Quienes han vivido durante los gobiernos instalados en la era democrática son testigos de los múltiples programas lanzados para la adquisición de vivienda popular. Estos ciudadanos conocen también cómo esos planes se tornaron en mecanismos despiadados de saqueo y desilusión.
Desde aquellos tiempos, las autoridades han estado conscientes de que uno de los sueños de las familias es contar con un techo propio, en el cual se puedan desarrollar con plenitud. Al final, el Estado ha sido incapaz de estrechar el déficit habitacional, aunque sí permitió el enriquecimiento de exfuncionarios, exdiputados, exgobernantes y constructores que se aliaron en un plan perverso que se robó la esperanza ciudadana. Ante la mirada silenciosa y cómplice de las instituciones llamadas a perseguir y condenar la corrupción.
Hoy, los guatemaltecos observan otro intento de cubrir esa necesidad humana. Ellos ven con optimismo que, poco a poco, llegan los recursos para adquirir casas propias o mejorar los inmuebles heredados. Paso a paso, pero con firmeza, como marchan los proyectos que perduran. Así como el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social o la Ciudad Olímpica. Obras que se miran, se palpan e, indiscutiblemente, forman parte de un pasado y presente esperanzador.
Ahora, cuando se intentan plantar dudas sobre la ejecución presupuestaria. Sobre la necesidad de que el Congreso apruebe algunos préstamos. Cuando se levanta la voz y se protesta sobre acciones que antes se apoyaban sin chistar, habrá que recordar que en política hay pocas cosas nuevas. Son pocos los inventos. La diferencia estriba en la decencia que mueve cada acción. En el trasfondo que se esconde.
En breve, el gobierno de Bernardo Arévalo y Karin Herrera pondrá en marcha un programa para la adquisición de la primera vivienda. Un mecanismo que facilitará la adquisición de préstamos blandos, que servirán para la compra de habitaciones en cualquier parte del país. De manera paralela se comenzó con la entrega de subsidios para la adquisición o remozamiento de residencias, que alcanzan a familias de pocos recursos económicos. Son programas que se podrán tocar. Sueños cristalizados que permanecerán en el tiempo, como perduran los gestos solidarios. El trato de amigos. El apoyo recíproco.