Las preocupaciones abundan en las comisiones de postulación. Pero una que le está quitando el sueño a sus presidentes es el bloqueo que algunos de sus miembros ejecutan con tal de llevar las discusiones hasta el edificio de la Corte Suprema de Justicia. No cabe duda de que las mafias y los mafiosos perdieron la vergüenza y actúan con un descaro tal que, en un país con un sistema de justicia probo, sería motivo de pesquisas en procura de imponer orden en una elección clave para la buena marcha del país.
Lo cierto es que el llamado pacto de corruptos ha perfeccionado sus tretas y, paradójicamente, se vale de las herramientas que el sistema democrático ofrece, para minar un proceso que garantice la selección de magistrados y jueces que aseguren la independencia plena del Organismo Judicial (OJ).
Por ejemplo, algunos comisionados se aferran a su derecho de discernir y proponer sobre la escogencia de una sede de trabajo, para bloquear el avance de las postuladoras. No les importa no tener razón sobre sus quejas y tampoco lo ridículo que estas parezcan en cuanto conduzcan el proceso por donde sus jefes y patrocinadores ordenen.
Estas personas saben que mientras las comisiones no terminen el trabajo, ellos o sus aliados podrán continuar ejerciendo cargos que les garantizan impunidad, nepotismo y, por supuesto, beneficios económicos. Da la impresión de que son seguidores de aquel dicho que reza: “Quien tiene vergüenza, ni come ni almuerza”.
Sin embargo, parece que esta historia es la versión en miniatura del proceder de la jefa del Ministerio Público (MP), Consuelo Porras, los magistrados y jueces del OJ y los titulares y suplentes de la Corte de Constitucionalidad (CC), quienes utilizan las leyes con el único fin de evitar el regreso de un Estado que vele por el bien común, que castigue el saqueo y sancione a los pícaros.
Además, esta mafia procorrupción sabe que está contra el tiempo, conoce que hay plazos que, forzosamente, van a provocar cambios en las instituciones que hoy manipulan a su antojo, por eso necesitan cerrar filas y mantenerse unidos. Lo que ignoran o pretenden obviar es que su arrogancia es insuficiente para obstaculizar el deseo imperioso de un pueblo que merece y reclama prosperidad y desarrollo integral.