Edificar una nueva vida mientras se enfrenta a la ansiedad, depresión y baja estima, junto con la tarea de reconstruir relaciones dañadas y el miedo a recaer, es parte del sufrimiento que enfrenta un adicto en el proceso de abstinencia y recuperación.
Ricardo Mendoza (nombre ficticio) es un ejemplo de esta lucha. El alcohol lo llevó a perder todo: trabajo, familia y estabilidad emocional. “Me quedé vacío en todas las áreas. Con el cuerpo enfermo y el espíritu sin rumbo”, confesó.
Mendoza llegó a un punto de dependencia extrema y pérdida de control. Aunque su recuperación fue difícil, ha logrado recobrar la confianza en sí mismo gracias al apoyo que encontró en el Centro de Tratamiento Ambulatorio, de la Secretaría Ejecutiva de la Comisión Contra las Adicciones y el Tráfico
Ilícito de Drogas (Seccatid).
Guadalupe Pérez (otro nombre inventado), una joven en situación de calle y madre de dos niños que se encuentran bajo resguardo, fue remitida al centro por orden de un juez. El consumo de solventes deterioró, de manera considerable, su vida y autoestima.
Hoy, Guadalupe es una de las participantes más activas del centro. Asiste a talleres de cocina y carpintería; además, se esfuerza por recuperarse a pesar de los obstáculos que enfrenta en su batalla contra la abstinencia.
Acerca del centro
María Antonieta Solórzano, directora del establecimiento, explicó que hay muchas historias de éxito. El propósito no es solo reinsertarlos a la sociedad mediante terapias psicológicas individuales y grupales, sino también apoyarlos con prácticas que les permitan subsistir.
Solórzano destacó que los talleres ayudan a devolver la confianza en habilidades perdidas o a adquirir nuevas competencias y recuperar la paciencia. También, a recobrar la confianza, paciencia hasta ser autosostenibles.
El dato
De enero a mayo, la Seccatid había atendido 466 pacientes y facilitado 700 atenciones.