viernes , 22 noviembre 2024
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Estados Unidos trunca la Revolución

Foto: Snow Media

Con la dimisión del coronel Jacobo Árbenz Guzmán —provocada por el Gobierno de Estados Unidos a través de anticomunistas guatemaltecos, a quienes financió, armó y organizó— terminaron
3 mil 537 días de profundos cambios políticos y sociales que comenzaron el 20 de octubre de 1944.


A las 9 de la noche del domingo 27 de junio de 1954, Árbenz divulgó por la radio nacional TGW un mensaje que sorprendió a sus seguidores y enemigos, quienes creyeron que sería otro llamado a resistir la agresión de mercenarios, como incluso expusieron las Fuerzas Armadas dos noches antes y cuyo registro histórico se consigna en los diarios de la época.


“Como mi gobierno ha sido acusado de ser de naturaleza comunista, sin que hayamos podido desvanecer que no lo es, aun cuando hemos empleado todos los medios para convencer a los elementos reaccionarios del mundo de que lo sostenido por los círculos gobernantes norteamericanos es una patraña, y como esos círculos harán más despiadada la agresión contra Guatemala, he tomado una dolorosa y cruel determinación: (…) abandonar el poder”, expresó con la voz entrecortada y deprimida.


Operación Éxito


El primer gran triunfo de Estados Unidos en América Latina después de la Segunda Guerra Mundial y en el marco de la Guerra Fría fue el alejamiento de Árbenz del poder. Las conspiraciones le costaron a la administración de Dwight Eisenhower 3 millones de dólares en la denominada Operación Éxito, a la cual la Central de Inteligencia Americana (CIA) nombró en clave PBSuccess. Esa cantidad equivalía a poco menos de la quinta parte de los 15.8 millones de dólares que la multinacional United Fruit Company (UFCO) exigió a Árbenz como indemnización por expropiar terrenos en Tiquisate, Escuintla, y así comenzar la reforma agraria amparada en el Decreto 900 de 1952.


La cara visible de los mercenarios a cargo de la CIA fue el coronel Carlos Castillo Armas, un oscuro personaje anticomunista que lucía bigote de estilo hitleriano.


La dimisión de Árbenz —quien integró el triunvirato que tomó el poder tras la caída de Federico Ponce Vaides, heredero del dictador Jorge Ubico— contuvo e hizo retroceder grandes avances impulsados por su predecesor, Juan José Arévalo, incluida la apertura a todas las corrientes ideológicas.
El anticomunismo se instaló en el país a partir del 3 de julio de 1954, con la entrada triunfal a la capital de Castillo Armas. Así, con alzas y bajas, gobernantes militares y civiles tutelados por la institución armada mantuvieron esa política de Estado, en la práctica hasta 1996, cuando las fuerzas guerrilleras y el Gobierno firmaron la paz.


Conquistas que sobreviven


Ocho décadas después de la caída del ubiquismo y transcurridos 70 años de la renuncia de Árbenz persisten grandes conquistas de la “Primavera democrática”.


La Junta Revolucionaria de Gobierno —integrada por Árbenz, el mayor Francisco Javier Arana y el civil Jorge Toriello Garrido— convocó elecciones libres, comenzó una serie de reformas democráticas y derogó leyes represivas. Además, llamó a redactar una moderna Carta Magna, la cual creó y fortaleció la organización sindical, aprobó el voto de las mujeres y proscribió el trabajo forzado. Asimismo, decretó la autonomía universitaria.


Mientras tanto, Arévalo sancionó en 1947 el Código de Trabajo. También fue un progresista impulsor de la educación y el deporte, de la reforma bancaria y monetaria con la adhesión del país al Fondo Monetario Internacional (FMI). Uno de sus logros más notables fue la creación del Instituto Guatemalteco de Seguridad Social (IGSS).


Arévalo fue el presidente que pavimentó el camino que debía transitar Árbenz, quien además de buscar que el desarrollo llegara al campo, ofreció la construcción de la hidroeléctrica Jurún Marinalá, de la carretera al Atlántico y del puerto Santo Tomás de Castilla.


El programa de gobierno del llamado “Coronel de la primavera” era modernizador y no socialista, como sostenían el Gobierno estadounidense y sus aliados en Guatemala. Y la principal excusa para sabotearlo fue la Ley de Reforma Agraria, la cual —amparada en el precepto constitucional de la propiedad privada en función social— pretendía expropiar tierras ociosas y redistribuirlas entre miles de campesinos. Sin embargo, tocó los intereses de la UFCO y de la International Railways of Central America (IRCA).
La CIA diseñó una campaña que combinaba acciones psicológicas, económicas, diplomáticas y paramilitares. Dos ejemplos fueron las transmisiones de una radio clandestina, el sobrevuelo nocturno de aviones por diversos poblados del país y las críticas de influyentes sectores guatemaltecos, como la cúpula de la Iglesia católica.


Castillo Armas asumió el poder como jefe del llamado Movimiento de Liberación Nacional y como hombre fuerte de Washington. Su gobierno desmanteló rápidamente las reformas agraria y laboral que habían sido el corazón de la Revolución de 1944.


