMNAS

¿Woke qué, woke quién?

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Miriam Jerade

Profesora Asistente Facultad de Artes Liberales

Lo tragicómico del libro de Susan Neiman, La izquierda no es Woke es que si bien su autora afirma haberlo escrito para salvar a la izquierda, solo le habla a los prejuicios del ala reaccionaria y conservadora.

En el libro, Susan Neiman sostiene que la izquierda intercambió la igualdad social por la reivindicación identitaria. Neiman jamás define woke.

El término que se originó en la comunidad afroamericana para estar atentos, ha degenerado en un insulto.

Políticos conservadores como Ron DeSantis lo usan contra el activismo medioambiental, derechos sexuales o ser vegano; posiciones escasamente comparables en su valoración social o poder. Tampoco es claro el referente: ¿woke quién? ¿Se refiere a su vecina que le pidió llamarla con otro pronombre o a todas las luchas contra el sexismo?

¿Qué se le achaca a la izquierda (si es que existe la izquierda)? Que perdió su vocación universalista que buscaba la igualdad.

Es falso que la izquierda abandonó las luchas por la igualdad social.

Es cierto que habiendo conquistado una mayor igualdad formal, cierta izquierda ha señalado injusticias estructurales que algunos grupos sociales padecen.

Esto que la autora interpreta como pura victimización es una lucha por la justicia de aquellos que tienden a ser aún más explotados o marginados en el mundo laboral, tienen menos capacidad de decisión o padecen violencias sistemáticas.

Cuando los conservadores contraponen al lema Black Lives Matter una fórmula universalista como All Lives Matter, están caricaturizando la demanda y lo hacen con una ignorancia porfiada que desconoce que es más probable recibir violencia policial cuando se es negro en los Estados Unidos.

Extrañamente, grupos conservadores los defensores de la familia tradicional, por ejemplo; rara vez se tildan como identitarios.

Otra confusión que alimenta el libro es que las identidades son tratadas como intereses, o peor aún, sensibilidades. Indígena u homosexual no describirían nada más que distintos grupos de interés (parciales, además).

De ahí que según ella la izquierda dejó el universalismo ilustrado por intereses particularistas escépticos del progreso. Como si no hubiese progreso moral en el combate al racismo o al sexismo y en la conquista de derechos.

La idea de que la izquierda abandonó la redistribución por el reconocimiento ha sido muy discutida. A nuestro parecer, se trata de una falsa dicotomía, pues la distribución material está estrechamente relacionada con el reconocimiento. 

                  Continuará… 

Colaborador DCA
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