Para un roquero, Electric Ladyland es un disco confuso y por momentos desesperante. Incluso, el fanático de Jimi Hendrix puede padecer sus pasajes de improvisación. En sí, el material es de blues, con fuertes dosis de esteroides musicales en el espacio. Te pone a prueba, no es para todos.
Me explico: Hendrix maquinó las canciones con los sonidos que escuchaba en su cabeza. Su misión era extraerlos y mostrarlos al mundo de manera perfecta. Esa obsesión de Jimi pasó por la paciencia, y el despido de su mánager y sus compañeros de banda. No me malinterpreten, el disco es una obra maestra, aunque el precio haya sido alto. Simplemente es difícil de digerir, requiere esfuerzo; te exige. Mas tiene su recompensa, porque se puede escuchar cuando nuevos sonidos y texturas se encuentran.
Las grabaciones fueron difíciles y la mezcla de los instrumentos se tuvo que hacer entre la gira de Hendrix por Inglaterra y Nueva York, EE. UU. No ayudaba tampoco la multitud que lo seguía hasta el estudio y desconcentraba a los músicos invitados. Hendrix, fresco en el sofá, confiaba en que podría interpretar los sonidos cerebrales, mas esos útiles sonoros aún no se habían inventado y eso lo frustraba.
Es poco lo que se rescata de Hendrix como letrista. Su fortaleza radica en el poderío para experimentar y elevar el concepto del blues más allá del entendimiento mortal. Es decir, no le bastaba con exorcizar su guitarra, también tenía que extirparle las entrañas.
Las composiciones del Electric Ladyland tienen mucha insolencia creativa. Se aventuran por espacios musicales que solo pueden ser explorados y llenados por mentes conectadas telepáticamente. Todo encaja dentro de la creatividad psicodélica del genio, acompañado de Mitch Mitchel, en la batería, y Noel Redding en el bajo.
En 15 minutos, Vodoo Chile es una épica canción que contiene esa telepatía de la que hablamos. Poderosa y por momentos desorientada, a pesar que fueron tres tomas. A lo mejor su imperfección es por lo que más conquista. Mitchel y Redding son feroces.
1983 (A Merman I Should Turn To Be) es otra de las hazañas que supera los 13 minutos. Hay una nostalgia profunda en sus letras y un caos insufrible, como el himno en Woodstock. Claro, las hay conocidas como Crosstown Traffic y por supuesto All Along The Watchtower. El arreglo le encantó a Bob Dylan, quien nunca dimensionó su canción de esa manera tan ensordecedora.
Electric Ladyland cumplió 50 años este martes, y se le notan. Los rasgos psicodélicos lo delatan. Hendrix agigantó su leyenda con esta producción e influyó a muchos con esta bestialidad de álbum. Rompió paradigmas musicales de una sola nota y abrió mentes con solos aullantes. Más no se puede pedir.