Efraín Recinos edificó, esculpió y pintó joyas arquitectónicas que forman parte de la herencia cultural del país
Ilustración: Sergio Espada
Miles de personas transitan a diario por algunas de las obras que dejó la mente creativa de Efraín Recinos, pero escasas veces se detienen a contemplarlas o saber qué historias existen detrás de ellas.
Difusores acústicos del Conservatorio Nacional de Música Germán Alcántara, los murales ponientes del Crédito Hipotecario Nacional (CHN), el mural en alto relieve de concreto de la Biblioteca Nacional de Guatemala Luis Cardoza y Aragón, entre otras fueron creaciones de uno de los grandes artistas guatemaltecos del siglo XX.
Sin embargo, su obra cumbre y emblemática es el Centro Cultural Miguel Ángel Asturias, del cual el arquitecto hasta el último minuto de su vida fue un fiel guardián para que su belleza y majestuosidad no se perdiera. Es un teatro que diseñó con escaleras afuera como las pirámides mayas y con dos cabezas de jaguar como balcones en los costados. “Si se va a gastar la plata del país que sea en una arquitectura nuestra”, indicó hace años el maestro.
Pintor, escritor, arquitecto, originario de Quetzaltenango, Recinos forjó su conocimiento desde la infancia en la década de 1920 con sus grandes amigos: los lápices y crayones. A los cinco dibujaba monstruos, guerras, soldados y batallas que con el tiempo se convirtieron en damas, retratos y héroes. Su educación fue autodidacta, su padre le enseñó a leer y escribir y hasta los 12, cursaba sus estudios de primaria en la Escuela República de Costa Rica.
Música y deporte
También, gracias a la influencia de su padre y tía, aprendió a tocar el violín, la mandolina y la marimba.
Cuando cursaba su bachillerato en el Instituto Nacional Central para Varones incursionó en el deporte. Según él, nunca tuvo condiciones físicas para el deporte, solo muchas “ganas”, con las cuales logró algunos récords nacionales. “No debería decirlo, también fui seleccionado de básquetbol en Guatemala con esa estatura y flaquencia”, comentó entre risas.
En 1951 asistió a los Juegos Panamericanos, junto con sus compañeros como Mateo Flores, y otros que obtuvieron el quinto lugar de la categoría general. El papá de Recinos lo inscribió en la Escuela Nacional de Artes Plásticas de Guatemala Rafael Rodríguez Padilla, para que estudiara dibujo y escultura. Según la revista de la institución mencionada, el artista ingresa hacia 1947 o 1948, así queda ligado a una serie de renombrados artistas intelectuales de la generación del cincuenta como Rodolfo Abularach, Miguel Alzamora Méndez y Víctor Manuel Aragón, entre otros.
El documental Algunas Dimensiones detalla las vivencias de su vida, los momentos más personales al estar frente a su casa donde se crió en Xela, sus figuras como la Guatemalita. “Este un personaje que iba a ser la protagonista de una tira cómica que nunca hicimos, por eso ella actúa en diferentes escenarios y hace muchas actividades”, expresó. Y el porqué portaba chalecos con tela típica, que en la producción audiovisual se dice que algunas teorías apuntan que eran algunos retos a la burguesía o solo su gusto.
“Durante mi vida he tenido pocas oportunidades de conocer mentes privilegiadas, una de ellas fue la de Efraín Recinos, quien me dejó una huella profunda en mi saber”, declaró Aldo Bonilla, catedrático universitario. Añadió que de él también aprendió la creatividad, el pensamiento enfocado en la proacción, la simpleza de la vida y el arte en sus expresiones visuales.
Con información Renap,
Biografía Efraín Recinos y Fundacion Paiz.