MarÍa JosÉ Chiesa
Académica Facultad de Artes Liberales
El caso de Colón ilustra, más allá del propio acto de vandalizar lo público, lo emocional que puede ser la respuesta del espectador frente a ese cambio de percepción que se mencionaba antes. Este punto no elimina el qué hay detrás de este actuar, cuya justificación se plantea como la respuesta frente a una figura que ya no es percibida como el hombre de civilización y progreso que se comentaba en el siglo XIX cuando se instaló la obra, sino como la cara que representa los horrores de la colonización de América.
La vandalización y retiro de este tipo de obras del espacio público dista mucho de solucionar el problema, solamente lo esconde.
¿Qué se puede hacer frente a tal respuesta? Una posibilidad es entender que lo mudable de nuestras percepciones nos ofrece un espacio para reflexionar sobre por qué cambiamos de parecer frente a estas obras.
En ese sentido, si los monumentos ya no cumplen su función ejemplar conmemorativa, el hecho de que causen incomodidad nos permite pensar en por qué ahora nos parecen figuras poco aceptables, y nos ofrece la oportunidad de entender cuáles fueron las intenciones tras sus instalaciones y lo que ellas nos dicen de su contexto.
Hughes plantea que, si logramos tener una visión crítica frente a esto, evitaremos caer en miradas binarias respecto de nuestra realidad y podremos estar más abiertos a entender que nuestro juicio, que a veces parece ser tan absoluto, no es infalible. En ese sentido, la vandalización y retiro de este tipo de obras del espacio público dista mucho de solucionar el problema, solamente lo esconde.