María José Naudon
Decana Escuela de Gobierno
Sin embargo, más allá de lo anterior, detrás de la Eneida se esconde otro fenómeno; la relación del mundo griego con el mundo romano. Grecia, conquistada militarmente por Roma, era indudablemente una poderosa influencia cultural y también representaba un problema para los romanos. “Cuando las letras griegas inunden Roma, se acabará todo”, decía Catón. Por esta razón la Eneida propone una cultura de enlace que tome el testigo de la cultura griega, pero que sea profundamente romana.
Este coloso de la literatura, puede ser visto como un ejemplo temprano de nostalgia reflexiva. Augusto buscaba, además de cantar sus victorias, rescatar y revitalizar los valores tradicionales de Roma, sin la aspiración de reconstruir un pasado idealizado. Aunque la Eneida presenta una versión glorificada de la historia y los valores romanos, no ignora las realidades y los desafíos propios de su época, por lo que intenta integrar la influencia griega de una manera que reafirme la superioridad y la identidad romana.
Hoy, cuando la nostalgia tiende a adoptar tintes restaurativos en lugar de reflexivos, quizá valga la pena pensar en nuestra propia Eneida.
Esta fusión permite entender la Eneida como una estrategia de romanización de otra cultura, la griega, sin aplastarla o desdeñarla, sino creando un nuevo relato, un nuevo líder e historia fundacional.
Hoy, cuando la nostalgia tiende a adoptar tintes restaurativos en lugar de reflexivos, quizá valga la pena pensar en nuestra propia Eneida.
Una épica, un relato que, reconociendo las lecciones aprendidas, consciente de los cambios vividos y de los desafíos del futuro, se aleje de una narrativa simplificada y adversarial, para proponer la revitalización del orden y entramado político, reavivar la esperanza, abrir la posibilidad de un futuro e incorporar, en esa agencia, la responsabilidad y capacidad personal, sin generar falsas expectativas.
En ese camino resulta vital trabajar juntos, generando nuevas alianzas que tengan como eje la defensa de la democracia que, por definición, debe gestionar adecuadamente el disenso y manejar la pluralidad. No es mi enemigo el que piensa distinto y no hay aspiración más riesgosa que la de añorar uniformidad.