Ana Marta González
Catedrática de Filosofía
El salón literario francés del siglo XVIII constituía un entorno de trato social igualitario en el seno de una sociedad marcada por profundas desigualdades sociales y políticas. Supuesta la educación suficiente para mantener una conversación literaria, esas diferencias quedaban en suspenso mientras transcurría la velada, gracias al saber hacer de la anfitriona.
Naturalmente, esa clase de sociabilidad pura, abstraída de los intereses y contenidos que son motivo de conflicto en el terreno de la vida práctica, representa una ficción.
Sin embargo, esa ficción alimentó el ideal ilustrado de convivencia culta, que hoy echamos tanto en falta: en la “democracia” del salón se veía una representación simbólica de los valores éticos que debían realizarse en la vida pública.
Parece improbable que los autores de la coreografía no anticiparan la reacción.
Sin duda, la vida real de la época estaba muy lejos de la igualdad artificialmente recreada en el salón literario. La enorme distancia entre el lujo sofisticado de la corte y las masas hambrientas de pan y de cultura, que operó como catalizador de la Revolución francesa, encuentra eco todavía hoy en la sofisticación autorreferencial de una élite intelectual y artística que ha convertido la cultura en un juego de espejos, del que queda excluida la mayor parte de la población.
La polémica desatada en torno a la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de París constituye un caso ilustrativo. La representación de Le Festin des Dieux, conservado en el Museo Magnin de Avignon, en el que los dioses del Olimpo, presididos por Apolo y acompañados por Baco, celebran las bodas de Tetis y Peleo, guarda suficiente “parecido” con la Última Cena de Leonardo, como para desatar la reacción de un público culto que se ha sentido herido en sus convicciones.
Parece improbable que los autores de la coreografía no anticiparan esta reacción. Es posible que, poseídos por la lógica frecuentemente irónica y transgresora de muchas manifestaciones artísticas herederas de las vanguardias francesas, hayan pasado precipitadamente por alto las implicaciones de su conducta.