EFE
Gareh Southgate será recordado por sus resultados -llevó a Inglaterra a sus cotas más altas de las últimas décadas-, pero será sobre todo añorado por haber llevado algo parecido a la normalidad y la tranquilidad al banquillo de la selección, quizá el más ‘caliente’ del fútbol mundial.
La despedida de Southgate del equipo nacional inglés tiene una relevancia que va mucho más allá del fútbol. En momentos convulsos, con el Brexit recién cocinado, asumió las riendas en 2016 con un mensaje de unidad que caló en la ciudadanía mucho más que su estilo de juego defensivo y ramplón.
A Inglaterra, en busca perpetua de su nueva identidad, le ha gustado reconocerse en la figura poco estridente y un tanto anodina de Southgate.
Su carisma de hombre tranquilo llegó hasta los escenarios del Teatro Nacional, donde la obra ‘Dear England’ -él fue interpretado por Joseph Fiennes- causó sensación y arrasó en la temporada de premios con la exploración de su labor en el vestuario.
Por supuesto, nada de esto habría sido posible, como pasa siempre en el fútbol, si la pelota no hubiese entrado en la portería. Pero lo hizo, con frecuencia además, empujada por algunas de las mejores generaciones de jugadores ingleses.