sábado , 23 noviembre 2024
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El ingenioso constructor de casas a base del bambú

Antonio Aguilar es un astrofísico y físico egresado de la Universidad de Harvard, Estados Unidos, que desde más de una década se embarcó en la edificación de viviendas  con materiales no convencionales y ambientalmente sostenibles. Primero, comenzó con una empresa de energía solar para luego mudarse a la industria de la construcción empleando madera de bambú.

A sus 42 años, ha fundado dos empresas, ambas con esa misma visión. Inicialmente Quetzol que luego se convirtió en Kingo. Esta se dedicaba a la instalación de paneles solares en comunidades sin energía eléctrica. Su característica poco común o inusual es que vendía el fluido como quien recarga un teléfono; utilizaba el sistema prepago con sus clientes.

De ambas desligó y vendió sus acciones, pues consideró que la población no necesita únicamente suministro energético, pues cuando regresaba a esas localidades se encontraba que las personas seguían usando leña y vivían en casas con techos de lámina, que más parecían chozas ahumadas. 

A partir de ahí reaccionó y pensó que era necesario proveer viviendas con servicios integrales y sostenibles, incluyendo la recolección de agua, tratamiento de desechos, evitar el consumo de leña. También, que sus techos y paredes no fueran convencionales de block.  Se las ingenió, viendo experiencias en países asiáticos, en la utilización del bambú.

Fue así como desde 2013 constituyó lo que hoy es Construcciones Autosuficientes (Cassa), con la que se dedica edificar unidades habitacionales a base  de la caña de esta planta que, en solo seis años, a partir de su siembra, comienza a ser útil.  

Foto: Cassa

Estilos y modelos únicos

Los techos que construye Aguilar y su empresa tienen características propias. Quienes quieren una edificación convencional no son su nicho de mercado. Solo atiende a aquellas familias que acepten al menos el uso de dos de los siguientes materiales o servicios: energía solar, bambú en paredes y parcialmente en techos, planta de tratamiento de aguas, un tanque de captura de agua de lluvias y una red de drenajes propia. La cisterna de agua que coloca tiene capacidad de almacenar cinco mil litros, cantidad que puede alcanzar hasta para tres meses a un núcleo de tres personas. Se incluye también un filtro y su tratamiento permanente para evitar la contaminación.

Hasta ahora ha erigido en 12 departamentos, a los cuales se han sumado demandas de Guatemala, Sacatepéquez y Escuintla. “Quienes buscan nuestras casas los une un criterio: la conciencia ambiental”. Son personas comprometidas con el respeto y conservación del entorno, explicó Aguilar.

El bambú dura toda una vida, pueden ser más de 50 años, al igual que una casa común que se edifica con materiales tradicionales, señala. 

Cada pieza lleva un tratamiento minucioso con químicos para evitar daños provocados por gorgojos y la humedad. 

“En países de Europa y Estados Unidos hay hasta edificios a base de bambú”.

El costo de una casa

Una propiedad erigida por Cassa tiene un costo de entre 3 mil 500 y 6 mil quetzales el metro cuadrado, que incluye la obra terminada en su totalidad, más los sistemas de drenaje, cisterna, bomba y filtros de agua, paneles solares, etcétera.

Según este presupuesto, una unidad de 40 metros cuadrados puede costar 400 mil quetzales. Tiene alianzas con bancos para su financiamiento, aunque su nexo más cercano es con Interbanco.

El requisito del comprador es contar con el terreno. “No hay industria más grande que la construcción; en países de Europa y Estados Unidos ya hay hasta edificios a base de bambú”, aseguró el emprendedor. 

Por ahora Aguilar prevé que su compañía crecerá a un ritmo más acelerado porque cada vez hay más conciencia ambiental. En estos años, desde su apertura, ha entregado 130 unidades habitacionales. El bambú lo compra a un productor de Suchitepéquez.

Foto: Cassa

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A sus 42 años, ha fundado dos empresas, ambas con esa misma visión. Inicialmente Quetzol que luego se convirtió en Kingo. Esta se dedicaba a la instalación de paneles solares en comunidades sin energía eléctrica. Su característica poco común o inusual es que vendía el fluido como quien recarga un teléfono; utilizaba el sistema prepago con sus clientes.

De ambas desligó y vendió sus acciones, pues consideró que la población no necesita únicamente suministro energético, pues cuando regresaba a esas localidades se encontraba que las personas seguían usando leña y vivían en casas con techos de lámina, que más parecían chozas ahumadas. 

A partir de ahí reaccionó y pensó que era necesario proveer viviendas con servicios integrales y sostenibles, incluyendo la recolección de agua, tratamiento de desechos, evitar el consumo de leña. También, que sus techos y paredes no fueran convencionales de block.  Se las ingenió, viendo experiencias en países asiáticos, en la utilización del bambú.

Fue así como desde 2013 constituyó lo que hoy es Construcciones Autosuficientes (Cassa), con la que se dedica edificar unidades habitacionales a base  de la caña de esta planta que, en solo seis años, a partir de su siembra, comienza a ser útil.  

Foto: Cassa

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Los techos que construye Aguilar y su empresa tienen características propias. Quienes quieren una edificación convencional no son su nicho de mercado. Solo atiende a aquellas familias que acepten al menos el uso de dos de los siguientes materiales o servicios: energía solar, bambú en paredes y parcialmente en techos, planta de tratamiento de aguas, un tanque de captura de agua de lluvias y una red de drenajes propia. La cisterna de agua que coloca tiene capacidad de almacenar cinco mil litros, cantidad que puede alcanzar hasta para tres meses a un núcleo de tres personas. Se incluye también un filtro y su tratamiento permanente para evitar la contaminación.

Hasta ahora ha erigido en 12 departamentos, a los cuales se han sumado demandas de Guatemala, Sacatepéquez y Escuintla. “Quienes buscan nuestras casas los une un criterio: la conciencia ambiental”. Son personas comprometidas con el respeto y conservación del entorno, explicó Aguilar.

El bambú dura toda una vida, pueden ser más de 50 años, al igual que una casa común que se edifica con materiales tradicionales, señala. 

Cada pieza lleva un tratamiento minucioso con químicos para evitar daños provocados por gorgojos y la humedad. 

“En países de Europa y Estados Unidos hay hasta edificios a base de bambú”.

El costo de una casa

Una propiedad erigida por Cassa tiene un costo de entre 3 mil 500 y 6 mil quetzales el metro cuadrado, que incluye la obra terminada en su totalidad, más los sistemas de drenaje, cisterna, bomba y filtros de agua, paneles solares, etcétera.

Según este presupuesto, una unidad de 40 metros cuadrados puede costar 400 mil quetzales. Tiene alianzas con bancos para su financiamiento, aunque su nexo más cercano es con Interbanco.

El requisito del comprador es contar con el terreno. “No hay industria más grande que la construcción; en países de Europa y Estados Unidos ya hay hasta edificios a base de bambú”, aseguró el emprendedor. 

Por ahora Aguilar prevé que su compañía crecerá a un ritmo más acelerado porque cada vez hay más conciencia ambiental. En estos años, desde su apertura, ha entregado 130 unidades habitacionales. El bambú lo compra a un productor de Suchitepéquez.

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