Claudio Araya
Director Académico del Magíster en Mindfulness Relacional y Compasión UAI
“América” no es sinónimo de Estados Unidos, es un continente rico y diverso, donde el país (Estados Unidos) representa solo el 25.4 por ciento del territorio del continente americano.
Las que llamamos “redes sociales” no son nuestras genuinas redes. Utilizamos ese nombre para referirnos a aplicaciones tecnológicas (como Facebook), pero ellas son apenas un reflejo de nuestros vínculos significativos.
Los ejemplos reflejan el reduccionismo lingüístico, que ocurre cuando usamos términos de manera simplista o reducida, restringiendo su significado complejo.
Este fenómeno tiene consecuencias profundas y sutiles, afectando a millones, como cuando Trump usa el eslogan Make America Great Again no está buscando ennoblecer a un continente, más bien, con su discurso restrictivo y beligerante, está generando separaciones .
Cuando hablamos de “redes sociales” para referirnos a las aplicaciones tecnológicas, estamos invisibilizando nuestra compleja red de vínculos significativos, aquel que ocurre en el mundo de la vida. Con este reduccionismo estamos ocultando nuestras genuinas red de relaciones sociales, reemplazándolo por un sucedáneo.
El reduccionismo lingüístico es permisivo y lamentablemente más común de lo que creemos. Pasa desapercibido cuando decimos “hombres” para referirnos a toda la humanidad, o cuando decimos “ciencia” para aludir solo a las ciencias “exactas” o “naturales”, dejando fuera, por ejemplo, a las ciencias sociales, que también siguen el método científico.
Todos los ejemplos reflejan el alcance y los peligros del reduccionismo lingüístico, que siempre aluden tendenciosamente a una pequeña parte de la experiencia, eliminando otros aspectos, perdiéndose con ello la riqueza y diversidad del sentido de las palabras y de la experiencia misma.
El uso que hacemos del lenguaje no es ingenuo: dirige nuestra atención y modelan nuestro pensamiento, y a su vez, afectan nuestra capacidad de actuar e imaginar nuevos futuros posibles.
Entonces, ¿cómo responder a este fenómeno? Lo primero es ser conscientes de las palabras que usamos, revisando críticamente el sentido que le estamos dando a las palabras, detectando y corrigiendo posibles exclusiones. También es bueno precisar y ampliar nuestro lenguaje.
Si queremos construir un mundo más inclusivo y consciente, es necesario partir por casa, por el
lenguaje que estamos utilizando.
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