Viviana Véjar
Investigadora Faro UDD, sede Concepción
Siendo una mujer soltera en sus treintas, no parecía tener necesidad de contar con un marido que le proveyera lo necesario para mantener su estilo de vida. Eso sí, los televidentes se cuestionaban cómo ese trabajo freelance podía permitirle vivir en el Upper East Side de Manhattan y vestirse todos los días con un atuendo de diseñador distinto.
Todo lo anterior, sin contar la cantidad de accesorios que poseía en su clóset, como los zapatos de Manolo Blahnik o Jimmy Choo y las carteras Dior o Fendi que pueden costar varios millones de pesos.
Se ha estimado que nuestra primera influencer televisiva, para poder costear su estilo de vida, habría estado debiendo un poco más de 4 millones de pesos al mes y, hacia el final de las seis temporadas, su deuda ascendería a 1.2 millones de dólares; unos 1 mil 128 millones de pesos.
Carrie todavía soñaba pasar su vida casada con el hombre que amaba, no por pura dependencia económica sino por la necesidad afectiva de contar con alguien.
Su condición crediticia no pasó desapercibida para el objeto de su obsesión, el millonario John Preston (Mr. Big), quien rehusaba el compromiso con Carrie precisamente por su estatus de impostora.
A pesar de llevar un estilo de vida lujoso, no lo conseguía necesariamente porque sus ingresos se lo permitieran, sino por su alto nivel de endeudamiento.
Si algo aprendimos del afán que Carrie tenía por el individualismo y la independencia financiera que la llevó al consumismo desenfrenado, es que este estilo de vida no logró sustituir la idea de formar una familia.
Carrie todavía soñaba pasar su vida casada con el hombre que amaba, no por pura dependencia económica sino por la necesidad afectiva de contar con alguien idóneo para compartir los días, tal como sucede con las mujeres en nuestros días.