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Ha pasado un año desde que Carlos Alcaraz conectó un resto ganador para llevarse el segundo set de la final con Novak Djokovic; 365 días desde que decidió que, con 0-15 y sacando para campeonato, la mejor opción era tirar una dejada a uno de los hombres más rápidos y elásticos del mundo. Una vuelta al Sol desde que un golpe a la red del serbio le dio a Carlos Alcaraz su primer Wimbledon.
“Es impresionante lo que ha conseguido a su edad”, valoró Djokovic, quien alabó al español y dijo que es “el mejor de la historia con 21 años”.
Aquella victoria, la más importante de la carrera de Alcaraz, por rival y situación, fue la última del murciano ante Djokovic. Después llegó la derrota en la final del Masters 1000 de Cincinnati, en uno de los mejores partidos a tres sets que se recuerdan, y la de las semis de las Finales ATP, en las peores condiciones para el español, bajo techo y agotado mental y físicamente luego de todo el año de competición.
El español ya no es un outsider, ha pasado de ser la sorpresa el año pasado a ser favorito este. En parte por su condición de vigente campeón y de reciente ganador en Roland Garros y también por los problemas de Djokovic en la rodilla. El serbio se dañó el menisco en los octavos de final de Roland Garros y se operó el pasado 5 de junio en la capital parisina.
Llevó a cabo una rehabilitación y una recuperación en tiempo récord. “No quiero lidiar con perderme Wimbledon”, dijo a su llegada al All England Club, y tres semanas después de probarse en los entrenamientos está listo para su décima final en la Catedral, la número 37 en el total de los Grand Slams.