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Anécdotas del destino, de Isak Dinesen

Revista Nuestro Tiempo

¿Los cuentos solo se leen a los niños a la hora de dormir? ¿Siempre los protagonistas son felices y comen perdices? La propuesta del catedrático de Literatura Javier de Navascués desmonta los tópicos de un plumazo: ningún universitario debería graduarse sin haber leído los cuentos de Isak Dinesen.

Son historias ingeniosas con desenlaces sorprendentes que les ayudarán a descubrir nuevos tonos de gris en la experiencia humana.

Tras 20 años en África, donde la conocían como “la honorable leona”, y un divorcio, la baronesa Karen Blixen regresó arruinada a su Dinamarca natal. Sabía contar cuentos y eso la salvó de la miseria. Como era habitual en la época, se camufló en un nombre masculino, Isak Dinesen, para enviar su primer texto a una editorial; creía que así valorarían la obra con más seriedad.

Dinesen ama la vida y eso se refleja en la ironía de sus relatos.

También decidió escribir en inglés para conseguir una mayor proyección internacional. Publicó Siete cuentos góticos en 1934 y, tras cosechar un gran éxito en este género, escribió 47 cuentos en total. Anécdotas del destino (1953) es una recopilación de relatos que incluye El buceador, El festín de Babette, Tempestades, La historia inmortal y El anillo.

Cuando hablar se convierte en arte. Antes de escribir cuentos, Dinesen los narraba en África. En Kenia, se familiarizó durante dos décadas con la cultura oral. Se hizo amiga de personas humildes y sin instruir de su plantación de café, y a veces acudían a ella para que les contara historias.

Cuando regresó a Europa, aquella voz que atesoraba perlas de sabiduría colectiva tomó cuerpo en páginas. Para desentrañar su moraleja, los cuentos exigen, paradójicamente, más atención que las novelas.

Mientras que en estas se explican y se repiten las ideas, en los relatos breves todo lo que se dice es relevante. Son historias asequibles en apariencia y las leemos con fluidez, pero si parpadeamos corremos el riesgo de perder el detalle clave.

Un expreso de humanidad. El universo de Dinesen no es simple, sino profundo. La autora, que tenía un sentido religioso propio, intuía que los cuentos transmitían una enseñanza vinculada al mundo de los valores. Por ello sus relatos presentan una carga de interioridad importante.

Están compuestos de manera sutil con una vocación ética subyacente. El festín de Babette termina con la caída de un personaje. Está arruinado y, sin embargo, es feliz.

Dinesen ama la vida y eso se refleja en la ironía de sus relatos. El humor es para ella una forma de vivir con alegría y de celebrar. A su vez, la ironía le permite a la escritora abordar las limitaciones y las deficiencias del mundo.

El modo en que retrata a los personajes demuestra una comprensión cariñosa de la debilidad de la persona. Los cuentos de Dinesen revelan una gran sabiduría sobre la experiencia humana.

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