Foto: cortesía Guillermo Monsanto
Un buen hecho escénico se caracteriza por la comunión de todos sus componentes. Esta conjunción, coordinada por un equipo interdisciplinario, incluye a diferentes profesionales cuya misión absoluta es hacer bien su trabajo por pequeño que este parezca. De allí que cada detalle cuente en el ánimo del público.
El pasado sábado 13, luego de un impulso de última hora debido a la efectiva publicidad de boca en boca, compré boletos para ver El Libro del mormón en el Teatro Calderón de la ciudad de Madrid.
Por supuesto que los únicos asientos disponibles estaban en el último de los balcones o en la primera fila, lugar donde finalmente me ubiqué. No tengo palabras para agradecer la locación ya que me permitió ver la orquesta y, al mismo tiempo, ser parte del show por breves momentos.
El libreto, la música y la letra es obra de Trey Parker, Robert López y Matt Stone, quienes tienen una amplia experiencia en el campo de la musicalización.
Juntos concibieron una historia redonda, inusual y entrañable. En España la producción quedó en manos de SOM PRODUCE y la dirección general de David Serrano, quien se apoyó con directores especialistas en diferentes tópicos.
Destaco al director musical Joan Miquel Pérez por el modo en que dirigió a sus músicos.
De entre estos destacó al director musical Joan Miquel Pérez por el modo en que dirigió a sus músicos, el acompañamiento a los artistas y las interpretaciones, que ya fusionadas, son las que le otorgan ese sello tan original a la propuesta. Hay que agregar que, aunque la música y sus letras no son muy conocidas, prometen quedarse en el repertorio de los musicales universales.
La conexión energética entre los actores también es notable ya que son artistas completos que bailan, cantan y actúan. En la función que presencié, uno de los roles principales (Elder Price) lo interpretó Alexandre Ars en lugar de Jan Buxaderas. Me pregunto si el suplente demostró el más alto nivel de desempeño ¿cómo estará el titular?
Con él relucen Alejandro Mesa (Elder Cunningham) un cálido e ingenioso Nil Carbonell (Elder Mckinley) y el carismático Andoni García. Es injusto no mencionar a todos los artistas, pero el espacio me come. Los ugandeses le dan color y otro tono a la historia. Acá señalo los solos de Aisha Fay cuya voz es un torrente que sin duda la hará brillar entre las grandes.
Finalmente hay que hablar un poco del libreto y las ocurrencias, algunas de ellas tan irreverentes, que provocarán que más de alguno abra la boca unos segundos antes de soltar la carcajada.
Una sucesión de préstamos a la cultura pop y su integración natural en la historia acercan al espectador a la trama y, finalmente, al drama que estaban viviendo en Uganda los convertidos a la Iglesia de los Últimos Días.
Mientras Elder Cunningham enreda con su prédica a los lugareños provoca una trasformación positiva en la comunidad y en su confundido compañero Elder Price. Según he apreciado en algunos comentarios, la comunidad mormona se tomó muy bien este acercamiento.