Marcel Arévalo
Director de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Flacso Sede Académica Guatemala (2024 – 2028)
Imagínese que José María Miculax Bux, Roberto Barreda, Diego Dougherty y otros innombrables estuvieran en la lista de posibles magistrados a cargo de impartir justicia, usted no dudaría en oponerse.
Esta exageración es imposible de hacerse realidad pues de esta galería del terror sus personajes pasaron a la historia condenados y algunos ya muertos.
Pero lo que ocurre en las comisiones de postulación sí es preocupante, pues la decisión de hacer caso omiso de la norma constitucional que dicta la debida honorabilidad como requisito para optar a la magistratura ha sido reducida a aplicarse solo a aquellos sentenciados, lo que abre la puerta para que las altas autoridades judiciales sigan siendo pícaros de cuello blanco.
Se rompió el colador y es casi como que de las tinieblas de la ficción se estuvieran filtrando los verdugos para someter a los justos e inocentes, en tanto honrados ciudadanos de bien, o “atrevidos” defensores de la justicia, la libertad de expresión y la vigencia de los derechos humanos.
Construyamos esa otra realidad, de los posibles más allá de la utopía.
La mala intención es evidente: que los negocios de la corrupción sigan rindiendo sus frutos y engordando los bolsillos de los injustos, de los perpetradores de la pobreza y la desigualdad, de la expulsión de migrantes, de los que mantienen el estado de cosas como el que de cada dos niños menores de 5 años uno padece desnutrición y un largo etcétera.
¿Qué hacer?
Recetas no hay. Pero cada quien tiene su cabeza, cada quien es un ser pensante y mínimo tiene el derecho de expresar sus ideas con su familia, con su comunidad, en su vecindario, en su trabajo. Y desde cada espacio presionar para que quienes tomen decisiones estén expuestos bajo la vista de todos y, por lo menos, tengan la condena moral y la vergüenza ante sus familias y su comunidad. La democracia es un ejercicio cotidiano, diario, no solo se ejerce en las urnas y tampoco se consigue de la noche a la mañana.
No permitamos que la justicia siga en manos de Miculaxes, Barredas o Daughertis. Construyamos esa otra realidad de los posibles, más allá de la utopía. Esta batalla es tan importante o más aún que la de 2023 donde un voto de sumo a otro y este a otro y otro más, en un concierto de millones. “Porque, esta vez no se trata de cambiar un presidente”, se trata de construir un país distinto, “donde quepamos todos y todas”.