Patricia Letona D.
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Hoy tengo 156,638 razones para escribir: cada uno de los jóvenes que, según el Ministerio de Educación, se graduará este año de las 144 carreras de nivel medio autorizadas. Son 156 mil sueños, 156 mil historias, y 156 mil puertas que deberían abrirse al futuro, pero no siempre ocurre así.
Para muchos de estos jóvenes, haber completado la educación media fue un privilegio, un esfuerzo diario entre limitaciones y obstáculos. Sin embargo, ahora enfrentan la realidad de la vida adulta, donde el siguiente reto es, en muchos casos, conseguir un empleo formal que les permita alcanzar un ingreso estable.
En el mercado laboral, la competencia es feroz, las ofertas de empleo suelen no cumplir con las expectativas salariales y, con frecuencia, exigen una experiencia que los recién graduados aún no poseen.
Además, el sistema educativo guatemalteco, plagado de retos en cuanto a calidad, con frecuencia no brinda las competencias que necesitan para un mercado laboral cada vez más complejo. Al carecer de opciones formales, muchos jóvenes se ven obligados a buscar trabajo en el sector informal, enfrentando condiciones laborales precarias, salarios bajos y otros retos. Para muchos, el “emprendimiento” no es tanto una elección como una necesidad, un recurso de subsistencia.
Si sabemos que nuestra sociedad no puede absorber a todos estos jóvenes que año tras año ingresan al mercado laboral, el sistema educativo debería al menos prepararlos mejor para enfrentar esta realidad. Dotarlos de herramientas como el pensamiento crítico, la creatividad y la capacidad de resolver problemas, habilidades necesarias en un mercado laboral que demanda adaptabilidad y flexibilidad, puede hacer una gran diferencia. La educación no puede limitarse a la transmisión de conocimientos; debe enfocarse en formar personas capaces de moverse en un mundo competitivo y globalizado.
Imaginemos un sistema educativo que enseñe a nuestros jóvenes innovación, habilidades tecnológicas, finanzas personales, inteligencia emocional y liderazgo. Imaginemos que les da las herramientas para enfrentar los desafíos de la vida adulta con seguridad y resiliencia. Un pequeño porcentaje logrará continuar sus estudios superiores, pero el costo de la educación universitaria en Guatemala, especialmente en instituciones privadas, es una barrera importante. Las opciones públicas, aunque más accesibles, son muy limitadas y no siempre están al alcance de quienes viven lejos de los centros urbanos.
No lo tienen nada fácil. Y para muchos, ante la falta de oportunidades en su tierra, la migración se convierte en la alternativa principal para aspirar a una vida digna, aun con los riesgos y desafíos que implica.
La mejor manera de frenar la migración es ofrecer esperanza y oportunidades aquí, en Guatemala. Es urgente que tanto el Gobierno como todos los sectores comprendan la importancia de invertir en nuestra juventud, en su educación y en su formación. No es solo un esfuerzo por el presente; es la base para un futuro donde nuestros jóvenes puedan vivir, crecer y prosperar en su propio país. Jóvenes que se gradúan este año, de corazón les deseo lo mejor.
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