Dudas, retos y prejuicios. Eso cargan en sus espaldas los nuevos magistrados titulares de la Corte Suprema de Justicia (CSJ). Tras la elección efectuada por los congresistas nadie quemó cuetes. Tampoco hubo ovaciones. Más bien hay un sentimiento de pragmatismo, que roza el optimismo. Un alivio que impone retos.
Como es de esperar, el mayor nivel de esperanza está del lado de quienes los eligieron, entre los que figuran representantes del Partido Movimiento Semilla, el grupo cercano al Gobierno. Sus argumentos pueden ser válidos. Por ejemplo, advierten que la CSJ quedó integrada con el aval de la mayoría de bloques, lo cual se respalda con los siguientes datos: de los 13 magistrados solo una no alcanzó la mayoría absoluta (107 votos) y siete rebasaron de 150 apoyos.
El otro argumento que exponen es el balance que caracteriza a la nueva Corte. Una particularidad que no los deja bien parados, porque supone que debieron incluir a candidatos poco idóneos o vinculados a las mafias, como también lo advierten, principalmente, quienes han sido perseguidos por razones políticas.
Pero más allá de la defensa de los parlamentarios, conviene reparar en comentarios que hacen algunos expertos que han seguido de cerca el proceso. El más contundente advierte que se logró depurar la CSJ, y aunque con sus grises y sombras, el cuerpo colegiado tiene en sus manos mucho del futuro democrático del país.
En un mensaje divulgado en X, el presidente Bernardo Arévalo les recuerda algunos de los compromisos que tienen ante los guatemaltecos. El primero, aunque no necesariamente el más importante, pasa por rescatar la credibilidad ciudadana en la justicia y en el respeto de los derechos humanos. El otro se relaciona con el fin de la impunidad, sobre todo contra aquellos que han saqueado, insaciablemente el erario.
Conviene insistir sobre la desconfianza justificada que tiene la ciudadanía sobre las nuevas autoridades del Organismo Judicial. Dudas que los próximos magistrados podrán resolver si actúan con decencia y alejados de ese cártel de corruptos que, poco a poco, se va quedando solo e indefenso.