Hablar es fácil. Y si se trata de las redes sociales, podríamos adaptar la frase a: escribir es fácil. Sobre todo, si se trata de textos críticos hacia una gestión gubernamental. Con ello no quiero decir que no deban hacerse señalamientos, no se me malinterprete. Intento decir que para que una crítica sea sana, constructiva y promotora del bien común, debe hacerse sobre bases argumentativas sólidas y no simplemente porque no comparto los criterios de mi opositor.
La crítica debe demostrar que tenemos la razón, con pruebas de respaldo y no con simples señalamientos. Debe ser tan bien construida que no deje duda de por qué decimos que nuestro oponente está equivocado y que está haciendo las cosas mal. De lo contrario no haremos sino lanzar una sarta de argumentos falaces. Sí, esos que la filosofía define como razonamientos que parecen correctos, pero no lo son. De esos está lleno el mundo de la política partidista o de aquellos que usan sus voces para defender intereses oscuros, personales o de grupo.
Quiero hablar específicamente de las reparaciones en el kilómetro 44.5 de la autopista Palín-Escuintla. He leído infinidad de comentarios sobre los trabajos que el Ministerio de Comunicaciones, Infraestructura y Vivienda (CIV) ejecuta en el lugar. La mayoría para reclamar lo que le parece un trabajo lento para las expectativas particulares y hasta comerciales. Y, por supuesto, tienen derecho a reclamar y exigir, pero sobre todo a expresarse, con el debido respeto que todo ser humano le debe a otro, para hacer públicas sus inconformidades.
Sin embargo, para criticar, primero hay que investigar profundamente lo que nos parece incorrecto. En primer lugar, se debe regresar al punto de origen. El gobierno de Alejandro Giammattei terminó con el contrato de manejo privado de la autopista y permitió el paso libre de todo tipo de vehículo. Esta carretera estaba pensada para cierta circulación vehicular y no para el masivo paso de automotores que, principalmente se incrementó en términos de transporte pesado. Eso aceleró el deterioro que también tenía efectos del mal tiempo, la crecida de ríos y la fuerza del agua en las tuberías instaladas para el paso de agua por debajo de la cinta asfáltica.
¿Por qué traigo a colación todo ello?, pues porque es necesario para entender que el problema es más complicado de la simple reparación de la cinta asfáltica. Cuando los equipos de ingenieros comenzaron a evaluar el lugar, se fueron dando cuenta de que la averías no eran solo sobre la cinta asfáltica o el derrumbe de uno de sus extremos en el ancho del kilómetro 44.5. En realidad lo que allí se encontró fue un terreno totalmente socavado por el fuerte paso del agua que, sumado al paso vehicular no calculado adecuadamente, como ya expliqué anteriormente, aumentó las dimensiones de los daños en el suelo.
Esta situación hizo que los ingenieros decidieran hacer una reparación completa, para que no quedara un simple paso temporal. Los hallazgos fueron cada vez mayores, pues debieron ir excavando hasta darse cuenta de que llegaban a profundidades de más de 14 metros (una altura un poco superior a un edificio de cuatro niveles). Hasta allí estaba instalada la tubería que debió reemplazarse porque los daños que tenía eran irreparables.
A todo lo anterior debe sumarse que cada vez que llueve, el agua socava el terreno y deben tomarse nuevas medidas de reparación y apelmazamiento de la tierra para que quede seguro para sobreponer la nueva cinta asfáltica y que los vehículos pasen con tranquilidad. Y en tiempos de lluvias fuertes y continuas, esas condiciones descritas son cada vez más complicadas.
Allí radica la tardanza. Pero quienes desconocen el tema, creen que solo se trataba de poner nuevo asfalto y ya. Otros, que solo era de apelmazar la tierra y listo. Y los menos informados, solo han pensado en su necesidad de pasar por el lugar y ya.
Para criticar no solo hay que hablar y/o escribir. Hay que saber sobre un tema y/o comprenderlo. Yo he conversado con varios ingenieros para entender el problema. Y si el hecho no se atiende debidamente, podría pasar como en el libramiento de Chimaltenango, una obra del gobierno de Jimmy Morales, que se desmorona a cada rato e impide el paso vehicular por largas horas o hasta días.