El fin de una década de cambios estructurales no solo representó la caída de un gobierno, sino también la cancelación de un sueño de justicia social y desarrollo independiente. La intervención de Estados Unidos en el derrocamiento de Árbenz marcó el inicio de una larga era de inestabilidad política, violencia y represión en el país que se extendió por décadas.

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3 mil 537 días de profundos cambios políticos y sociales que comenzaron el 20 de octubre de 1944.


A las 9 de la noche del domingo 27 de junio de 1954, Árbenz divulgó por la radio nacional TGW un mensaje que sorprendió a sus seguidores y enemigos, quienes creyeron que sería otro llamado a resistir la agresión de mercenarios, como incluso expusieron las Fuerzas Armadas dos noches antes y cuyo registro histórico se consigna en los diarios de la época.


“Como mi gobierno ha sido acusado de ser de naturaleza comunista, sin que hayamos podido desvanecer que no lo es, aun cuando hemos empleado todos los medios para convencer a los elementos reaccionarios del mundo de que lo sostenido por los círculos gobernantes norteamericanos es una patraña, y como esos círculos harán más despiadada la agresión contra Guatemala, he tomado una dolorosa y cruel determinación: (…) abandonar el poder”, expresó con la voz entrecortada y deprimida.


Operación Éxito


El primer gran triunfo de Estados Unidos en América Latina después de la Segunda Guerra Mundial y en el marco de la Guerra Fría fue el alejamiento de Árbenz del poder. Las conspiraciones le costaron a la administración de Dwight Eisenhower 3 millones de dólares en la denominada Operación Éxito, a la cual la Central de Inteligencia Americana (CIA) nombró en clave PBSuccess. Esa cantidad equivalía a poco menos de la quinta parte de los 15.8 millones de dólares que la multinacional United Fruit Company (UFCO) exigió a Árbenz como indemnización por expropiar terrenos en Tiquisate, Escuintla, y así comenzar la reforma agraria amparada en el Decreto 900 de 1952.


La cara visible de los mercenarios a cargo de la CIA fue el coronel Carlos Castillo Armas, un oscuro personaje anticomunista que lucía bigote de estilo hitleriano.


La dimisión de Árbenz —quien integró el triunvirato que tomó el poder tras la caída de Federico Ponce Vaides, heredero del dictador Jorge Ubico— contuvo e hizo retroceder grandes avances impulsados por su predecesor, Juan José Arévalo, incluida la apertura a todas las corrientes ideológicas.
El anticomunismo se instaló en el país a partir del 3 de julio de 1954, con la entrada triunfal a la capital de Castillo Armas. Así, con alzas y bajas, gobernantes militares y civiles tutelados por la institución armada mantuvieron esa política de Estado, en la práctica hasta 1996, cuando las fuerzas guerrilleras y el Gobierno firmaron la paz.


Conquistas que sobreviven


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La Junta Revolucionaria de Gobierno —integrada por Árbenz, el mayor Francisco Javier Arana y el civil Jorge Toriello Garrido— convocó elecciones libres, comenzó una serie de reformas democráticas y derogó leyes represivas. Además, llamó a redactar una moderna Carta Magna, la cual creó y fortaleció la organización sindical, aprobó el voto de las mujeres y proscribió el trabajo forzado. Asimismo, decretó la autonomía universitaria.


Mientras tanto, Arévalo sancionó en 1947 el Código de Trabajo. También fue un progresista impulsor de la educación y el deporte, de la reforma bancaria y monetaria con la adhesión del país al Fondo Monetario Internacional (FMI). Uno de sus logros más notables fue la creación del Instituto Guatemalteco de Seguridad Social (IGSS).


Arévalo fue el presidente que pavimentó el camino que debía transitar Árbenz, quien además de buscar que el desarrollo llegara al campo, ofreció la construcción de la hidroeléctrica Jurún Marinalá, de la carretera al Atlántico y del puerto Santo Tomás de Castilla.


El programa de gobierno del llamado “Coronel de la primavera” era modernizador y no socialista, como sostenían el Gobierno estadounidense y sus aliados en Guatemala. Y la principal excusa para sabotearlo fue la Ley de Reforma Agraria, la cual —amparada en el precepto constitucional de la propiedad privada en función social— pretendía expropiar tierras ociosas y redistribuirlas entre miles de campesinos. Sin embargo, tocó los intereses de la UFCO y de la International Railways of Central America (IRCA).
La CIA diseñó una campaña que combinaba acciones psicológicas, económicas, diplomáticas y paramilitares. Dos ejemplos fueron las transmisiones de una radio clandestina, el sobrevuelo nocturno de aviones por diversos poblados del país y las críticas de influyentes sectores guatemaltecos, como la cúpula de la Iglesia católica.


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El fin de una década de cambios estructurales no solo representó la caída de un gobierno, sino también la cancelación de un sueño de justicia social y desarrollo independiente. La intervención de Estados Unidos en el derrocamiento de Árbenz marcó el inicio de una larga era de inestabilidad política, violencia y represión en el país que se extendió por décadas.

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