Pareciera que en Guatemala existen dos realidades. O personas con doble moral. Para hacer el punto, basta citar a doña Victoria, una vecina de Ixcán, Quiché, que ayer celebró que en su aldea se
estrenara un centro de salud, el cual fue inaugurado por la
vicepresidenta Karin Herrera.
Con una sinceridad que conmueve, soltó la razón de su alegría. Cuando sus hijos tengan fiebre o tos, tendrá a dónde llevarlos. Es imposible que alguien no se estremezca al escucharla. Sobre todo, cuando se conocen las necesidades profundas que el Estado ha sido incapaz de satisfacer.
¿Cuántos discursos no escuchamos en campaña? ¿Cuántas somatadas de pecho se grabaron? ¿Cuántas promesas? ¿Cuántos tiktoks? ¡Cuántos bla, bla, bla! Lo cierto es que cuando los electos tienen que poner su grano de arena para combatir la pobreza, se hacen a un lado. Frenan las iniciativas. Pero siempre utilizan la retórica. El relato. La argumentación que destruye. Que no suma.
Si supiera doña Victoria que esos que llegan a pedirle su voto, a suplicarle su apoyo, impulsan una campaña que quiere maniatar económicamente al Gobierno. Que buscan imposibilitar al Ejecutivo de llevar más salud y educación. De construir más escuelas y mejores carreteras. De frenar el desarrollo de Ixcán y de los otros 339 municipios del país.
“El centro nos da esperanza para avanzar hacia una vida más digna”, resumió Carmen Pérez, quien también se mostró agradecida por la obra. Lo que ella parece no saber es que hay otros grupos que se oponen a llevarle progreso.
Esperanza. Esos, los mismos que en las elecciones se dicen solidarios. Justos. Probos. Ellos, que, micrófono en mano, exponen el oro adquirido por su paso en la administración pública. Los de cuello blanco y conciencia negra.
Por eso hay que apreciar los esfuerzos políticos que, últimamente, cobran fuerza. Valorar el atrevimiento y el mérito de una mayoría de congresistas que piensan en la señora Victoria. Y en Carmen. Que sabe que para construir la prosperidad inclusiva hay que invertir y dejar trabajar.
Luego llegará el momento de rendir cuentas. Ese día, ya no bastarán los discursos. Los votantes pasarán factura. Los pequeños se habrán acostumbrado a contar con un Gobierno que pensó en ellos y demostró que el dinero alcanza, cuando no se lo roban.