Lucas Muñoz Muñoz
Profesor de la Escuela de Arquitectura
Sería un modelo sostenible de organización de la posesión de los materiales y, por ende, de su uso, que controlaría una parte considerable de su circulación. Un sistema de custodia con el que desligar socialmente la conexión física entre el acto de consumir y la noción de poseer.
Será un contexto que requerirá de un modelo de creador con visión artesana pero capacidad semiindustrial, que mezcle la genética vernacular de lo manual y lo virtuoso con las inagotables herramientas digitales de la reconquista de la producción, que hibride las raíces y el folclore con una consciencia global, creando un retorno a las verdaderas políticas materiales de lo local.
Necesitamos volver a apropiarnos de los medios de producción.
Una economía de la creación y la reparación 2.0 orquestada en un futuro en el que quizás veamos cómo se repite una versión del sistema de gremios del feudalismo precapitalista, en el que los artesanos dominan territorios, materias locales y técnicas, creando a su alrededor un ir y venir de aprendices viajeros que adquieren las técnicas de su maestro, y emigran a un territorio propio donde ser también maestros y desarrollar sus objetos desde sus recursos y materias regionales.
Un sistema, ya en cierta manera, renacido hoy en los pequeños talleres artesanos y de diseño, donde se desarrollan experimentos con esa noción del objeto local, pero con una clara influencia y vinculación a lo internacional. Think global, dig local, declaran Atelier NL, y es que la deslocalización de las fuentes de creatividad con respecto a los lugares de producción es uno de los bordes deshilachados del tejido industrial que heredamos.
No obstante, necesitamos volver a apropiarnos de los medios de producción y de las fuentes materiales haciendo de ambos un valor local, abierto y circular.
Como todo, esto también tiene sus riesgos. Si antes de todo este meollo, solamente con atisbar el comienzo del ruido de los medios, Guy Debord ya avisaba de que hemos pasado de la cultura del tener a la del espectáculo del aparentar, quizás ahora entramos poco a poco en su hipérbole: un aparentar con las posibilidades infinitas del mutar.
Es posible que este furor de ideas flotantes, materializadas temporalmente por artesanos locales, nos vierta en un periodo de objetos camaleónicos únicamente definidos físicamente por la cantidad de material que poseemos para crear sus componentes y las suscripciones que mantengamos con las infinitas posibilidades de metamorfosis digitales de partículas en transición.
“Espera, si tienes un poco de aluminio, me imprimo unas gafas con el último modelo de mi suscripción y nos vamos”, a lo que otro responde: “Usa mi llavero, me lo regalaron ayer en un evento”.
La vuelta a los talleres nos emancipará de “lo que se nos da” como grupo, para permitirnos explorar “lo que podemos dar” como individuos. Una relación con la materia que instruye y calibra la dificultad de la creación y, por tanto, valora su coste material, energético y social.
Una parte de la disciplina del diseño se independiza así de la industria, vuelve a engancharse a la artesanía, se ofrece a sus comunidades locales y se populariza a través de canales de conocimiento empaquetados en videotutoriales o instrucciones DIY (do it yourself), creándose un escenario plural, participativo, contextual, de colaboraciones, influencias y polinizaciones cruzadas y que surge como reacción a la idea del autor hermético, solitario, egocéntrico y genial.
Si avanzamos hacia una escasez de trabajo por la sustitución máquina-humano, el valor añadido de la creatividad y la creación individual será la base y no el exceso. Será la norma y no la excepción. Códigos y fuentes abiertos y comunes con los que entraremos en una época de bastardización de los orígenes puros, en la que continuas mezclas de estilos, técnicas y funciones serán producidas en cualquier rincón y comunicadas en abierto para servir de punto de partida a las siguientes.
Un círculo creativo, autorregenerativo y evolutivo en el que el homo faber (el hombre que hace o fabrica) de Max Frisch se unirá al homo ludens (el hombre que juega).