La noticia dominante ha sido el nivel alcanzado por la criminalidad. No hay que cansarse de repetir que la tarea fundamental que justifica al Estado es contener la violencia. Por ello, recurriendo a la clásica formulación de Weber, le entregamos el monopolio de la violencia legítima. Sin este, siguiendo la imagen de Hobbes, la vida es solitaria, brutal, desagradable y corta. Aunque nos podemos consolar con la ministra Vallejo (quien sigue la sabiduría de la expresidenta Bachelet: siempre puede ser peor) porque estamos mejor que el barrio, lo cierto es que la vida se va pareciendo, cada vez más, al estado de naturaleza hobbesiano (a menos, claro, que usted viva en el barrio del presidente, quien, rodeado de guardaespaldas, sostiene que es seguro). Es una senda civilizatoriamente descendente en que, en algún punto difícil de determinar, el Estado se torna fallido.
La tentación del agujero negro anima algunas propuestas para enfrentar la crisis. El término (popularizado por John Wheeler, aunque quien parece haberlo usado primero es Robert Dicke a comienzos de los 60) hace referencia a la idea de una concentración de masa tan elevada que genera un campo gravitatorio en el que todo puede entrar, incluyendo la luz, pero nada salir. Pero se remonta a una comparación con el “Agujero negro de Calcuta”, una prisión conocida por su enorme nivel de hacinamiento: una vez que se arrojaba a los prisioneros en ella, simplemente desaparecían.
La idea es solucionar los problemas mediante cárceles en que desaparecen los criminales (y otros sin serlo; siempre hay alguna ratio entre encarcelados culpables e inocentes). Indudablemente las herramientas de inteligencia, persecutorias y punitivas, en las que estamos al debe, son imprescindibles y urgentes. Como repite el presidente, hay que actuar “sin complejos” (aunque su necesidad de iteración sugiere que sí los tiene). Pero ello no basta. La crisis y su, ojalá posible, solución, son multifactoriales. El crimen organizado es expresión del espíritu emprendedor que genera mercados e identifica oportunidades de negocios (criticable es que contravenga la ley y viole derechos).
La tentación del agujero negro anima algunas propuestas para enfrentar la crisis.
Su Silicon Valley se obtiene cuando el Estado parcialmente se retira. Así fue con la romantización de la violencia y deslegitimación de la fuerza estatal durante el estallido (celebradas por muchos hoy en el poder) y con la pandemia. Desde entonces, surgen cercos y rejas. Por ello hay que trabajar intensamente a nivel comunitario, recuperar barrios y escuelas, intervenir en situaciones de niños en riesgo, etc. Sin ello, puede ser que, protegiéndonos del crimen, terminemos incinerando nuestras libertades en un gran auto de fe.
Nadie sabe si será posible revertir la crisis o si es ya una catástrofe (es decir, un cambio irreversible) y solo queda desaparecer en un agujero negro. Pero es imperativo hacer todo para intentarlo.