La falta de interés y mal comportamiento son las primeras señales que presenta una persona que padece bullying escolar. Fredy Ochoa, psicólogo de la Liga Guatemalteca de Higiene Mental (LGHM), sugiere a los padres de familia las acciones preventivas que se pueden tomar para evitar que sus hijos sufran de algún tipo de abuso, flagelo que ha afectado al menos al 50 por ciento de los estudiantes en Guatemala.
“Los niños que padecen este mal bajan sus conceptos a nivel de autoimagen, de cómo piensan de sí mismos, y esto puede reflejarse en otras áreas de la vida como, por ejemplo, en la conducta en el aula”, indicó el especialista.
Entre las consecuencias que el menor puede aquejar se encuentra el bajo rendimiento académico e incluso la falta de deseos de asistir a los centros educativos. Según el terapeuta, “hay un desagrado por ir a estudiar, y no es el hecho en sí de estar en ese lugar, sino de verse con esas personas que abusan de él”.
Ochoa sugirió que para evitar estos hechos, la primera medida es la prevención desde la casa, fortaleciendo a los pequeños con educación y enseñándoles qué deben hacer y cómo pueden actuar si
padecen este tipo de violencia.
La segunda acción, si la problemática ya existe, es dialogar con el menor desde la confianza, sin minimizar sus emociones; informarse de lo sucedido y generar una postura particular en los establecimientos, junto con los agresores y las autoridades, para abordar la problemática desde la raíz y ver los motivos de estos comportamientos.
Estudios del Ministerio de Educación (Mineduc) y el Centro de Investigaciones Educativas (CIE), de la Universidad del Valle de Guatemala (UVG), revelan que el acoso escolar es una complicación persistente que afecta a muchos alumnos a través de agresiones físicas, verbales o psicológicas, de diversas maneras como golpes, insultos, burlas, amenazas, difusión de rumores, exclusión o de forma virtual, causando impactos negativos en el bienestar emocional, rendimiento académico y desarrollo social del perjudicado.