En su primer discurso como Presidente ante la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Bernardo Arévalo habló claro y directo. Valoró el surgimiento de esta nación joven. Creativa. Alegre e inquieta.
Aplaudió a los pueblos mayas, mestizo, garífuna y xinka que no se callan ante las injusticias. Que rechazan y evidencian a los corruptos. Elogió el papel asumido por la ciudadanía, que detuvo el intento de las mafias de irrespetar la voluntad popular manifestada en las urnas.
Durante su intervención, el dignatario alabó los cambios sociales que empiezan a surgir en el país. En especial, después de la batalla emprendida contra el saqueo de fondos públicos. Un sistema perfeccionado por la administración anterior para cooptar al Estado y hundir a Guatemala.
Recordó ese pasado autoritario, represivo, del cual esta nación se está liberando. Un pasado reciente promovido por delincuentes que siguen libres, porque permanecen protegidos por un sistema de justicia tomado, que cuida a los malhechores, pese a las múltiples denuncias que se han presentado. Querellas que señalan nombres, cargos y hasta montos presuntamente hurtados.
El gobernante guatemalteco también renovó sus convicciones sobre migración y medioambiente. La primera relacionada con la protección de los connacionales en el extranjero, pero también de quienes pasan o permanecen en el país. Defendió el derecho de todos a una migración inclusiva. Digna, que prioriza el respeto de sus derechos humanos.
En cuanto al ambiente, vale resumir su creencia de que es el principal desafío global, porque pone en riesgo las presentes y futuras generaciones. Sus pedidos a no olvidar e ignorar los conflictos internacionales también llamaron a la reflexión, en especial, porque afectan la paz y la seguridad mundial.
La disposición del Ejecutivo de resolver, pacíficamente, el diferendo territorial con Belice es otra evidencia del nuevo enfoque de gobernar que impera en el país. Una visión juiciosa, paciente, que suma, que el mundo escucha y respeta.