ONEIDA NAJARRO
Subsecretaria de Comunicación
Se inicia una nueva Corte Suprema de Justicia y una nueva Corte de Apelaciones, con un mandato de cinco años, tiempo en el que tendrán la oportunidad de demostrar con sus resoluciones si estarán del lado del pueblo o de oscuros intereses.
Una vez concluida la elección de Cortes en el Congreso, el común de los ciudadanos no comprende aún si se eligieron a los mejores para impartir justicia; si ganaron la batalla los buenos o los malos, pero más que eso, a partir de ahora serán las acciones de los electos las que darán esa respuesta.
Ya en el ejercicio de sus cargos, los magistrados que empiezan hoy la tarea de impartir justicia han de saber que debido al actuar cuestionado de muchos de sus antecesores tienen enfrente la difícil misión de devolver la confianza en el sistema, que aquello de justicia pronta y cumplida no sea solo un decir.
Cansados estamos de ver cómo en los tribunales se favorece a quienes han saqueado los recursos del Estado y en contraposición se castiga a quienes denunciaron esa podredumbre; de ver cómo se criminaliza a guatemaltecos que no se prestaron a manipular la ley, que no se doblegaron ante los mezquinos propósitos de un sector que mantiene cooptada la justicia.
Esperaríamos que las nuevas autoridades dejen atrás cualquier padrinazgo que les apoyó para alcanzar una magistratura y su compromiso sea con el pueblo, que es finalmente al que se deben y el que como ya hemos presenciado, se ha levantado cuando las circunstancias lo demandan.
“Que una toga no los haga omnipotentes; por el contrario, que la porten con afán de proveer la tan anhelada justicia“
A un buen número de electos se les ha vinculado con comisiones paralelas, esas que en anteriores procedimientos de elección fueron denunciadas de ser dirigidas por operadores políticos que se movilizan alrededor de estos procesos para garantizarse impunidad con cuotas de poder y que también estuvieron activas esta vez, según observadores.
Pero a estas alturas, lo que se podría justificar es que, de la manera en que ha funcionado ese mecanismo de comisiones paralelas, cualquier abogado con intención de llegar a una magistratura, jamás hubiera alcanzado su objetivo si no tocaba esas puertas, buscando padrinazgo. Tan sistematizado estuvo el mecanismo que se fue “normalizando.”
Eso se esperaría ahora, que más allá de la interpretación y aplicación de las normas, recuerden que sus decisiones llevan inherentes el generar la paz social y seguridad jurídica. No se vale retorcer las leyes para satisfacer intereses espurios.
Los nuevos magistrados también son padres, madres, hijos, nietos, hermanos, amigos y vecinos. En mi papel de madre, qué tristeza sería ver a un hijo juez faltando a la ética, poniéndose al servicio de los malos: un golpe al corazón.
Imaginen que un hermano juez no pueda tranquilamente salir a un restaurante porque los comensales repudian su actuar en favor de la impunidad. O que un tío va en el avión y cuando los pasajeros lo reconocen, empiezan a grabar y a decirle sus verdades y debe cubrirse el rostro.
Que una toga no los haga omnipotentes; por el contrario, que la porten con afán de proveer la tan anhelada justicia, protegiendo a la sociedad del abuso. Esperamos y demandamos que den la talla.